Desmembramiento del Reino de Pamplona-Nájera
Sancho el Mayor falleció en 1035 y fue enterrado, según algunos, en el Monasterio de San Salvador de la localidad burgalesa de Oña (pie de monte en lengua vasca), si bien la ciudad de León también alega albergar sus restos, por lo que no se sabe a ciencia cierta la localización exacta de su enterramiento.
En su testamento, legó el Reino de Pamplona-Nájera a su primogénito García; el condado de Castilla a Fernando; el de Aragón a Ramiro; y los de Ribagorza-Sobrarbe a Gonzalo. Siendo Garcia rey de Pamplona-Nájera y también de sus hermanos y sus condados. Los hijos no primogénitos eran, por tanto, vasallos de su hermano mayor y pese a que todos utilizaron el título de rex ("rey"), esto no debe considerarse como un reparto del poder, sino como una mera denominación aplicada a los hijos del rey de Pamplona muy habitual desde los inicios del reino. El propio Ramiro de Aragón jamás se denominó como rey en sus documentos, sino que lo hizo como hijo del rey Sancho ("prolis sancionis regis").
Este testamento anexionaba al Reino de Pamplona-Nájera, los territorios del Condado de Castilla que se encontraban entre el río Miera y Bizkaia, Castella Vetula (Castilla Vieja, la cuna de Castilla), Bureba y Álava, hasta orillas del Arlanzón. El estudio de documentos de la época provenientes de esta zona, aclaran el porqué de esta anexión, ya que según estos escritos, eran territorios poblados por vascos, hablándose euskara en el siglo XI, al suroeste, hasta el río Arlanzón, a las puertas de Burgos capital. En compensación por esta anexión, Sancho el Mayor, otorgaba a su hijo, Fernando, los territorios entre el Cea y el Pisuerga, pertenecientes anteriormente a León.
Una actuación, que denota la intención de Sancho el Mayor de Navarra, de preservar la unión de la población vasca en torno al Reino de Pamplona-Nájera. Dado que si bien Aragón, así como Sobrarbe y Ribagorza, los consideraba territorios seguros; Castilla, fue anteriormente territorio vasallo de León y al no estar afianzada totalmente la sumisión de León al Reino de Pamplona-Nájera, en cualquier momento podría cambiar el status quo en la zona, y perder, de esta forma, los territorios occidentales poblados por vascos. El rey Sancho no iba desencaminado, pues después de su fallecimiento, Vermudo III, no tardó tiempo en recuperar el Reino de León y reclamar los territorios entre el Cea y el Pisuerga a Fernando.
Los hijos no primogénitos, yendo en contra de la voluntad de su padre y de la estricta ley vascona de sucesión, no aceptaron ser gobernados por su hermano mayor; así como que parte de su territorio (en el caso del conde Fernando de Castilla) fuese anexionado directamente al Reino de Pamplona-Nájera, lo que les llevó a gobernar al margen de la corona pamplonesa. Acabando, así, por arruinar la voluntad de su padre de mantener a la población vasca unida y debilitando al Reino de Pamplona-Nájera, que acabará perdiendo el control de Gascuña, y con ella, el dominio de los territorios vascos continentales.
De esta forma, los condados de Castilla y Aragón terminarían convirtiéndose en reinos, unos reinos que tendrían vital importacia en el desarrollo político peninsular en los siglos venideros.
Fernando I de Castilla derrotó y dio muerte a su cuñado Vermudo III de León en la batalla de Tamarón (1037). Esta victoria sobre el rey leonés permitió al monarca castellano hacer valer los derechos de su mujer sobre León. Fernando se proclamó rey de León y Galicia y fue ungido como tal en la iglesia de Santa María de León en junio de 1038. Desde entonces tomó el título de Imperator ("Emperador"), tal y como hizo su padre al tomar el control de León.
Con la muerte de García, rey de Pamplona-Nájera, a manos de su hermano Fernando I de Castilla en la batalla de Atapuerca (provincia de Burgos, año 1054), quedó plasmada definitivamente la división de la población vasca peninsular (integrada dentro del Reino de Pamplona-Nájera) en tres reinos, algo que será fatídico para el futuro de la lengua autóctona, la vasca, en Castilla, Aragón y Cataluña. Representando la fractura definitiva en la trayectoria de los vascos hacia la compactación territorial y la estructuración política regida desde el foco navarro.
Esta fractura en la compactación territorial, y posteriores procesos de conquista y anexión de los territorios navarros, causará el que las entidades políticas de la Navarra marítima (Álava, Bizkaia y Gipuzkoa) y vasco-continentales (Lapurdi y Zuberoa) vayan desarrollando una articulación interna cada vez mayor, así como una identidad propia diferenciada a la navarra, basada en sus propios sistemas forales.
Castilla y Aragón al seguir su expansión hacia el sur en la reconquista, fueron aumentando más y más su población latina. Debido a ello, poco a poco el euskara, que era la lengua mayoritaría en esos reinos y lengua materna de los primeros reyes de Castilla y Aragón, fue perdiendo peso y desapareciendo. El romance hablado en los núcleos urbanos grandes del norte de Castilla y norte de Aragón, que derivaba del habla de los vascos romanizados, se fue extendiendo a los pueblos circundantes en los que el euskara era la lengua cotidiana. De esta forma el castellano y el aragonés, durante siglos de bilingüismo, fueron tomando paulatinamente terreno al euskara en las tierras de Castilla y Aragón.
Se debe recordar que los castellanos surgieron de la romanización de la tribu vasca más occidental, los autrigones; y que los navarro-aragoneses, por otro lado, surgieron de la romanización de la tribu de los vascones, que en la época imperial romana abarcaba La Rioja, Navarra y el norte de Aragón. De ahí la similitud de los dos romances, y al mismo tiempo, sus respectivas diferencias fonéticas, dado que aunque autrigones y vascones hablaban el mismo idioma, el euskara, la lengua vasca hablada por los vascones y por los autrigones era dialectamente diferente.
Posteriormente a la muerte de García Sánchez III el de Nájera en la batalla de Atapuerca a manos de su hermano, acarreando la ruptura definitiva en la compactación política vasca, su hijo SanchoRománico del siglo XII. Santuario de Estibalitz en Villafranca (Álava) IV Garcés, es asesinado también en Peñalén por sus hermanos Ramón y Ermesinda en el año 1076, haciendo desaparecer durante cincuenta y ocho años el Reino de Pamplona-Nájera. Este reino, durante este tiempo, permanecerá unido a la corona de Aragón.
Sancho Ramírez de Aragón se hace con el control de Navarra y rinde vasallaje a Alfonso VI de Castilla, quien a su vez se anexiona La Rioja, Bureba (actualmente en la provincia de Burgos), Gipuzkoa, Álava, El Duranguesado (actualmente en la provincia de Bizkaia) y Bizkaia.
Poco años después, el fracaso del proyecto castellano-aragonés, representado en el matrimonio de la castellana Urraka y el aragonés Alfonso I el Batallador, propicia la restauración del Reino de Pamplona-Nájera. En el pacto de Támara de 1127, Castilla hace renuncia de las tierras adquiridas en las fronteras navarras, restableciéndose los límites del reino de García Sánchez III el de Nájera, de nuevo independiente desde 1134, con García Ramírez, proclamado rey por los nobles del reino y entre los que tuvo una activa participación el conde Ladrón de Gebara (guebára); señor de Álava, Bizkaia y Gipuzkoa.