Leyendo la versión electrónica del Diario de Burgos me he encontrado con este interesante artículo:
El olvido deja un patrimonio de bandera plegada (PATRICIA VALLEJO)
Ahora que parece estar de moda el debate de las autonomías y del Estatuto de Cataluña, queda más de relieve que nunca que los nacionalistas buscan su hecho diferencial. Pero lo cierto es que no han descubierto la historia.
De hasta los más mínimos detalles, los nacionalistas sacan ‘provecho’ porque a las comunidades autónomas con intereses autonómicos les importa buscar ese pasado que afirman les hace diferentes. No es el caso del resto y algunos historiadores se quejan de que parece que da vergüenza hablar de ello, de ese punto de unión que nos une a todos en un origen.
Es más: ‘se permite’ el expolio y el olvido de pequeñas (o grandes incluso) representaciones de nuestros antepasados que definen lo que hoy somos.
Pongamos por caso: ¿qué sucedería en Cataluña si se dejara de la mano Montserrat o en el País Vasco si los destrozos afectaran al Árbol de Guernica? La respuesta parece clara.
También ahora está de moda la Agenda 21, con la que ya cuenta Miranda y que pretende proteger el medio ambiente. Sin embargo, aún siendo positivo, los planos para definir el patrimonio parecen menos relevantes. Chocan con intereses urbanísticos y se ha perdido de vista que cuanto más atrás se viaja en el tiempo, más estrecha es la relación entre el hombre y el medio. Todo el mundo parece estar de acuerdo en que quien contamina paga. ¿Pero qué ocurre con el que destruye?
Muchos, quizá por desconocimiento, afirman que nunca hay nada, pero el hecho es que sí lo hay. En un espacio suficientemente pequeño, como es la comarca natural de Miranda, hay restos que merecen reconocimiento. Su puesta en valor quizá no pueda ser institucional, pero sí debería ser en el ámbito privado y por interés personal, que no cuesta dinero, ese eterno problema para las administraciones públicas. Porque hasta ahora el olvido está dejando a pequeñas muestras de lo que fuimos en una situación comprometida.
Se puede hacer entonces una afirmación contundente, tal y como afirma el arqueólogo mirandés Rafael Varón: «hay un desconocimiento de nuestro patrimonio en muchos sentidos».
En Miranda hay 28 yacimientos dclarados, pero hay muchos más. Sirva como muestra un botón: en todos los pueblos hay antiguas necrópolis.
Y se pueden poner ejemplos de los grandes desconocidos en la comarca, de mucho patrimonio material que se está perdiendo, e incluso otro inmaterial, y que ello implica perderse muchas lecciones de historia que harían entender mejor la formación del territorio de la cuenca de Miranda.
La figura de la Puerta de Las Heras de Santa Gadea del Cid. En su parte superior puede verse una figura humana que probablemente sea una estela funeraria romana y una de las representaciones humanas más antiguas de la comarca.
Al otro lado de la Nacional I se encuentra Bujedo, cuyo monasterio es una fundación del siglo X pero se basa sobre una torre que ya existía allí y de la que aún se conservan algunos sillares.
En el otro extremo y pasando Miranda, el curioso se encuentra con Arce, un pequeño pueblo que apenas llama la atención, incluso desconocido para muchos mirandeses. Su iglesia es un pequeño edificio, muy modesto, pero que conserva en su factura lo que probablemente sean restos de un edificio público romano. Y ello lleva a la conclusión de que el asentamiento romano de Deóbriga era algo más que un conjunto de casas al contemplar un edificio público.
También una casa del pueblo refleja restos de una inscripción en caracteres capitales latinos que podrían haber formado parte de una lápida conmemorativa y lo más intrigante es que nadie sabe de dónde han salido.
Pero aún hay más. Apenas a unos kilómetros, en territorio alavés, en Comunión, se puede encontrar una casa que tiene una estela romana que representa al Dios Vulcano. Como mínimo tiene mil quinientos años y su origen más probable es Cabriana, yacimiento arqueológico mirandés, tal y como destaca Varón. Con ello se da una idea de la relación en el pasado entre ambos territorios más allá de fronteras artificiales.
Los ejemplos se extienden. En Villanueva Soportilla existe una gran necrópolis con 260 tumbas excavadas en roca. A la vista se puede observar una piedra horadada, que es la antigua iglesia de esa necrópolis y podría ser un trabajo del siglo IX.
Pero no es la Iglesia rupestre más antigua. Habría que viajar a Encío para encontrarla. Cuesta mucho imaginar de un pequeño agujero con cuatro tumbas que fuera el núcleo de Encío, pero todo parece indicar a ello.
El pequeño templo se ubica en una carretera secundaria conduciendo de la localidad a la N-I y que se desvía a la izquierda. Precisamente aparece nombrado en la Carta del Obispo Juan del año 804, con lo que al menos es del siglo VIII. Al tiempo, está relacionada con los complejos eremíticos rupestres de La Rioja Alta, Treviño y el Alto Ebro. De nuevo el traspaso de fronteras...
Hay más ejemplos, muchos más como las antiguas canteras del polígono de Bayas, hoy cubietas de basura, el despoblado de Herrera cubierto ahora por la maleza y la vegetación, los restos de la torre medieval del Casco Viejo en la calle Olmo, etc... «No podemos quedarnos en posturas demagógicas. Hay restos susceptibles de ponerse en valor», comenta Varón. Y la conclusión es clara: el problema principal del patrimonio es que no se conoce y lo que no se conoce no se valora.
Durante años la necrópolis de Villanueva Soportilla ha albergado una pintada que rezaba ‘Gora ETA’, ahora diluida por el paso del tiempo. A nadie se ha oído criticar este hecho pero sí ha hecho hervir los ánimos las pintadas realizadas en el nuevo puente de Carlos III o en el ábside del Espíritu Santo.
Sin que ello sea negativo, los amantes de la historia y los que mejor la comprenden, los historiadores, piden políticas de protección que se asemejen en rigor y efectividad a las del medio ambiente, o al menos «que se tenga en cuenta el patrimonio como se hace en otras comunidades».
Patrimonio inmaterial.
El patrimonio inmaterial, menos tenido en cuenta aún que el material, también se está perdiendo a marchas forzadas. Puede servir de ejemplo la toponimia menor que contempla los nombres de parcelas, ríos, arroyos, algunos árboles... Nuestros mayores están muriendo y con ellos muchos nombres que desprenden sabiduría popular que hoy perdemos. Sólo contamos con planos parcelarios y muchas documentaciones de archivos de pueblos se están perdiendo. Curioso resulta que no se ha recogido esa toponimia, que históricamente hablando no está bien trabajada cuando en Álava, desde hace unos años, se está documentando y recogiendo de manera exhaustiva. Hay algunos ejemplos que reflejan su importancia: el camino carraleo de Ayuelas. Carra hace referencia a carretera y leo a León. Este nombre popular indica que probablemente la vía romana de Burdeos a León pasase por las cercanías.
Si se atiende a los nombres de pueblos, en la comarca hay muchas terminaciones en
-ana. Por ejemplo: Leciñana, Suzana, Moriana, Montañana... Ello estaría indicando la presencia de una villa romana. Apúntese entonces hacia Deóbriga, en Arce, que sería el punto neurálgico de gestión administrativa de la zona.
También podemos señalar otras curiosidades. El nombre de Orón, de la pedanía cercana a Miranda, es un hidrónimo. Se trataría del nombre de un río de origen indoeuropeo celta.
Más claro quizá resulte el caso de Santa Gadea del Cid. Siempre se conoció como Término, un nombre celta que significa el fin de algo, de una propiedad, en este caso del Reino de Castilla, fronterizo por esa parte con la localidad vasca de Puentelarrá.
A esto se pueden añadir otras pérdidas inmateriales tales como la costumbre de ‘pingar el mayo’, las celebraciones de determinadas fiestas, mercados o ferias, etc... Todo ello repercute en un olvido de sabiduría, en un olvido de lo que fuimos.