Un potente sonido se escucha de fondo cuando alguien camina a media mañana por el Parque O’Donnell. “Suena a gaitas”, dicen algunos. Pero al acercarse la sorpresa es mucho mayor, un alcalaíno de 44 años, es el responsable de este asombro o, mejor dicho, su dulzaina castellana. Lleva cuatro años acudiendo a este lugar dos o tres veces por semana para ensayar con el instrumento, y lo hace aquí porque, dice, hacerlo en casa no es muy recomendable.
Y es que el sonido que desprende la dulzaina, de la familia del oboe, es muy grave, aunque, a diferencia de otros instrumentos, emite música muy dulce. Y claro, a lo largo de estos años, a Daniel le han ocurrido anécdotas de todo tipo. “La gente lo suele confundir con una flauta, aunque no tiene nada que ver. Muchos se acercan y me preguntan por el instrumento”, indica. Y con tantas interrupciones, los ensayos se ven paralizados de cuando en cuando por algún curioso. “A mi no me importa que vengan a preguntarme. De hecho hay gente a la que le gusta el sonido, me dicen que les alegro la mañana”, reconoce.
Este funcionario, que trabaja a turnos, se escapa cuando puede al parque para ensayar. “Vengo aquí porque está cerca de mi casa y me gusta. Además, yo me dedico a tocar sin molestar a nadie”, explica. “Normalmente vengo una hora y ensayo lo aprendido en la Escuela de Folklore de Guadalajara. Pero también aprendo muchas canciones por mi cuenta”.
Aunque en invierno, apunta, pasa mucho frío ensayando en el parque, es un lugar en el que ya conoce la dinámica. “Me han pasado muchas cosas. Una vez vino un chico joven y me preguntó por el instrumento y por cómo podía aprender a tocarlo. Le di los datos de la escuela y un poco más tarde se apuntó. Asimismo, una chica se acercó una vez porque conocía la canción que estaba tocando y en otra ocasión vino una excursión de niños de un colegio y me pidieron que les tocara una canción”, recuerda con una sonrisa.
De esta manera, Daniel dice que poco a poco se va conociendo el instrumento ya que “la música tradicional está abandonada”. Él la practica desde hace tan solo cuatro años porque ahora tiene más tiempo libre.
“Es algo que siempre me ha gustado y es una pena que la gente no lo valore porque la dulzaina es parte de nuestras raices, y seguro que algún alcalaíno tiene un tatarabuelo que la ha tocado”, señala. Pero este no es el único instrumento que toca. El pito castellano es otra de sus aficiones.En cuanto a la decisión de ir a Guadalajara a aprender a tocar el instrumento, Daniel explica que en Alcalá existe una escuela municipal pero no con las mismas condiciones que a la que el acude. “En Guadalajara el primer año te dan una dulzaina para que pruebes. Es un instrumento muy caro, que ronda entre los 1.000 y los 1.800 euros, y en Alcalá no tienes opción de saber si te gusta o no antes de tocarla. Si te apuntas aquí tienes que comprarla. Por eso decidí ir a Guadalajara”.
Asimismo,
denuncia que tanto el consistorio como la Comunidad de Madrid deberían impulsar más la música castellana, ya que, según él, se está perdiendo. “Es una pena porque es algo que nos diferencia de otros pueblos. En sitios como Galicia, esto se cuida y se respeta, pero aquí apenas se conoce”.
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