4- El mito de las masas revolucionarias
La izquierda, incluyendo a la socialdemocracia, los verdes y hasta a los partidos de la izquierda socialista de Europa y EE UU, siguiendo a sus mentores imperiales, y susceptibles a la propaganda de demonización de Gaddafi de los medios de comunicción de masas, justificaron su apoyo a la intervención militar en nombre del "pueblo revolucionario", de que las masas amantes de la paz "luchan contra la tiranía" y organizando milicias populares para "liberar al país". Nada puede estar más alejado de la verdad.
La raíz del levantamiento armado es Bengazi, un semillero de partidarios tribales y clientes del depuesto rey Idris, quien gobernó con puño de hierro un país semifeudal, quien otorgó una de sus mayores bases aéreas a EE UU (Wheeler) en la cuenca del Mediterráneo. Entre los líderes en pugna del "Consejo de Transición" (que pretenden conducir, pero que tienen pocos seguidores organizados) hay expatriados neoliberales que promovieron la invasión euro-norteamericana y que solo pueden llegar al poder utilizando los misiles occidentales. Ellos esperan poder desmantelar las compañías petroleras públicas asociadas en empresas conjuntas con las compañías multinacionales. Todos los observadores independientes informan de la ausencia de cualquier movimiento reformista (ni hablar de organizaciones revolucionarias o movimiento democrático).
Se informa de que las milicias armadas en Bengazi se han mostrado más activas a la hora de cercar, arrestar y ejecutar a cualquier miembro de la red nacional de civiles activos en los "comités revolucionarios " de Gaddafi, señalándolos arbitrariamente como "quintacolumnistas", que en comprometer a las fuerzas armadas del régimen. Los líderes más importantes de las masas "revolucionarias" de Bengazi son dos desertores recientes de lo que la izquierda llama el "régimen asesino" de Gaddafi: el anteriormente ministro de Justicia, Mustafa Abdul Jalil (quien procesó a disidentes hasta el día anterior al levantamiento armado), Mahmoud Jebril, un importante gaddafista neoliberal, destacado por invitar a las multinacionales a hacerse cargo de los campos de petróleo, y Ali Aziz al-Eisawa, el anteriormente embajador de Gaddafi en la India, quien cambió de barco cuando pareció que el levantamiento podía tener éxito.
Estos autoproclamados líderes de los "rebeldes" son partidarios acérrimos de la intervención euro-estadounidense, tanto como previamente habían sido partidarios de la dictadura de Gaddafi y promotores de las tomas de posesión de los campos de petróleo y gas por parte de las MNC. Los jefes del consejo militar "rebelde" son Omar Hariri y el Gral. Abdul Fattah Younis, anterior cargo del Ministerio del Interior, ambos con largas historias (desde 1969) de reprimir cualquier movimiento democrático. No es raro que estos mandos militares desertores hayan sido completamente incapaces de animar a sus tropas, simples reclutas, para sumarse a las tropas leales a Gaddafi, y que todos esperen poder subirse al carro de las fuerzas armadas anglo-franco-estadounidenses.
La ausencia de las mínimas credenciales democráticas entre los líderes de las fuerzas contrarias a Gaddafi está emparejada con su abyecta dependencia y servilismo a las fuerzas armadas imperialistas para que los aúpen al poder. Su abuso y persecución de los trabajadores inmigrantes de Asia, Turquía y especialmente del África subsahariana, sus falsas acusaciones de que son sospechosos de ser "mercenarios", auguran desgracia para cualquier orden democrático posible, o para la recuperación de una economía dependiente del trabajo inmigrante o de cualquier vestigio que quedara de un país unificado con algún parecido a una economía nacional.
La composición del autoproclamado liderazgo del "Consejo Nacional de Transición" no es ni democrática, ni nacionalista, ni es capaz de unir al país. Menos aún es capaz de crear puestos de trabajo, perdidos por el asalto armado al poder, y de sostener los programas de asistencia social y la renta per cápita más alta de África.
5- Al Qaeda
La mayor concentración geográfica de los terroristas de al-Qaida está precisamente en las áreas dominadas por los "rebeldes" (Cockburn: Counterpunch, 24 de marzo de 2011). Durante más de una década, Gaddafi, en sintonía con el respaldo a la agenda "anti terrorista" de Bush y Obama, ha estado en primera línea de la lucha contra al-Qaida. Ahora son ellos quienes se han alistado en las filas de los "rebeldes" que luchan contra el régimen de Gaddafi.
Del mismo modo, los jefes tribales, los clérigos fundamentalistas y los monárquicos del este han estado activos librando una "guerra santa" contra Gaddafi y recibiendo armas y protección aérea de los "cruzados" ingleses, franceses y estadounidenses, al igual que los talibanes y los fundamentalistas islámicos le dieron la bienvenida al apoyo de la Casa Blanca de Carter-Reagan para derrocar al régimen secular en Afganistán. La intervención imperialista está basada en "alianzas" con las fuerzas más retrógradas de Libia, con resultados poco claros sobre la futura composición del régimen, y con la perspectiva de una estabilidad política que permita al gran negocio del petróleo regresar y explotar los recursos energéticos.
6- “Genocidio” o guerra civil armada
A diferencia de los levantamientos populares árabes en curso, el conflicto libio comenzó como una insurrección armada, dirigida hacia la violenta toma de poder. A diferencia de otros gobernantes autocráticos, Gaddafi se aseguró el respaldo regional de las masas entre un sector sustancial de la población sobre la base de una bien financiada asistencia social y programas de vivienda. La violencia es inherente a cualquier levantamiento armado y, una vez que se esgrime un arma y se trata de tomar el poder, no existen fundamentos para reclamar que los "derechos civiles" de uno están siendo violados. Entran en juego Las reglas de la guerra, incluyendo la protección de los civiles no combatientes y el respeto por los derechos y la protección de los prisioneros de guerra.
Las infundadas acusaciones de "genocidio" por parte de Europa y EE UU, amplificadas por los medios de comunicación de masas occidentales, y repetidas por los voceros de la "izquierda” cual loros, son contradichas por los informes diarios de un número de muertos y heridos de uno o dos dígitos, resultado de la violencia urbana de ambos bandos, dado que el control de las ciudades y los pueblos va cambiando de un bando a otro.
La verdad es la primera víctima en una guerra civil y ambos bandos han recurrido a mentiras monstruosas sobre victorias, víctimas, demonios y ángeles.
Lo cierto es que este conflicto comenzó como una guerra civil entre dos élites: una autocracia establecida, floreciente, paternalista y neoliberal, con apoyo popular sustancial y, la otra, una elite financiada y entrenada por occidente, respaldada por un grupo amorfo de tribus regionales, clérigos y profesionales neoliberales sin credenciales democráticas ni nacionalistas.
Conclusión
Si no es el humanitarismo, el petróleo o los valores democráticos, ¿cuál es la fuerza impulsora de la intervención imperialista de Europa y EE UU?
Hay una pista en las elección selectiva de la intervención armada. En Bahrein, Arabia Saudita, Yemen, Jordania, Qatar, Oman, gobernantes autocráticos aliados de y respaldados por los gobiernos imperiales de Europa y EE UU han arrestado y asesinado impunemente a manifestantes pacíficos. En Egipto y Túnez, EE UU financia a una junta cívico-militar autoproclamada y conservadora para que impida una transformación social democrática y nacionalista profunda, para que promueva "reformas" económicas neoliberales dirigidas por cargos electorales pro imperialistas. Mientras los críticos liberales acusan a Occidente de "hipocresía" y "doble rasero" por el bombardeo de Libia, pero no en el caso de los carniceros del Golfo, en realidad los gobernantes imperialistas están usando idéntico rasero imperialista en todas las regiones. Ellos defienden a los regímenes clientes y estratégicos en donde poseen bases aéreas y navales, dirigen operaciones de inteligencia y plataformas logísticas para proseguir las guerras en curso en Irak y en Afganistán y para amenazar a Irán. Atacan a Libia porque aún se niega a colaborar con las operaciones militares de Occidente en África y el Oriente Próximo.
El aspecto central está en que cuando Libia permite que la mayoría de las grandes multinacionales europeas y estadounidenses saqueen su riqueza petrolífera, aún no es un activo geopolítico estratégico. Tal como escribimos en artículos anteriores, la fuerza motriz de la construcción del imperio estadounidense es militar, no económica. De hecho, se han sacrificado intereses de miles de millones de dólares en la implantación de sanciones contra Irak e Irán; la guerra de Irak cerró la mayor parte de la explotación de petróleo durante más de una década.
El ataque a Libia dirigido por Washington (la mayoría de las incursiones aéreas y los misiles están a cargo de aviones y submarinos de EE UU) es parte de un contraataque general contra los movimientos populares y prodemocráticos árabes más recientes. Occidente está respaldando la represión de los movimientos prodemocráticos en todo el Golfo, está financiando a la junta egipcia, proimperialista y proisraelí; está interviniendo en Túnez para asegurar que cualquier nuevo régimen quede "correctamente alineado". Respalda el despotismo en Argelia y los ataques diarios de Israel contra Gaza. Y ahora, en Libia, apoya un levantamiento de ex gaddafistas y monárquicos derechistas que prometen alinearse militarmente con los constructores de imperios de EE UU y Europa.
Los poderes regionales y globales impulsados por un mercado regional y global dinámico se niegan a entrar en este conflicto porque pone en peligro su acceso al petróleo, incluyendo la actual explotación a gran escala de fuentes de energía bajo el mandato de Gaddafi. Alemania, China, Rusia, Turquía, India y Brasil están creciendo a mucha velocidad al explotar nuevos mercados y recursos naturales, mientras que los estadounidenses, ingleses y franceses gastan miles de millones en guerras que desestabilizan mercados y fomentan guerras de resistencia a largo plazo.. Reconocen que los "rebeldes" no son capaces de obtener una victoria rápida, o de crear un ambiente estable para las inversiones a largo plazo. En el poder, los "rebeldes" se convertirían en clientes políticos de sus padrinos militaristas imperiales. Por otra parte, el empuje militar de los invasores imperialistas tiene consecuencias graves para las economías de mercado emergentes. Estados Unidos apoya a los rebeldes de la provincia china del Tibet y a los separatistas "rebeldes" de Uyghur en todas partes. Washington y Londres respaldan a los separatistas del Cáucaso ruso. La India está alerta por el apoyo militar estadounidense a Pakistán y sus reivindicaciones en Cachemira. Turquía se opone a los separatistas curdos apoyados por Estados Unidos y suministra armas a sus oponentes iraquíes.
El precedente libio de una invasión armada imperialista a favor de sus clientes separatistas presagia problemas para el mercado de las potencias emergentes. Es una amenaza viva para el floreciente movimiento libertario árabe. Y el golpe definitivo para la economía estadounidense: tres guerras pueden quebrar cualquier presupuesto más pronto que tarde. Pero, sobre todo la invasión socava los esfuerzos de los demócratas, los socialistas y los nacionalistas libios para liberar al país de la dictadura y los reaccionarios a quienes apoya el Imperio.
Artículo original:
http://petras.lahaine.org/articulo.php?p=1847 - Traducción resumida para Rebelión por Alina Palamarczuk