Verde blancura que desafía al oscuro terrorismo.
Quien transite en estos días por el malecón habanero en Cuba, divisará muy cerca de la Oficina de Intereses de los Estados Unidos, 138 amplias banderas. Su color negro le sugerirá luto, dolor, tristeza, pero mientras se acerque, descubrirá que las enseñas son mucho más que tributo: justo en el centro de cada una, resplandece la estrella blanca de la pureza, los ideales, la dignidad.
Como homenaje a las más de tres mil víctimas de los actos terroristas cometidos contra la nación caribeña, las banderas se alzaron hacia el cielo el lunes 6 de febrero, fecha en que los cubanos no sólo recordamos a inocentes muertos, incapacitados, o encerrados en cárceles norteamericanas por defender a los suyos del terrorismo, sino que denunciamos que tales hechos tienen su financiamiento, preparación y apoyo en el gobierno de los Estados Unidos, abierto cómplice de los grupos anticubanos radicados en Miami.
Por las víctimas y sus familiares, y por el pueblo que aún los llora indignado, ondea el negro de la tragedia y la pérdida, de la rabia y la protesta. Ondea su oscuridad para no olvidar que las tinieblas del terrorismo han arrancado valiosos hijos a esta tierra, y que sus garras se cobijan bajo la sombra de una administración que, desde ese edificio, insulta a nuestro pueblo y su obra con carteles y provocaciones.
Pero, que el caminante no piense que ese negro signa nuestros destinos. Sobre él, desde sus entrañas, emerge la fuerza que no ha convertido la rabia en odio, sino en impulso para la lucha y la denuncia, ondea la blanca estrella que ilumina, guía y engrandece.
Y ondea su luz para que no se olvide que ante cada patriota caído se levantan nuevas generaciones de hombres y mujeres dispuestos a continuar la marcha, y que sus únicas armas y recompensas son la ética, el honor y el compromiso .Y esa luz, por histórica y espiritual confluencia, es la misma que sobre el hombro de Fidel brilla para iluminarnos, guiarnos y engrandecernos, para reafirmarlo, más allá de su condición de Comandante en Jefe, en líder cercano e inspirador.
Fidel inspira y convoca. Su voz, su ejemplo, su sola presencia es símbolo y aliento; el verde olivo de su traje, rebeldía e identidad.
Por eso, cuando en la patriótica jornada de este lunes lo veía seguir, con la mirada y con el corazón, el vuelo de las banderas, les descubría a ellas un nuevo color: por sobre el negro, por entre el blanco, una estela verde, insurrecta y esperanzadora, se extendía desde el malecón de La Habana, abrazaba la Isla toda e inundaba de sueños posibles el futuro.
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