Hola a todos, soy Josearriacense, he mudado de perfil, para eliminar el nombre, ya que, si bien es bueno que se conozcan mis circunstancias, conviene que solamente lo conozcáis "los buenos", es decir, los que lleváis tiempo en el foro, ya que no creo adecuado que el resto de nuevos foreros conozcan mis circunstancias políticas... uno nunca sabe dónde puede estar el bipartidismo camuflado... jeje. Es decir, seguiré subiendo cosas de Guadalajara, pero "anónimamente" para los nuevos...
Para inaugurar mi nueva imagen, he elegido como nick a Francisco de Medina, jurista, presidente de la Audiencia de Guadalajara y líder de la revuelta de las Comunidades de Castilla en la ciudad. Fue, literalmente, el ideólogo e impulsor, uno de los más principales, del levantamiento comunero en Guadalajara, junto con el Conde de Saldaña (hijo del Duque del Infantado) y Pedro de Coca. Asimismo, Francisco de Medina fue uno de los tres procuradores que, una vez en armas, Guadalajara envió a la Santa Junta. En la escena política del momento dominaba en la ciudad (y en todo el territorio de la actual provincia) el omnímodo Don Diego Hurtado de Mendoza, III Duque del Infantado y IV Marqués de Santillana. Su hijo primogénito se llamaba Íñigo López de Mendoza, con el título de Conde de Saldaña hasta que sucediera a su padre. El Conde de Saldaña, joven por entonces, era un decidido partidario de la causa de los comuneros, y se decantó a su favor desde el principio, participando en ella y levantando a la población de Guadalajara, pero al final fue apartado a la fuerza por su padre, el Duque, mucho más prudente, y que esperaba ver cuál era el bando con más probabilidades de ganar para decantarse por él. Pongo por aquí la historia del levantamiento comunero en la antigua Arriaca, con estractos de crónicas y cartas de la época:
LA REVUELTA DE LAS COMUNIDADES (1520-1521) EN GUADALAJARAUn tal Duarz, agente secreto de Adriano de Utrecth en Guadalajara, escribió al cardenal la siguiente relación de los hechos acaecidos en la ciudad, detallando la participación de Francisco de Medina, doctor de la ciudad, y el joven Conde de Saldaña:
"Suçedio que el honrrado doctor de Medina, como plático saludador e sacamuelas, fizo al pueblo que estaba junto una larga fabla en favor de la Comunidad, con tantas esclamaciones a manera de sermon, puesto de pies sobre un poyo a la puerta de San Gil, y el señor Conde de Saldaña de la mesma manera, con una cruz en la mano como comisario a despedimiento de cruzada, tomando juramento a todos, viniendo a poner la mano en la cruz uno a uno, que tardó bien dos horas, y el señor Conde á traydo oy la vara del Común, conçertado de poner corregidor y acabar de derribar todas las paredes de las casas de los procuradores y sembrallas de sal, y espéranse muchas novedades. Créese que el señor Duque ha huido, y saliose afuera de la çiudad a rretraerse a Buytrago desde Guadalajara".
Guadalajara envía entonces tres procuradores a la Junta Santa de Tordesillas: al citado doctor Francisco de Medina, al regidor Juan de Urbina y a Diego de Esquivel.
Al poco, el cardenal Adriano escribe a Carlos V en una carta secreta, detallando los cabecillas de la revuelta en cada ciudad, y poniéndolos en el punto de mira de la ira regia. De Guadalajara escribe:
"He sabido la rebuelta que hay en guadalaiara por los miradores que consintieron en las Cortes. Fue provocada por el fijo mayorazgo del Duque del Ynfantadgo".
El Duque, al conocer noticia de la misiva, inmediatamente aparta a su hijo mayor de la revuelta, obligándole a salir de Guadalajara por la fuerza y recluirle en Lupiana, y posteriormente en su señorío del Infantado (aldeas de Alcocer, Salmerón y Valdeolivas), sabiendo que a buen seguro le sobrevendrá la ruina de su casa y familia si no corta las aspiraciones de su hijo. El Duque, asimismo, alarmado por los acontecimientos, amenaza al doctor Francisco de Medina, principal de la ciudad, al que intenta apartar de la revuelta. Mientras tanto, el Común de Villa y Tierra de Guadalajara se llega al Palacio del Infantado acompañado de una muchedumbre que les aclama (a los representantes populares), con la pretensión de ver al Duque. Éste les recibe, les recomienda calma y manda a un escribano tomar nota de todo lo que allí se diga. Los representantes de Común de Guadalajara le exponen lo siguiente:
"Que los procuradores havían otorgado çiertos pechos e ynpusiçiones muy grandes en su perjuizio y de todo el Reyno, asi como el serviçio et otros pechos que havían de pagar de cada cosa por la cabeça de las personas que en cada casa ovyeren, e por los haber conçedido, los dichos procuradores eran dignos de castigo, y estando juntos les fue dicho por el señor Duque que les satisfaria dello e que les daria el rremedio et tomaren su parescer".
Ante las vagas promesas y la flema del Duque (dispuesto a lo que fuera con tal de desalojar al Común de su palacio y mantenerse a salvo), los representes se encrespan y se producen momentos de alboroto y tensión, a lo que el Duque manda al escribano "que diese testimonio de la bellaquería y desacatamyento de los bellacos, y lo que con ellos ha pasado para que Su Magestad los castigue". A continuación, el Duque llama a la guardia y expulsa a los representantes de su palacio.
La situación es ahora violenta: la plebe, enfurecida y exaltada, está acaudillada ahora por un carnicero, Pedro de Coca, un albañil, Diego de Medina, y un albardero apodado "el gigante", que destituyen a las autoridades arriacenses y nombran otras nuevas, forman una compañía de soldados y asaltan el Alcázar Real, poniendo guardias en las puertas de la ciudad para que nadie huya de ella (sobre todo el Duque). Posteriormente asaltan las casas de los procuradores, las destruyen y las siembran de sal. Guadalajara queda tomada por los comuneros (salvo el palacio del Infantado, residencia del Duque, que habían respetado porque esperaban, o bien ganarle finalmente para su causa, o emplearle como moneda de cambio).
Sin embargo, ésto último será la causa del fracaso. Desde su palacio, cercado, el Duque echa el resto en parar la revuelta como sea, puestas ya todas las cartas sobre la mesa. Tan pronto como logra reunir suficientes soldados, sale del palacio y ataca a los sublevados, apresando a los cabecillas y mandando ahorcar al carnicero Pedro de Coca, y a los otros dos. Tras el prendimiento y la horca de los cabecillas, la situación se aquieta inmediatamente y el Duque controla de nuevo el Alcázar Real, restituyendo en sus puestos a los cargos destituidos anteriormente por el Común. Así, el Duque promete la anulación del impuesto aprobado en La Coruña, y el perdón general del Rey a todos los participantes en la revuelta (pensando, obviamente, en obtenerlo para su hijo el Conde de Saldaña). El Duque escribe a Adriano de Utrecht para contarle la nueva, a lo que el cardenal manda carta secreta a Carlos V relatándole lo ocurrido:
"A veyntiuno deste, el Duque del Ynfantadgo me fizo saber que la ciudad de Guadalajara ya está reduçida a la obediencia real, y que le han restituydo la fortaleza y las varas de la justiçia, aunque con dos condiçiones, las cuales a dixo que trabaiaria en las procurar, no que absolutamente las haya prometido, es, a saber: que no hayan de pagar cosa alguna del serviçio conçedido en La Coruña, y que todas las cosas que hizieron en el levantamiento le sean perdonadas".
La revuelta comunera en Guadalajara había tocado a su fin.
Pie de foto: ábside mudéjar de la antigua iglesia de San Gil de Guadalajara, donde prendió la revuelta de las Comunidades, y en cuyo atrio se reunía el Concejo de la ciudad, a modo de "ayuntamiento".