¡CAPITÁN DE TOLEDO!¡Capitán de Toledo!
Lo que inútil el viento cortó frente a tus ojos
en tu pecho se enciende dolorido y distante: ensangrentado
corazón de Castilla.
Se besaron los cielos y las invisibles ramas
en el amanecer estremecido de tus bravos azares.
Rodó por la llanura
la artillería de tus sueños locos,
la voz de tu cerebro,
la mejilla dorada de los páramos y de los bandos de amapolas.
Júbilo de banderas en la llanura, firmes,
como brazos que el viento arrebató a los hombres,
como frutos de un alma eternamente nuestra,
indómita al suspiro, a la voz y al saludo.
Solamente
saludaron los cielos y las cascadas tibias de las lluvias de abril,
los tenues horizontes donde una rosa es aire o pulso de los pinos,
donde el mar es un signo recreado en los trigales
y los campos de vides
son unos montes blancos donde la nieve goza sin ser vista.
¡Capitán de Toledo, lo indomable, lo imposible, en su flor,
toda Castilla, incapaz de ser más heroica novia,
abierta, se te entrega!
Tu caballo lo sabe en castellano
y tú gritas al mundo en veinte idiomas.
De tus pasos no quedan sino lodos;
y los caminos hablan en tus sienes:
barros y estrellas ciñen tu conquista, aquellos brazos hechos a las bridas,
al beso de la lanza
y al amor de Castilla.
Aquellos negros pájaros desfilan
llevando hojas de historia, con tu nombre, en el pico.
¡Capitán de Toledo, van cantando – tenores -
los ejércitos!
¡Cómo resbala el cielo por tu espalda
y cómo el terror de no sentir la idea, en los cobardes, crea
lagunas en tu alma!
¡Y cómo vas quedando sobre Castilla, sólo, frente
al podrido muro de carne odiada y rocas no españolas,
de dos mil cuatrocientos jinetes imperiales!
Aquí está, Capitán, tu sangre a flor de tierra;
sólo tu sangre es tuya.
Los diques se derrumban sobre la cruz de España.
De los hombres no queda más que una mancha fría
mientras que por las ramas de los pechos que amaste
un deshojar de cruces rojas va aniquilando tu esperanza.
Y el coraje español se repliega en su tumba,
nevada por tu sangre
y por las cruces blancas.
¡Sólo tú; quedas tú!
Libertad fue tu signo;
la oleada de vida que fecundó tu lanza:
tus amigos cayeron, los fieles, confundidos con tus rotas espuelas.
¡Y entonces fue Castilla quien levantó su frente!
¡Primavera morada en tus labios, España, España, España,
y la cruz roja, en el aire de tu inmensa agonía,
de la nueva bandera!
Versos publicados en "A la nueva ventura. Amistad - Poesía". Primer número de la primavera de 1934. (Valladolid)