Yo Acuso, es el título del libro escrito por la diputada holandesa de origen somalí Ayaan Hirsi Ali. Diputada por el Partido Liberal critica a la izquierda que en base al relativismo cultural no censura las costumbres de ciertas culturas no occidentales.
La idea que expone y desarrolla Ayaan es de enorme importancia en el momento actual. Su interés radica en múltiples apartados de ideas, en muchos casos, prejuicios que han imbuido las culturas políticas y cívicas de partidos y entidades asociativas con objetos solidarios y llmados progresistas. Cuestiona y plantea un debate en torno a la rapidez y apriorismo con que hemos adoptado estas posturas en occidente.
Creo que es conveniente para el movimiento castellanista el no caer en uno de los tics del nacionalismo, el de estar siempre mirándose el ombligo, no salir de su propio ensimismamiento. La inmigración es una realidad política y social palpitante, en muchos casos dolorosa y otros necesitada de nuevas formulaciones culturales y políticas. Castilla está afectada por este problema sólo tangencialmente, no es el caso de Canarias, Madrid y Cataluña, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, tiene que estar también en ese debate. El castellanismo para empezar a hacerse fuerte de verdad debe estar en la calle como tanto se comenta por aqui, cierto, pero también debe elaborar un argumentario completo de los grandes temas que mueven hoy el mundo.
Existen muchas ideas casi indiscutidas en todos los ámbitos y si bien surgen de la izquierda o se arrellanan en una cómoda apariencia de izquierdas también son utilizadas por la derecha o centros pretendidamente liberales. Así, el nacionalismo se llena la boca hablando de multiculturalidad, claro que hacia fuera. Diversidad lingüística y cultural del Estado pero no de la preambulada nación catalana. Es mejor hablar dos lenguas que una, claro que no para el Parlament. Además que el bilingüismo sea mejor dependerá de para quién o para qué o sobre qué grado de bilingüismo. La inmersión lingüística es buena, claro que sólo para inmersionar a los niños castellano-hablantes en catalán. Parece obsesivo hablar de Cataluña, pero Cataluña hoy es un motor negativo de España y tiene el efecto de tracción sobre los prenacionalismos como pudiera ser el castellanismo. Yo pienso que el castellanismo, en el que creo y comparto, debe mirar el nacionalismo catalán para no caer en sus graves errores e injusticias. Creo además que el castellanismo tiene la ocasión de demostrar que se puede conseguir un sano nacionalismo no ofensivo y, aunque parezca paradógico, universal. Algo así como cuando leyendo a Delibes se aprecia desde el amor a nuestra tierra la integración con el mundo que vivimos.
Retomando el hilo de crítica a los prejuicios multiculturales de la izquierda y con referencia a las minorías inmigradas, preconiza su integración, siempre que comulguen con la corrección político-cultural imperante. Lo politicamente correcto mal entendido es uno de los males que aquejan a la izquierda.
En los partidos de izquierda españoles y ONGs solidarias, de reparto, de cooperación, de memoria, ecológicas, enológicas y etológicas el prejuicio hacia la aceptación incondicional de hechos enfrentados con nuestra auténtica revolución cultural y política es alarmante. El hito de occidente por el que ha conseguido las mayores cotas de progreso está basado en la superación de la sociedad teológica por la civil y en la positivización de los derechos humanos. La libertad individual para decidir sobre la propia vida o expresar públicamente nuestras opiniones deben ser irrenunciables y no serán objeto de partición. Sólo un pensamiento equivocado, sesgado o interesado ha hecho que en base a estos principios indiscutidos y aceptados se extienda hacia universos culturales profundamente equivocados y retrógrados. Recordemos el asunto de las caricaturas. Pensemos en como se trata a las minorías inmigrantes en Cataluña y el País Vasco.
Esta perversión del pensamiento de izquierdas se hace compartimentado y malasignando derechos humanos a objetos culturales extraños, con la excusa de un respeto a sus sujetos y la coartada del diálogo de culturas y civilizaciones. Una auténtica patraña.
El encuentro de civilizaciones inevitable, que vivimos, ha de estar basado, no en la tolerancia que supone una cierta condescendencia prepotente por ambas partes, sino en la correcta ubicación de las relaciones interculturales, sean intranacionales, sean internacionales. Quiero con ello significar que las relaciones no serán iguales en el caso de Occidente frente al Islam fundamentalista que para los islamistas en Occidente. Políticamente el debate se debería centrar en estas relaciones.
Daos cuenta, castellanistas, como el nacionalismo catalán creó el Forum de las Cultures con la zorrería que le caracteriza aprovechando el momento. Lo hace para legitimarse más, aunque en su seno no admita para nada otras culturas que la suya monolítica.
Otra idea para el castellanismo sería elaborar un foro de la comunicación intercultural en castellano. Qué mejor nexo cultural que una lengua como la nuestra. Anque enseguida, los envidiosos nos acusaran de haberla impuesto allí donde fuimos. Pero esta es otra historia.
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