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Autor Tema: Cantabria: castellana vieja de rotunda piedra  (Leído 1846 veces)
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« : Febrero 18, 2015, 12:32:51 »


Cantabria: castellana vieja de rotunda piedra

Lugar de veraneo privilegiado por la belleza de sus extensas playas de arena blanca, la región es rica y señorial, es campesina y ganadera, es industrial y marinera

La tierra que da vida al río Ebro y acoge la Capilla Sixtina del arte rupestre ha sufrido también en sus carnes la herida de la especulación inmobiliaria, sobre todo en la costa


Cristina Palomar  15/11/2014



Encajonada entre dos territorios históricos con una lengua propia y una fuerte personalidad, Cantabria es la prolongación de Castilla hacia el norte. Así me la definió un amigo cántabro cuando le conté mi intención de visitar su tierra. Nunca antes había visto tantos cinturones, cuellos de jerséis y correas de reloj con la bandera española como vi durante el viaje. Quizás, el hecho de estar entre Asturias y Euskadi haya obligado a Cantabria a mostrar su españolidad de forma tan exagerada.

Sólo en los extremos se suaviza y se muestra más permeable a las influencias de sus irreductibles y orgullosos vecinos. Castro-Urdiales se ha convertido en una ciudad dormitorio para los bilbaínos que han buscado vivienda a precios más económicos, mientras que en el otro extremo, en San Vicente de la Barquera, los lugareños hablan ya un castellano con un marcado acento asturiano que hace las delicias del forastero. Entre una punta y otra, hay un mundo lleno de playas paradisíacas y mar bravo con buena pesca, de verdes prados donde pastan las vacas y crecen las begonias. El aire fresco corta la respiración en los escarpados Picos de Europa y el cielo casi duele de tanto azul.

Cantabria es rica y señorial, construida de piedra rotunda. Se ve en los bellos edificios que salpican pueblos costeros como Comillas y en pueblos del interior como Santillana del Mar, Bárcena Mayor, Carmona o Potes; se ve en las calles y en los elegantes paseos marítimos de la regia Santander o de Santoña, cuna de Luis Carrero Blanco, mano derecha del dictador Franco a quien la localidad honra con un monumento. Cantabria es también marinera en San Vicente de la Barquera, campesina y ganadera en el Alto Campoo y el Valle del Cabuérniga, y minera e industrial en Reinosa y Torrelavega. Sin embargo, es inevitable que al final se imponga un cierto olor a rancio abolengo de castellano viejo y con dinero.

Lugar de veraneo privilegiado por sus amplias playas de arena blanca y sus frías aguas que cortan la respiración del viajero ante tanta belleza y hacen las delicias de los surfistas, la tierra que da vida al río Ebro en Fontibre ha sufrido también en sus carnes la herida de la especulación inmobiliaria aunque no tanto como el torturado Levante. En agosto sus costas abarrotadas de apartamentos y chalets se llenan hasta la bandera de familias de bien, casi todas descendientes de militares y de curas que medraron en el antiguo régimen, y de nuevos ricos. Todos huyendo del frío mesetario.



La señorial Santander se mira en el mar. Situada cerca de la boca de una profunda bahía, la bella capital cántabra tiene un activo puerto y se extiende por la costa en torno a la península de la Magdalena, un promontorio sobre el que destaca el palacio de la Magdalena, residencia de veraneo del rey Alfonso XII y actualmente sede de los cursos de verano de la prestigiosa Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

Sorprende que su centro histórico, presidido por la catedral, sea tan moderno, y la razón es que tuvo que reconstruirse completamente por culpa de un incendio que en 1941 arrasó casi toda la ciudad vieja. La impresionante playa del Sardinero, situada al norte de Santander, da nombre a todo un barrio lleno de mansiones, elegantes cafés y un imponente casino, y es el lugar idóneo para pasearse y lucir la ostentosa riqueza de los collares de perlas después de salir de misa.

A medio camino entre Santander y la bella Comillas, donde el modernismo de los arquitectos catalanes Antoni Gaudí y Joan Martorell ha dado vida a bellos edificios como El Capricho y la Universidad Pontificia, queda Santillana del Mar. Curioso nombre para una de las villas más bellas del país ubicada tierra adentro y parada obligada antes de visitar la réplica de las cuevas de Altamira. Su conjunto de casas de piedra de los siglos XV y XVII se conserva prácticamente igual a pesar de la insoportable invasión turística que cada verano colapsa el centro y hace prácticamente imposible caminar o aparcar el coche a una distancia asumible para el visitante.

A pocos kilómetros de Santillana del Mar, se encuentran las cuevas de Altamira, uno de los mejores conjuntos de arte prehistórico del mundo descubierto en 1869 por un cazador y considerado la Capilla Sixtina del arte rupestre. Sus pinturas y dibujos, como los famosos y coloridos bisontes que le han dado renombre internacional, se remontan al Paleolítico y demuestran que el hombre puebla las tierras cántabras desde hace miles de años.

Dejando atrás los hermosos paisajes que dibuja el vaivén de las mareas, sobre todo en San Vicente de la Barquera, Cantabria también es montaña. Comparte con Asturias y Castilla y León una de las bellezas naturales más importantes del norte de la península ibérica: el parque nacional de los Picos de Europa. En los días claros, la imponente cordillera se divisa desde mar adentro y el Naranjo de Bulnes –ya en tierras asturianas- con su cresta ondulada y su altura de 2.519 metros da la bienvenida a los agotados marineros.



Desde San Vicente, la carretera se adentra hacia el interior por el desfiladero de la Hermida donde las profundas gargantas se combinan con las altas peñas y acaba de repente en el parador de Fuente Dé. Ante sí, el viajero descubre un imponente muro de granito que se puede sortear gracias a un teleférico que sube unos 900 metros hasta una sobrecogedora meseta agujereada por cráteres y glaciares. Las vistas son espectaculares como también lo es la interminable cola que hay que hacer previamente para subir.

Potes, con sus viejas casas asomadas al río, es el centro logístico de la zona de los Picos de Europa. Situado en el ancho valle de Liébana, el pueblo tiene un hermoso centro urbano del siglo XV. Sus vetustas casas de montaña se amontonan unas encima de otras para protegerse del duro invierno y sus calles empedradas se llenan de ruidosos turistas y montañeros cada verano. Como ha sucedido con el resto de la región, el turismo ha transformado para siempre la vida de este pueblo conocido por su famoso orujo y sus quesos. El mérito es que, a pesar de todo, Cantabria sigue fascinando por su belleza.


Fuente.- Eldiario.es:  http://www.eldiario.es/catalunya/diariodeviajes/Cantabria-castellana-vieja-rotunda-piedra_6_324477601.html
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« Respuesta #1 : Febrero 18, 2015, 17:21:19 »


¿Conocéis alguna ruta interesante de lugares destacados en Cantabria en torno a la A-67?
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