Voy a exponerles, éste libro, tema a tema, para que vayan degiriendolo, aquellos que consideran que los canarios son castellanos, a ver si asi se les quita de la cabeza que no tenemos nada que ver, y solo hay que mirarnos al a cara, pero aún así, al que le cueste. Le dejo ésto, a pesar de que el autor se dio un caracter muy subjetivo, es inestimable la recopilación de crónicas.
http://www.inekaren.com/index.php?option=com_docman&task=cat_view&gid=38&Itemid=3IntroducciónNuestro archipiélago fue poblado en sucesivas oleadas de gentes llegadas desde el continente africano, inicialmente entre los siglos V y I a. e. Los imazighen (plural de amazigh o bereber) continentales que arribaron a las islas tuvieron que adaptar sus formas de vida al difícil medio insular, en el que no existían recursos como los metales. Ello supuso la regresión tecnológica de su cultura originaria hacia unas formas de vida englobadas, por algunos historiadores colonialistas, dentro del término neolítico. Este patrón prehistórico de la historiografía europea, más que explicar las formas de vida de nuestros antepasados, las infravalora condenándolas a una mitología difusionista acerca de sus orígenes y protagonismo histórico. Se trata de una corriente historiográfica de sobra conocida en los órganos académicos surgidos tras la colonización de África y Asia, en los cuales la Historia de las colonias se escribía a partir de las conquistas europeas para justificarlas como misiones civilizadoras de buenos salvajes (ocurrió en Argelia, Zimbabwe y La India, por citar algunas).
Las causas del poblamiento de las Islas a partir de distintas oleadas, debemos buscarlas en diversos momentos de la Historia de África. De entre ellos, destaca el de la invasión romana del Norte de África, en la cual los imazighen demostraron una gran resistencia. Esta tradición guerrera impidió al Imperio Romano penetrar más allá de las costas mediterráneas africanas, donde estableció sus tres principales colonias: Numidia, Mauritania (Tingitana y Caesariensis) y Getulia. La actitud agresiva del pueblo amazigh hacia los invasores imprimió para ellos el apelativo colonialista de bereberes o bárbaros, término que por inercia se continúa imprimiendo hoy en textos académicos.
El Imperio Romano, consciente de la hostilidad de algunas tribus imazighen frente a la ocupación, decidió confinar a una buena parte de ellas en un archipiélago cercano a sus provincias. De esta manera, además de salvaguardar su presencia en el Continente, podría llevar a cabo la explotación de los recursos de las costas archipielágicas, empleando a estas personas en la extracción de tintes de origen animal y vegetal. Pero aunque se hallen fuentes escritas antiguas que relaten esta teoría, no existen evidencias arqueológicas que la demuestren. Más bien, parece esclarecerse cada día más que los imazighen rebeldes, recién insularizados, fueron abandonados a su suerte.
Otros autores hablan de oleadas anteriores a la invasión romana, causadas por la desecación de lo que fue el vergel del Sahara, o bien promovidas por el interés colonizador de los fenopúnicos de Cartago (Túnez). Esta última teoría, tampoco consta de evidencias arqueológicas reales (Piedra Zanata ¿grabada con acero inoxidable?, ánforas canarias calificadas como púnicas, un ídolo ¿de Tanit?, etc.), aunque parece estar muy de moda entre determinados círculos académicos canarios cercanos al poder político. Según estos detractores de la ciencia, los fenopúnicos de Cádiz confinaron a grupos de imazighen a las islas para someterlos a la explotación de las mismas. Esta es una teoría estupenda para justificar la posterior conquista “española”. También es una muestra de orgullo para la clase dominante canaria, al identificarse con un pueblo sofisticado de exóticos viajeros comerciantes, y no con unos humildes campesinos y pastores de cabras de la costa de enfrente.
También se piensa que hubo oleadas muy posteriores a la invasión romana, cuando los árabes partieron desde la Península Arábiga hacia la conquista del Norte de África y el Sur de Europa (siglo VII d.e.), emprendiendo una dura lucha contra los imazighen resistentes a la colonización. Esta nueva invasión supuso la dispersión del pueblo amazigh en distintos islotes poblacionales situados en las zonas más inhóspitas del, desde entonces, llamado Magreb (el imperio del oeste). Pudo ser que algunos pueblos belicosos, huyendo de las represalias, decidieran emigrar hacia las Islas por su propio pie, tal y como se hace hoy.
Pese al alejamiento de su lugar de procedencia, su confinamiento en diferentes islas y su contacto con distintas culturas que llegaban por el mar para comerciar o para emprender incursiones esclavistas, el heterogéneo pueblo amazigh insular conservó en su memoria colectiva las formas de pensar, sentir y actuar de sus hermanos continentales. Pues continuó en uso la lengua de origen, las complejas estructuras socio-políticas, una parte importante de la arquitectura sedentaria, la tradición nómada, las actividades agropecuarias, la gastronomía, la religión astrólatra (adoradora del Sol y de los astros, prerromana y preislmámica), los ritos y celebraciones populares, el folklore musical, los cultos de destreza física, y un sinfín de tradiciones, costumbres y creencias que conectan al mundo precolonial canario con el legado milenario de los pueblos aborígenes norteafricanos.
Con la llegada de los piratas esclavistas europeos con ansias de conquista (más tarde respaldados política y económicamente por los Reyes Católicos y la Iglesia de Roma) el pueblo amazigh del archipiélago emprende una larga lucha contra la ocupación, que dura más de un siglo. Pese a las grandes victorias militares que, en inferioridad tecnológica, llevan a cabo (Acentejo, Ajódar, etc.) la hidalguía insular pacta tratados de paz con los mercenarios esclavistas para así conservar su condición social.
Muy lejos de perecer en su totalidad (como algunas absurdas teorías, refutables y refutadas, afirman), el pueblo amazigh insular continuó siendo el aporte humano mayoritario de la nueva sociedad de prestigio europeísta, con la diferencia de que su cultura y su voz no tenían representación, divulgación ni protección en las nuevas estructuras sociopolíticas coloniales.
De la lectura de las escribanías públicas de la época, se saca la conclusión de que la nueva sociedad surgida tras la conquista y colonización del Archipiélago (principios del siglo XVI) era una sociedad dividida fundamentalmente en tres estados sociales.
Los llamados vecinos eran el grupo minoritario dominante, de mayor prestigio social y acaparador del poder político y económico. Estaba formado por funcionarios públicos de origen europeo (mayoritariamente clérigos y militares) y los imazighen insulares de extracción noble acomodados a su cultura. Residían en pequeños gérmenes poblacionales que darían lugar, con el paso de los siglos, a los principales centros urbanos canarios.
Los vecinos de origen amazigh estaban subordinados a las duras leyes que se emitían desde las instituciones coloniales por parte de sus homónimos de origen europeo. Estas leyes o acuerdos, junto con el Santo Oficio de la Inquisición, llevaron a cabo la aculturación en forma de cristianismo de los usos, creencias y costumbres de todos aquellos imazighen insulares que se trataban de acomodar a las nuevas estructuras sociales. Es por ello que muchos de éstos se vieron obligados a ocultar su origen a través de falsas genealogías, para así poder gozar de cierto prestigio e igualdad social con sus homónimos europeos. De no ser así, continuarían marginados socialmente, siéndoles negado incluso el acceso a los escasos y pobres centros educativos existentes en las ciudades-germen.
Los denominados en las escribanías públicas como guanches, eran un grupo social que no gozaba de prestigio, pero su presencia no molestaba a los intereses de la clase dominante. En principio, este grupo no oponía resistencia a la presencia europea en la isla, pero continuaba desarrollando su cultura autóctona en la periferia de las ciudades-germen. Los guanches vivían al margen de la legalidad emitida por las instituciones coloniales, que condenaban la residencia fuera de poblado. Pero al ser el grupo mayoritario, su posición política no beligerante con los intereses europeos fue respetada por las autoridades coloniales para mantener la paz que necesitaban en las islas. Se dedicaban al pastoreo y a la agricultura, y vivían generalmente en los poblados de cuevas o casas de piedra de los campos y cumbres. Mantenían relaciones comerciales con los vecinos.
Por último, los llamados alzados componían el grupo social antagónico a los vecinos. No aceptaron del colonialismo sino los nuevos utensilios bélicos para ofrecerle resistencia. Su labor consistía en dirigir ataques contra las ciudades-germen con el fin de recuperar sus ganados y cultivos, usurpados por los europeos. De esta manera, les hacían la vida imposible, obligándoles a volver a las armas o a zarpar hacia su continente. Su forma de vida se asemejaba a la de los guanches, con la diferencia de que al ser una clase opuesta a los intereses de los vecinos, estaba perseguida duramente por sus instituciones. Aún así, muchos vecinos imazighen insulares se rebelaron contra sus homónimos invasores como consecuencia de la labor propagandística anticolonialista llevada a cabo por los alzados. Lo mismo ocurrió con muchos guanches, e incluso, con los nuevos esclavos negros e imazighen traídos por los europeos desde el Continente africano.
Hubo islas en las que las instituciones coloniales enviaron cartas a los Reyes Católicos pidiendo una nueva intervención militar para hacer frente a las hordas alzadas. Sin embargo, la digna labor llevada a cabo por los alzados se vio mermada por las duras leyes que condenaban el alzamiento, entre las que se incluía la pena capital, la venta como esclavos en mercados europeos, o el exilio hacia otras islas.
Con el paso de los siglos y el crecimiento de los núcleos poblacionales coloniales (mediados del siglo XVIII), una parte los guanches se fue acercando a las filas de los vecinos, renovando el legado africano y aportándolo en la cultura criolla oficializada de las antiguas ciudades-germen (ahora auténticas ciudades). Por otro lado, una parte de los alzados abandonó su vida condenada por las duras leyes coloniales para engrosar las filas de los guanches. Debido a rigidez legislativa de la época y a la miseria material provocada por las diferencias de tenencia, la mayoría de los alzados dejó atrás su actividad política y militar anticolonialista para poder sobrevivir en el duro medio insular. Sin embargo, la casi totalidad de guanches y alzados se estableció en los núcleos rurales y cumbreros de las islas. Debido a ello perdieron completamente su prestigio social, tachados por los vecinos con distintos apelativos, como son los populares de magos o maúros.
Estas gentes humildes se siguieron dedicando a la dura vida campesina (pastoreo nómada, ganadería, pesca y agricultura), sumidos en la más absoluta miseria material. Trabajaron en régimen y estado de esclavitud en la explotación colonial de monocultivos, como lo fueron la caña de azúcar, la extracción de tintes, el cultivo de la viña, el plátano, el tomate, etc. Como consecuencia de la tenencia de aguas, tierras y ganado por parte de una pequeña minoría de vecinos, la forma que adoptaba la explotación se realizaba a través de la medianería. Esto significa que la propiedad de los medios y el producto obtenido correspondía al propietario, mientras que los medianeros (campesinos trabajadores) se quedaban con las partes no incluidas en el proceso de producción (el suero de la leche, las frutas podridas o sus cáscaras, las papas bichadas, etc.).
Estas relaciones socioeconómicas serviles obligaron a los magos a emigrar en condiciones infrahumanas hacia otras tierras (Cuba, Venezuela, Guinea, Sahara, etc.) en busca de sustento, lo que posteriormente les permitió adquirir aguas, tierras y ganado. La servidumbre imperante fue la causante de la mayor aculturación psicológica, idiomática, religiosa y cultural de los imazighen insulares. El proceso aculturizador se vio catalizado por la presencia de instituciones como la Iglesia, la cual prohibía las manifestaciones culturales autóctonas. Sus formas de castigo evolucionaron desde los cruentos juicios de
la Santa Inquisición, hasta el escarmiento desde el púlpito, amparado y ejecutado por el poder político-militar.
Pese a la labor aculturizadora emprendida desde las instituciones coloniales para establecer lo europeo y lo español como seña de identidad y de prestigio, en las zonas rurales y en los núcleos urbanos periféricos, los magos o maúros han sabido conservar una gran cantidad de aspectos culturales heredados de sus antepasados. Por supuesto, las instituciones culturales coloniales han tratado de ocultar esta herencia notable, enmarcándola en un absurdo punto de vista españolista o europeísta.
En nuestras universidades, donde abunda el prestigio de la cultura occidental, no ha existido jamás un organismo que estudie y difunda la cultura de los pueblos africanos prerromanos y preislámicos. En cambio, estos organismos se encuentran actualmente en muchas universidades de ciudades españolas y europeas que nada tienen que ver con África o con la Historia Africana. Este es uno de los numerosos ejemplos del desprecio hacia la realidad geográfica, antropológica y cultural del Archipiélago Canario. Es decir, una muestra más, en pleno siglo XXI, del colonialismo etnocéntrico emprendido en las ciudades-germen del siglo XVI en Canarias.
El humilde estudio que se lee a continuación pretende desmitificar el absurdo tópico de la aniquilación guanche. Pues según demuestra la ciencia histórica, los únicos genocidas de nuestro pueblo han sido los historiadores subvencionados por las instituciones públicas canarias, que han inventado exterminios con argumentos surrealistas.
La continuidad biológica del pueblo amazigh insular de Canarias es algo que se viene demostrando históricamente desde la correcta lectura de las crónicas (siglos XVI y XVII), las observaciones de los viajeros ingleses (s. XVIII), seguidas de los estudios antropológicos de Verneau (1887), Bethencourt Alfonso (1912), Fischer (1931), Wölfel (1957), Schwidetsky (1957), Fusté de Ara (1958), García Talavera (1991), y un largo etcétera que abarca hasta las publicaciones más recientes. Todos ellos han coincidido en el gran parecido físico que poseen los isleños actuales con sus antepasados precoloniales y con las actuales poblaciones imazighen continentales más recónditas.