Pues los paÃses del paraÃso capitalista, cómo GB o Francia, en vez de haber tirado sus cabezas nucleares en territorio estatal, por lo general preferÃan tirarlas en Ãfrica o en OceanÃa. Es verdad, todos sabemos que la vida de los que votan a los que construyen las bombas vale más que la de los de los negros, moros e iletrados de terceros paÃses.
De lo que se preocupan los Estados Unidos por sus ciudadanos ya nos queda claro. No hace falta ver que las pruebas nucleares se han hecho en varios estados del paÃs pudiendo afectar a la población civil, basta con recordar Nueva Orleans o la gran cobertura sanitaria de la población.
Entre 1945 y 1992 se llevaron a cabo en Estados Unidos 1039 ensayos atómicos , la mayorÃa en el desierto de Nevada, a poca distancia de la ciudad de Las Vegas. Al principio también se realizaron ensayos en el PacÃfico Sur pero cuando aumentaron los costes se prefirió permanecer en el propio paÃs. Se destacó a un total de 380.000 personas para observar las bombas y con el efecto de la radiación. MuchÃsimos de ellos enfermaron de cáncer y se fueron consumiendo.
Nevada, en el oeste, es por tamaño el séptimo estado de Estados Unidos. Con unos 3 millones de habitantes, su densidad de población media es de tan sólo 8 personas por km2. La mayorÃa de la gente vive en ciudades como Las Vegas y Reno, y casi todo el estado, de muy escasa población, está cubierto por el desierto. Desde finales de la década de 1940, Nevada se ha convertido junto con el PacÃfico Sur en el emplazamiento más importante para la realización de ensayos atómicos. AquÃ, el 16 de julio de 1945, se probó la primera bomba atómica de la historia bajo el nombre de prueba Trinity.
Los norteamericanos habÃan elegido las islas Marshall para sus experimentos porque se encontraban lo suficientemente lejos de Estados Unidos como para no desencadenar protesta alguna entre la población norteamericana. Con todo, la llegada de militares, cientÃficos y expertos se asemejó a una invasión. Se desplazaron hasta allà unos 42.000 estadounidenses que querÃan estudiar de cerca y con tranquilidad el nuevo juguete, que hasta el momento solo se habÃa empleado dos veces.
En la patria, tanto el gobierno como la prensa exigÃan una perfecta documentación; y se les iba a proporcionar en torno al atolón se colocaron en posición mas de 600 cámaras. Se hizo volar incluso aviones no tripulados en el interior del hongo atómico. En beneficio de la investigación, durante los doce años se mantuvo a unos 5000 animales, entre cabras, cerdos y ratas, en barcos anclados ante la isla. Se querÃa ver cómo se pulverizaban, carbonizaban, calcinaban, se partÃan en pedazos o se consumÃan con horribles padecimientos, para comprobar el efecto del baby, que el fÃsico Edward Teller (1908-2003) consideraba como propio. El eslogan empleado debÃa justificarlos eternamente: For the good of mankind («por el bien de la humanidad»).
Las consecuencias de los ensayos
En los años siguientes, los ensayos atómicos fueron documentados de modo desacostumbrado y con un extraordinario detallismo. Sin embargo, siempre se postergaba su realización para cuando el viento soplara hacia el oeste, pues se querÃa impedir que el polvillo radioactivo fuera impelido hacia Las Vegas o Los Ãngeles. No obstante, con el curso de los años, se formaron lo que se llamó hot spots o lugares sobrecargados radiactivamente por todo Estados Unidos, alcanzando incluso Nueva York. Uno de los lugares que más ha sufrido con las explosiones y sus consecuencias es la ciudad mormona de St. George, en el estado de Utah.
Muchos testigos siguen contando que de niños veÃan rayos y hongos atómicos elevándose en el cielo. También cuentan como muchos de sus compañeros enfermaron de leucemia. Para cuando el gobierno se dio cuenta de que habÃa una relación directa entre las muertes por cáncer y los ensayos atómicos, era ya demasiado tarde. Desde 1988 el gobierno ofrece 50.000 dólares estadounidenses por cada uno de los muertos de cáncer, una suma que muchos ciudadanos rechazan por considerarla un precio de sangre.
Los soldados estacionados en Nevada se encontraban casi siempre a no más de 3 Km. de distancia de los lugares de explosión. Pues aunque la Comisión para la EnergÃa Atómica habÃa prescrito 11 Km., la dirección militar elegÃa la distancia más corta y también enviaba a los soldados al centro de la explosión al cabo de 45 minutos para endurecerlos de cara a los daños atómicos. 380 000 soldados tuvieron que tomar parte en el ensayo y muchos murieron de cáncer.
Jonathan Parfrey, de la organización Médicos por la Responsabilidad Social de Los Angeles, habló de 11.000 muertos de cáncer a causa de los ensayos atómicos, y entre 100 000 y 150 000 personas que enfermaron gravemente, asà como de 120 000 casos de cáncer de tiroides debidos a la liberación de yodo 131 radioactivo.
Desde luego, los soviéticos no eran tontos -eran igual de listillos-, y no hacÃan las pruebas bajo el Kremlin.

