El otro día sentí auténtica vergüenze tras ver cómo se tuvo que suspender el partido entre el Atlético de Madrid y el Sevilla. El lanzamiento masivo de botes de cerveza y la botella de cristal ha supuesto una multa de 3000 euros (tras la reanudación del encuentro, se escucharon gritos racistas contra los jugadores negros del Sevilla por cierto). Al igual que en el caso del Nou Camp y Mestalla, campos que no fueron clausurados, pienso que estos temas tan graves no están siendo abordados con la responsabilidad que se debe.
No es justo que una gran mayoría de aficionados se tengan que ver amargados por un grupito de gentuza violenta. Y los clubes son muy resposables por el apoyo que les proporcionan a estas bandas de mafiosos.
Con esta absoluta dejadez mi pregunta es simplemente, ¿para cuando una desgracia en los campos de fútbol? Por este camino se nos avecina una auténtica tragedia. Para ese momento, todos otra vez a llorar y a decir, otra vez no nos pasará.
Estas cosas lo único que van a conseguir es que cada vez más gente le coja asco a esto de la liga de fútbol, y lo que se debe convertir en un acontecimiento de rivalidad y diversión entre aficiones, se convierta en un auténtico suplicio.