LA CATEDRAL DE LA MENTE
Frente al gran pedestal de la catedral de la imaginación, donde se para uno para meditar.
Suenan trompetas de cúpulas de alcatraces, y la vida deshumanizada de la gran mayoría de humanoides, grises y sin sombras, en las capitales del capitalismo.
Capitalizada por el quiero tener más de lo que poseo, a toda costa.
¿No entiendo muy bien, a muchas gentes, si no estás a favor del capitalismo porque quieres tener sus costumbres de vestir sus vestiduras, e imitar sus desmesuradas avaricias, de un consumismo atroz, como nuestros hermanos los simios?
Siempre me he hecho esta misma pregunta, sin respuesta.
Muero y moriré agazapado a la rosa roja que me vio, nacer.
Iluminaste con velas a tus gentes, cepillando con sal los dientes de tus gentes enjuagándotelos con ron de aguardiente, para quemar y callar las gargantas de tus residentes.
Dando comida a tus gentes, como si fueran ratones, haces que trabajen como cabrones, límpiate bien sin papel, endulza los cafés con miel.
Monta un carretón de mulo, y apriétense bien el culo.
¡Ah! no dejen de gritar viva Fidel.
Y luego fue la sangre y las cenizas.
Después quedaron las palmeras solas.
Y aquí yo llevan en la solapa una sola rosa roja.
Porque las rosas rojas, que están quedando en el camino, son pisoteadas, por los que quieren hoy se hacen llamar socialistas.
Burgueses capitalistas, de una Espuña que va a padecer, los que menos tienen.
Oscurecía lentamente al ritmo angelical de las notas musicales emitidas por el corazón del poeta.
Sus cabellos largos y rizados.
Parecían adornos brillantes altamente relucientes, la cabeza siempre bien limpia, los cabellos ya grises, y sus manos ya comienzan arrugárseles, ya empieza a estar cansado de tanta lucha, para oídos sordos…
2010-05-31 arte-william
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