En la noche de San Juan (Solsticio de Verano), en la localidad soriana de las tierras altas, mas concretamente en el pueblo de Pedro De Manrique. Tiene lugar uno de los festejos mas ancestrales, desconocidos y curiosos de toda la penÃnsula ibérica.
Dicho ritual es conocido con el nombre de; El paso del fuego.
Antes de las doce, el público del graderÃo se prepara, ante el fuerte calor que despide la alfombra roja, para asistir a esta celebración arcaica que se ejecuta hacia poniente y que los expertos señalan como ritual iniciático o medio para lograr la inmortalidad a través de la hoguera purificadora. Sea como fuere, el Paso del Fuego es uno de los momentos más emocionantes del calendario festivo más allá de las fronteras provinciales.
El paso del fuego consiste como ya hemos adivinado, en atravesar una alfombra de brasas, ardiendo al rojo vivo. La dificultad llega al realizarse este ritual de valentÃa por un hombre o joven descalzo, sumándole en algunos casos el peso de una doncella a sus espaldas.
Todo parece indicar que este ritual procede de la herencia directa de los pueblos celtas en la provincia de Soria. En la noche del fuego, los viejos pobladores de la Castilla indoeuropea pre románica, rendÃan honor a sus dioses tribales mediante el ritual. Mostrando asà su valentÃa al caminar descalzos sobre las brasas al rojo en la noche del solsticio. Posiblemente mezclando asà una fusión de simbolismos; por un lado la valentÃa de sus guerreros, y por otro la purificación de estos al atravesar el fuego.
La imagen idÃlica y épica, de cientos de guerreros celtas armados con sus escudos y espadas entorno a unas brasas. Golpeando y gritando con sus armas ante el caminar de uno de ellos venciendo al miedo, y consiguiendo la admiración de sus compatriotas tribales. No distarÃa mucho de una realidad, si pudiéramos retroceder 2000 años a las tierras altas de esta provincia.
Al mismo tiempo que los hombres se preparan para el paso del fuego. Las mozas se preparan para el ritual de las mondidas. Cuentan que estas muchachas de vestido blanco y un extraño cesto en la cabeza con flores de pan y largas varitas de harina y azafrán (arbujuelo) son el recuerdo de la abolición del Tributo de las Cien Doncellas tras la derrota musulmana: dicen también que no son sino la encarnación de las antiguas sacerdotisas celtÃberas... Son algunas de las tesis, infinitas, que giran en torno a una fiesta antigua y espléndida en Tierras Altas.
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