V – Republicanos y antirrepublicanos Pero, antes de examinar la actividad de García Quintana, conviene que echemos un vistazo a las fuerzas políticas presentes en el Valladolid republicano. Comencemos con las afines al nuevo régimen.
El gran centro que movilizó la efervescencia política republicana en la capital del Pisuerga fue, sin duda, el Casino Republicano, fundado en 1888. Estaba ubicado en el número 26 de la calle Leopoldo Cano, y reunirá (desde 1930) a los más comprometidos con el ideario republicano. Foco de intensas tertulias y debates, esta sociedad promoverá iniciativas educativas de carácter laico y ayudas dispensadas a los obreros en paro, entre otras medidas.
Otro núcleo de difusión del republicanismo fue la Casa del Pueblo, impulsada por el PSOE vallisoletano en 1910, localizada desde 1928 en la calle Fray Luis de León, concretamente en lo que fue el viejo palacio de los Marqueses de Valdesoto, dañado por un incendio y reconstruido de manera vanguardista por el arquitecto Jacobo Romero. La Agrupación Socialista Vallisoletana fue creada en 1894 por el tipógrafo
Remigio Cabello; y en 1931 contaría con cerca de 1600 afiliados. El PSOE sería decisivo en el Ayuntamiento vallisoletano, y que mostraría esa división interna entre moderados y radicales (caballeristas) que tano daría que hablar a partir de 1934.
La Agrupación al Servicio de la República (réplica de la constituida a escala nacional por Ortega y Gasset, Pérez de Ayala y Marañón entre otros) llegó en mayo de 1931 a Valladolid. Estuvo presidida por el erudito
Narciso Alonso Cortés (en la imagen), relevado posteriormente por el catedrático Vicente Guilarte. Desaparecida en octubre de 1933, contaría entre sus integrantes de primera hora con el mismísmo Francisco de Cossío, director de El Norte de Castilla y feroz enemigo de la República tiempo después.

Alianza Republicana se dejó sentir en Valladolid allá por 1928. Estuvieron vinculados a ella hombres tan renombrados en la época como Manuel Gil Baños, Andrés Torre Ruiz, José A.G. Santelices, Eduardo López Pérez y Apolinar Polanco. La existencia de Alianza Republicana, sin embargo, no sobrepasará octubre del 34.
El Partido Radical, por su parte, llegará a Valladolid en 1931, apadrinado por el mismísmo Lerroux; en él estarán (además del citado Narciso Alonso Cortés) personalidades relevantes como Julio Guillén, Jesús Beneitez, Ángel Altés, Ciro de la Cruz, Apolinar Polanco, José María Stampa, Joaquín M. Álvarez Taladriz, el veterano Eustaquio Sanz T. Pasalodos y, llegados en 1933, la mayoría del grupo de seguidores de
Santiago Alba, que en ese mismo año anunció su afiliación al Partido Radical. La sede de esta formación política deambuló desde el Casino Republicano hasta la calle Santa María, pasando antes por el número 26 de Leopoldo Cano y el 18 de la calle Santander.
Tampoco faltaron en esta ciudad “sucursales” de las formaciones promovidas a escala nacional por Niceto Alcalá Zamora (primer presidente de la República) y Miguel Maura (ministro de la Gobernación hasta octubre de 1931). Así tenemos a la Derecha Republicana Conservadora, creada en Valladolid en junio del 31 por José Serrano Pacheco, Manuel Martínez de Tena y Felipe González Vicén, entre otros. Sujeto a los vaivenes experimentados a escala nacional, en 1932 dejó paso al Partido Republicano Conservador, que contó con la presidencia provincial de Vicente Guilarte, y cuya sede se situaría en la calle de Santiago, número 52. No tardaría Guilarte en dar el salto a la Derecha Liberal Republicana.
La azañista Acción Republicana, surgida en 1925, aparecerá en Valladolid cuatro años más tarde, si bien no se consolidará hasta 1931. Presidida por el prestigioso intelectual Andrés Torre Ruiz, que llegará a ser rector de la Universidad vallisoletana, contará con figuras políticas como Manuel Gil Baños e Isidoro Vergara, sin olvidar a personalidades como Gonzalo Iglesias, José A. G. Santelices o Eduardo López Pérez. De su primera sede, ubicada en el número 10 de la calle Montero Calvo, Acción Republicana pasará a establecerse en el 8 de la calle Arces.
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Fue en 1934, una vez materializado el triunfo electoral del centro-derecha lerrouxista en los comicios nacionales, cuando Acción Republicana y el Partido Radical Socialista se fusionaron, dando lugar a Izquierda Republicana, partido que en Valladolid heredó todos los militantes de Acción Republicana. Establecida en el número 2 de la calle Arces, Izquierda Republicana tendrá a Luis Lavín (futuro Gobernador Civil de Valladolid), Manuel Gil Baños, Isidoro Vergara y Serafín Alcover entre sus más destacados integrantes.
De octubre de 1930 data la creación del Partido Radical Socialista, acaudillado a escala nacional por Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz, formación política que contaría con Enrique Pons, Juan Vega y Enrique Curiel como principales auspiciadores en Valladolid. Si en las primeras elecciones municipales logró obtener importantes concejales, unidos todos ellos por la fe anticlerical, en 1932 padeció una división interna que daría pie a la aparición de un nuevo partido, Izquierda Radical Socialista, partido liderado por Juan Blanco Ovejero a escala local y por Juan Botella Asensi a escala nacional.
El fervor republicano se apoderó también (y de qué manera) de un importante sector femenino de Valladolid, naciendo así la Unión Republicana Femenina. Existente hasta junio de 1932, estuvo presidida por María López de Landrove, y no tardó en airear las ínfulas feministas abanderadas por Clara Campoamor, Victoria Kent o Margarita Nelken.
Y no hemos de pasar por alto la existencia de la potente Federación Universitaria Escolar (FUE), con sede en la calle Montero Calvo, 44-50. Este grupo de estudiantes progresistas tuvo entre sus filas a los jóvenes José Suárez Carreño, Félix Lefler y Antonio Tovar. Mencionemos, además, a una serie de asociaciones de tendencia republicana: el Ateneo de Valladolid, la Asociación de Amigos de Zorrilla o el Rotary Club; todas ellas de tendencia progresista; al igual que la Masonería vallisoletana, cuya sede estaba en Fuente Dorada. Presidida por José Getino, la logia masónica de Valladolid ( llamada Constancia nº 17) fue la más relevante de Castilla y León, sus componentes eran burgueses liberales. Salvo casos excepcionales, los integrantes de Constancia nº 17 que ejercieron responsabilidades políticas las llevaron a cabo en Acción Republicana/Izquierda Republicana y en el Partido Republicano Radical.

Hablemos ahora de las fuerzas contrarias a la República presentes en Valladolid. Como determinante elemento socializador del conservadurismo antirrepublicano hemos de señalar a las Casa Social Católica, fundada en 1915. Eficaz instrumento de movilización católica, agrupaba en su seno un amplio ramillete de obras sociales: Cooperativa de Consumo, Caja de Ahorro y Préstamos, Bolsa de Trabajo, Mutualidad Maternal (Consultorio), etc. Financiada económicamente por la alta burguesía vallisoletana, esta institución de inspiración antisocialista promovió también actividades de ocio, como la Coral Vallisoletana, el Teatro-Cine Hispania o la propia cantina de la Casa. Por otra parte, en el número 29 de la calle Libertad tuvo su sede el Centro Tradicionalista, auspiciado por hombres socialmente relevantes, como José Melero, Justo Garrán y José María González de Chavarri.
Ya en el ámbito de los partidos políticos, debemos reseñar al Bloque Agrario, constituido en 1932 como prolongación del Partido Nacional Agrario, fundado dos años antes. Representante de los intereses de la aristocracia castellanovieja, en esta formación figuraron personajes como Antonio Royo Villanova o Pedro Martín, diputados en 1931. Tres años después, el Bloque Agrario se diluyó en el Partido Agrario Español, liderado a escala nacional por
José Martínez de Velasco y Escolar, natural de Aranda de Duero.
El germen de la derecha antirrepublicana más potente fue Acción Nacional, formación urdida en los ambientes clericales. Forzada, por imperativo legal, a cambiar su nombre por el de Acción Popular, en ella figuraron Sebastián Criado del Rey y Rafael Alonso Laceras, carismático lider del sindicalismo católico vallisoletano. En 1933, Acción Popular se adhirió a la CEDA del salmantino Gil Robles, coalición que en las elecciones de aquel año lograría convertirse en la primera fuerza política del Parlamento, aunque sin fuerza necesaria para formar Gobierno.
El fascismo vallisoletano se inicia con la aparición de las Juntas Castellanas de Acción Hispánica (JCAH), dirigidas por el célebre
Onésimo Redondo, a quien secundaban Jesús Ercilla, Emilio Gutiérrez Palma y Narciso García Sánchez. Las JCAH se incorporarían luego a las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (JONS), creadas en Madrid por el zamorano Ramiro Ledesma. El 4 de marzo de 1934 tendría lugar en el Teatro Calderón de Valladolid el acto fundacional de Falange Española de las JONS, al que asistió José Antonio Primo de Rivera. Los fascistas de Valladolid apenas sobrepasaron los 500 afiliados durante el período republicano; es más, en las elecciones de 1936 la candidatura encabezada por Enésimo Redondo y Primo de Rivera apenas alcanzó el 2% de los sufragios.

Enfrentados al régimen republicano (aunque desde idearios y motivos opuestos a las fuerzas antirrepublicanas que acabamos de ver) se hallarán también el PCE y la CNT. Raquítico era, sin duda, el PCE en la capital del Pisuerga, que en 1931 contaba sólo con 15 miembros. Entre los primeros militantes comunistas vallisoletanos sobresale
José del Barrio Navarro, que llegará a ser el secretario general de la UGT catalana, y tendrá un relevante papel en la fundación del PSUC. Ya en los años de la Guerra Civil, organizaría Del Barrio la columna Carlos Marx e intervendría en la Batalla del Ebro al frente del XVIII Cuerpo del Ejército Republicano. Expulsado del PSUC en 1943, emprendería actividades antifranquistas junto a otros afiliados. Su vida se extinguió en 1989.
En cuanto a la CNT local, será minúscula y poco efectiva. Según la documentación del Congreso cenetista de 1936, celebrado en Zaragoza, había 1036 afiliados a la CNT en la provincia de Valladolid, existiendo núcleos libertarios en Arroyo de la Encomienda y Medina del Campo.
VI – El nuevo ValladolidDurante el mandato de García Quintana se avanzó considerablemente en la difusión de la cultura política republicana a través de una serie de medidas que introdujeron avances decisivos para el bienestar de los ciudadanos, especialmente de los más humildes. Medidas relacionadas, básicamente, sobre la necesidad de secularizar la ciudad, hacerla más moderna y, sobre todo, incrementar el nivel de la enseñanza y extenderla lo máximo posible. García Quintana comulgaba al cien por cien con ese ideal, y casi todo lo cifraba en una labor educativa sin parangón: más escuelas y, desde luego, sustitución de la enseñanza religiosa por una laica y neutra, sin crucifijos ni hábitos. Si el artículo 26 de la Constitución republicana decretaba la expulsión de los Jesuitas y la incautación de sus bienes para labores de enseñanza, la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas (promulgada en junio de 1933) establecía la desaparición de todas las prerrogativas que tenía la Iglesia en España; entre ellas, desde luego, las relativas a la enseñanza.
Sin embargo, la lentitud del Ministerio de Instrucción Pública y la vuelta atrás decretada por el Gobierno de centro-derecha elegido en 1933 hicieron imposible dicha sustitución. Así que todo debió partir del esfuerzo edilicio. La labor fue ingente: de 59 escuelas y 3150 niños escolarizados a principios de 1931 se pasó, en apenas dos años, a 127 escuelas y más de 6500 escolares. No sólo eso, estaba previsto construir 71 escuelas más, con lo que el censo final de escolarizados llegaría a los 10000 niños:
“La actividad del Ayuntamiento de Valladolid es ejemplar…Justo es que consignemos aquí nuestro reconocimiento al señor alcalde-presidente, don Antonio Quintana, a quien la capital vallisoletana debe tantas iniciativas”.Escrita en 1934, la frase anterior (y otras muchas de similar o más encendido tenor) fueron obra de un organismo nada afecto a las ideas izquierdistas del edil vallisoletano: la Dirección General de Primera Enseñanza, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública del Gobierno centro-derechista de Alejandro Lerroux (Partido Radical). Y es que, tan encomiable había sido la labor pública del Ayuntamiento vallisoletano en esta materia, que dicha instancia elaboró un boletín oficial para elogiarla. Llevaba por título
El Ayuntamiento de Valladolid y la enseñanza pública. Una obra ejemplar, y fue elaborado el mismo año en que García Quintana fue destituido por el Gobernador Civil.
Una obra crucial que permitió rebajar el analfabetismo desde el 25 % de 1930 al 18 % de 1936, y de la que quedan no pocos vestigios. En efecto, en 1931 sólo existían cuatro grupos escolares: la Escuela Normal de Maestros (actual Colegio Público García Quintana), el Colegio Miguel de Cervantes, el Pi y Margall y el Macías Picavea.
“Las demás escuelas estaban instaladas en locales francamente inadecuados. Más que inadecuados, higiénica y pedagógicamente, francamente vergonzosos”, señalaba el citado boletín. Pues bien, en 1934 ya estaban construidos los colegios Pablo Iglesias, Manuel B. de Cossío, Giner de los Ríos, Miguel Iscar y Núñez de Arce, y a punto estaban de estrenarse el José María Lacort, el Joaquín Costa y el Concepción Arenal. Todos ellos, como vemos, bautizados con la nueva y triunfante nomenclatura republicana.

Además, la Escuela Normal de Maestros fue remozada y ampliada, en el colegio Miguel de Cervantes (situado en el barrio de Las Delicias) se construyeron una amplísima biblioteca pública y un comedor escolar, se pusieron en marcha otros siete comedores que atendían a 896 niños y daban de desayunar a 621, y el Ayuntamiento sufragó colonias escolares que llevaron a más de 1000 pequeños a la Sierra de Gredos, al balneario de Medina del Campo y al Pinar de Antequera. Por si fuera poco, otra biblioteca pública fue creada en el colegio Pablo Iglesias, y (algo inaudito hasta el momento) el Consistorio otorgó cuatro becas de 1500 pesetas al año para hijos de obreros y empleados cuyo jornal fuese inferior a 7 pesetas diarias, o entre 7 y 11 pesetas en caso de que tuviesen 4 hijos o más.
Educación, auxilio a los más necesitados, atención a los más pequeños, nuevos parques, mejoras urbanas…Aseguran que García Quintana apostó fuerte por construir una ciudad nueva, más amable y moderna, un Valladolid al servicio de todos. En sus dos mandatos al frente del consistorio, su actividad fue ingente. Una actividad asentada sobre la idea irrenunciable de que modernidad equivale a secularización y laicismo y a rebajar, aunque fuese por las bravas, el poder ostentado por la Iglesia. Quintana no se arredró: restringió los toques de campana que desde tiempo inmemorial regían la vida cotidiana, creó el cementerio civil, prohibió las procesiones de Semana Santa (volverían en 1935, siendo suspendidas de nuevo al año siguiente), eliminó las fiestas religiosas tradicionales, como las de la Virgen de San Lorenzo, y (sobre todo) procedió a sustituir la enseñanza religiosa por otra civil y laica: disuelta la Compañía de Jesús, el 23 de enero de 1932, el Ayuntamiento vallisoletano solicitó al Gobierno de Azaña la cesión del Colegio de San José para instalar en él la Escuela Normal de Magisterio Primario, mientras que cierto inmueble de la calle Ruiz Hernández, propiedad también de los jesuitas, fue convertido en escuelas primarias.

