ArtÃculo de opinión publicado en EL PAÃS, el viernes 14 Septiembre:
[url]http://politica.elpais.com/politica/2012/09/13/actualidad/1347554529_341944.html]http://politica.elpais.com/politica/2012/09/13/actualidad/1347554529_341944.htmlCATALUÑA DISPUTA EL PODER A ESPAÑA
Montar un concierto fiscal solo frenarÃa el independentismo en algunos sectores
El aumento del anhelo independentista en gran parte de la población de Cataluña pone de relieve la creciente desinhibición de un sentimiento que durante mucho tiempo los catalanes han tenido psicológicamente bloqueado. Me refiero al sentimiento del poder. Expresarse sobre el poder a muchos catalanes les originaba vergüenza. Les producÃa un particular pudor. Una cierta violencia Ãntima. Cuando se descubrÃa en el fondo de un catalán una aspiración hacia el poder, se lo veÃa revestido en la forma de una concreción que obviaba entrar en la fuerza de dicho concepto. Y se hablaba del escaso reconocimiento del hecho diferencial, de la molestia que les originaba el café para todos, de la cuestión docente y cultural de la lengua, del injusto desequilibrio fiscal. Pero del poder, por sà mismo, no se decÃa nada.
En España no ha sido asÃ. En España el tema del poder se ha tratado siempre como ha venido en gana. Y con gran descaro. Cuando, durante muchos cursos, explicaba en la Facultad de Ciencias PolÃticas y SociologÃa la asignatura de Organización PolÃtica Internacional, me gustaba dedicar algunas clases a hablar de la Comunidad Iberoamericana de Naciones. A lo largo de los años, por la repercusión que tenÃa en el auditorio, convertà en costumbre hacer a los alumnos y alumnas la siguiente pregunta: “¿Qué paÃs iberoamericano ha tenido durante cien años cuatro guerras civiles? ¿Qué paÃs de dicha comunidad ha sufrido durante solo un siglo cincuenta años de dictadura?†Los alumnos y alumnas solÃan pronunciarse inmediatamente: Bolivia... Paraguay... Colombia... Ante mi espera de nuevas aportaciones, siempre habÃa alguien que rememoraba más y acababa diciendo lo que el profesor deseaba: ¡España! La hilaridad que causaba tal constatación en los alumnos erasmus era ciertamente singular, como venida de la sorpresa. En España, parte de Europa, el contenido de aquellas preguntas deberÃa haber tenido que ser imposible, pero habÃa sido verdad. Todo ello eran consecuencias del manejo constante del tema abusivo del poder. Poder que la Constitución vigente, al mencionar en su artÃculo 8 la “integridad territorialâ€, pone en las manos de las Fuerzas Armadas.
Hay otra manera, sin embargo, de tratar la cuestión de la disputa por el poder. A la manifestación del otro dÃa de Barcelona deben responder tanto el Gobierno como el principal partido de la oposición. Asà nos lo recordaba el editorial del dÃa siguiente de EL PAÃS, titulado Diada histórica. Deben responder, decÃa, tras hacer referencia a las malas respuestas parciales de los Gobiernos del Estado en esta última época. Pero... ¿Saben? ¿Pueden hacerlo?
El problema es que lo que hay detrás de la manifestación del dÃa 11 de septiembre tiene mucha envergadura. La posibilidad de montar para Cataluña un concierto fiscal como el que tienen los territorios históricos vascos y Navarra, ¿frenarÃa el independentismo? En algunos sectores, sÃ. No en otros, evidentemente. El haber logrado una consecución más podrÃa ser un estÃmulo para ir en pos de otras aún con más fuerza. Porque con el concierto la aspiración a la obtención del poder no se saciarÃa.
Saciar un apetito de poder solo puede lograrse ofreciendo una cota de poder mayor. Ello sucederÃa cuando Cataluña viera que dentro de España puede tener más poder que saliéndose de ella. Y aquà entran dos factores de singular importancia. Uno de ellos es Europa. Y otro, determinado tipo de federalismo nada mencionado.
La salida de Cataluña de España para entrar en Europa como Estado solo podrÃa hacerse pactando —al margen de la Constitución— con muchas renuncias, pues Cataluña tendrÃa que abandonar a la par que España, la Unión Europea. Paso convulso, que echarÃa para atrás a numerosos componentes de la opinión pública.
La construcción de un federalismo serÃa también una cuestión compleja. Un federalismo clásico formado a partir de las 17 comunidades autónomas existentes no gustarÃa en Cataluña. Un federalismo asimétrico no serÃa posible, pues va contra la esencia de lo que es el federalismo. Queda, pues, imaginar un federalismo muy utópico con unas unidades distintas a las comunidades autónomas. Una España federal formada por cuatro unidades: la castellana, la catalana, la vasca y la gallega. Es cierto que desde muchos puntos de vista repugnarÃa a muchos españoles nada acostumbrados a pensar en ello. Pero desde el punto de vista del equilibrio del poder (eso es lo que cuenta) serÃa más lógico y coherente que las otras opciones federales. Porque aquà la dimensión de la unidad castellana no serÃa desorbitadamente superior a la dimensión de las otras unidades juntas, como vemos que pasa ahora con unos partidos polÃticos que son efecto de la desigualdad. Y el poder de cada una de ellas tendrÃa más capacidad de influencia en el conjunto. Para Cataluña podrÃa ser esperanzador. La única forma de hacer que, dentro de España, Cataluña tuviera más poder polÃtico que fuera de ella.
Europa y ese nuevo federalismo utópico son los dos elementos que quedan para hacer operativa aquella firme convicción de Vicens Vives: “Para nosotros, los catalanes, ser españoles es una condición geográficaâ€.
Santiago Petschen es profesor emérito de universidad

