El martes de Carnaval de Torrenueva es diferente a cuantos se celebran en Ciudad Real. En esta localidad del Campo de Montiel de 3.000 habitantes el colorido no lo pone la mascarada callejera típica en otros pueblos, sino los vivos colores de la bandera de ánimas (negro y amarillo) y los ropajes y atalajes de las cabalgaduras que acompañan al abanderado, es de decir, al vecino o vecina que por promesa se ha encomendado a las ánimas del purgatorio que le han ayudado y lo agradece paseando la bandera que recuerda a los difuntos por iglesias, ermitas y plazas del pueblo, al que, en agradecimiento, invita a un ágape nada frugal: buñuelos, ‘cheches’, rosquillos, ‘limoná’...
“Es una promesa carísima de cumplir, puede costar entre 6.000 y 7.000 euros. Ningún año se queda sin salir”, explica Esperanza Martín del Pozo, actual alcaldesa de Torrenueva, que resume así el sentido de la Borricá (toma su nombre de los burros que en el pasado utilizaba el pueblo llano como cabalgadura), convertida desde el 20 de mayo en fiesta de interés turístico de Castilla-La Mancha.
“Es una fiesta muy sentida por todos los habitantes. Rara es la familia en la que no hay ningún miembro que haya corrido la bandera”, añade Ángel Laguna, coordinador cultural del Ayuntamiento.
La Borricá de hoy es más una ‘caballá’ en que el caballo se ha impuesto, por la escasez de mulas y burros, lo que ha contribuido si cabe a darle realce y a atraer a cientos de personas, sobre todo de la comarca, cada martes de Carnaval en el que el pueblo se pone “a rebosar”. Una circunstancia en la que ha tenido que ver la Asociación Ecuestre Nuestra Señora de la Cabeza.
“Aquí ha habido mucha inclinación a los cuadrúpedos, pero hubo unos años en los que quedaban pocos animales de tiro y se creó la peña ecuestre que ha crecido mucho, hay unos 130 o 120 miembros, y eso ha sido fundamental para que se mantenga la tradición”.
El origen de la Borricá tiene su leyenda: los cristianos ganaron una batalla contra los sarracenos encomendándose a los muertos y el jefe de las tropas empezó a correr ondeando la bandera por el campo de batalla en agradecimiento a ellos. Los historiadores sin embargo sitúan la institucionalización de la Borricá en torno a 1694. De esa época se conservan documentos en el arzobispado de Toledo (al que pertenecieron por mucho tiempo las tierras del Campo de Montiel) que autorizan formar una cofradía y hermandad “cuyo fin era hacer bien por las benditas ánimas del purgatorio”.
A partir de ahí se supone que la bandera de ánimas ha salido siempre. Ni en la guerra civil se perdió la tradición. “Un año nevó mucho y la bandera salió en un tractor y estuvo dando vueltas por las calles del pueblo”, recuerda la alcaldesa, que invita a ciudarrealeños, castellano-manchegos y gentes de todo el mundo a acercarse ese día a Torrenueva.
El equipo de gobierno de Martín ha promovido que la fiesta sea declarada de interés turístico regional, un trabajo de muchos años que comenzó en 2003 (el Ayuntamiento encargó la publicación de un libro de historia de la localidad). “Nos hubiera gustado ir con nuestra Borricá a Fitur pero este año no ha podido ser, lo haremos en la próxima”, señala la primer edil.
El ceremonial de la Borricá empieza a las ocho de la mañana de cada martes de Carnaval, llueva, nieve o haga un día soleado. Con el primer toque de ánimas el abanderado coloca la bandera en el balcón o una ventana de su casa hasta las dos de la tarde, hora del segundo toque. En ese momento la persona que se acogió a la intercesión de las ánimas la descuelga junto con la beneficiada por ellas.
Los jinetes que acompañan al abanderado besan uno por uno la bandera. Después el abanderado la coge en la mano subido en un caballo e inicia la cabalgada en la que también suena un tambor y el cortejo va haciendo paradas en ermitas, iglesias, plazas. El ritual termina a las seis de la tarde, con el tercer toque de ánimas que según documentación de la Universidad Popular llama a “ofrecer”. En ese momento el abanderado y su familia besan la bandera y se la entregan al párroco junto con un donativo. Suenan los aplausos del público y se acaba la fiesta. “Lo mejor es venir a verlo y vivirlo”, invita la alcaldesa.
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