VENTAJAS DE SER CASTELLANO
Texto: RAFAEL DE ROJAS
Uno nace en Castilla y la cigüeña que le trae ya viene con un background de campanarios altos y vistas de adobe, de atardeceres extendidos color ladrillo y de castañas pilongas y reciedumbre feliz de brasero. Los castellanos de los pueblos son un poco los gallegos de la meseta, gente poco gesticuladora y de conversación apaisada que siempre se resume en ejo (“eso”).
Podríamos haber sido los que rigen los destinos del mundo, que por algo aquí estuvieron la Corona, el mercado paneuropeo de Medina del Campo y Aznar jugando al dominó. Pero preferimos quedarnos en nuestro terruño, en nuestra pequeña patria de la que nos sentimos orgullosos. Que básicamente viene siendo el bar de la plaza en el que venden piponazos y unas pocas calles de firme áspero donde rasparse los codos todo el rato, o sea, la infancia.
RESISTENCIA A LOS GUISOS HIPERCALÓRICOS
Los mexicanos tienen su picante y nosotros tenemos los guisos con bien de pimentón y guindilla o simplemente con un sombrero de grasa de unos dos centímetros. Por ejemplo, ahora, los de níscalos. En un escenario de fin de mundo, sólo con ese fondo acumulado seríamos capaces de sobrevivir un par de décadas más que el resto e incluso diez minutos más que los mexicanos. Los guisos castellanos -de las patatas con costillas a los cocidos maragatos- estaban pensados para ir a trabajar al campo, pero sirven también para echarse siestas agosteñas épicas que en cuanto sean modalidad olímpica nos volverán a convertir en un imperio.
TEMPLE FRENTE A LAS TEMPERATURAS EXTREMAS
A un castellano le sueltas en el espacio camino del sol y le parece todo normal. Con ponerse y quitarse una chaquetita de punto lo arregla. El sol sahariano que se combina con noches polares un día cualquiera de julio otorga la misma consistencia angulosa al vino y a los paisanos. Por si fuera poco, la meseta limita con los montes de León, la montaña palentina, la Sierra segoviana y toda esa Cordillera Cantábrica. Va uno paseando, a punto de desmayarse de la calorina, y se topa con una montaña nevada. Se pone la chaquetita y ya está. Y luego está que cada vez que veo en el telediario a un ruso bañándose en algún lago rollo siberiano me acuerdo del río de mi pueblo en pleno agosto y pienso que ahí querría verles intentándolo.
VISTA PANORÁMICA
Los horizontes de Castilla están siempre donde Cristo dio las tres voces. El mundo parece demasiado largo visto desde aquí, así que se prefiere no salir mucho de casa. En este contexto horizontal sorprende aún más que la Corona de Castilla se tragara aquello de que la tierra era redonda. La ventaja genética que hemos sacado de esto es una sagaz vista de lejos que nos permite distinguir desde la puerta de casa si ese tractor se ha metido en nuestras lindes o si ese madrileño vestido de Coronel Tapioca que admira la fuente del pueblo boquiabierto se piensa que está en un safari.
MINIMALISMO
En ninguna parte se dice tanto con tan poco. Las pausas conversacionales y las apostillas de un castellano son tratados de mil páginas que sólo puede interpretar otro castellano.
HÍGADO DE HIERRO
En algunos pueblos sólo falta que el vino salga de las fuentes. Y como no todo es Vega Sicilia, el castellano acaba desarrollando desde la infancia una resistencia mutante a cualquier cosa que le echen. De ahí vienen un poco los gobiernos que se han apoyado por aquí desde los Comuneros hasta hoy.
GANAR RESISTIENDO
La costumbre aquí es sentarse en el banquillo de la puerta de la casa a ver pasar vecinos, mozas, rebaños, estaciones, oportunidades y, en general, el mundo. Tenemos claro desde hace unos siglos que todo se acaba convirtiendo “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”, así que hemos desarrollado una paciencia que nos convierte en fiables, inmutables y los tipos que piden repetir de garbanzos. La fiesta de Castilla y León podría conmemorar la llegada de Colón a América, la Reconquista o la invención de la morcilla de Burgos, pero celebra una derrota, la de los Comuneros. Con esa manera de verlo, somos invencibles.
PINTORESCOS
Así, a ojo, en Castilla hay dos iglesias por habitante y una boina en cada diez cabezas. Un Washington Irving de 2013 vendría aquí a escribir lo suyo. Puede que instagramear desde el Caribe dé más envidia, pero las fotos exóticas de verdad son las de la meseta.
ESTAMOS DE PASO
La meseta está justo en el medio del universo, así que tenemos Ave, carreteras y Camino de Santiago. Un castellano de verdad no las usa para ir a ningún sitio, como no sea a Madrid a una boda o a Santander a la playa.
OTROS UNA VEZ AL AÑO
En las fiestas de los pueblos es donde los castellanos se permiten no serlo tanto. Cantas, bailas, te abrazas y pareces andaluz un ratito.
PARAPETOS DE LUMBRE
La lumbre es una forma de entender el mundo. Una fuente de energía y el lugar de donde salen las comidas y las historias vergonzantes de cuando eras pequeño. Recuperas la lumbre en cualquier momento de tu vida, le añades una gloria y ya se puede caer el mundo alrededor.
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