Pero la causa de la desconfianza de la reina Isabel contra Felipe de Habsburgo no tenía únicamente su origen en el hecho de que este se hubiese declarado heredero mientras vivía la primogénita de los Reyes Católicos. Si esto ya denotaba sus ambiciones y la falta de tacto y de prudencia, había, además, otros motivos.
Cuando los príncipes de Asturias tuvieron que viajar a España para ser jurados por las cortes como herederos, el viaje, iniciado en octubre de 1501, lo hicieron por tierra, atravesando toda Francia, con tan gran equipaje que tenía que ir transportado por cien carros. A Felipe el Hermoso, reconocido partidario de Francia, el recibimiento multitudinario que les dispensó la ciudad de París le debió saber a gloria. Por fn el 7 de diciembre llegaron a Blois, residencia de Luis XII, rey de Francia, en donde estuvieron hasta el día 17 en el que siguieron su viaje.
Pero antes de partir se produjo un desagradable incidente. Según una antigua tradición, en el curso de una ceremonia religiosa (no recuerdo ahora, pues hablo de memoria, si era una misa) la reina de Francia entregaba unas monedas a la señora de Flandes, como señora de unos de los territorios que lo componían, y esta, al recibirlos y hacer la correspondiente reverencia, reconocía el vasallaje debido al monarca francés. Felipe el Hermoso sabía la tradición, y sabía que se iba a producir, pero no avisó a su esposa. ¿Para qué, debió de pensar? Por lo visto le daba igual reconocer el vasallaje al rey francés aunque fuera camino de ser jurado como heredero de las coronas de España. Pero a los Reyes Católicos no les daba igual, no estaban dispuestos a reconocer ningún vasallaje, ni a permitir que lo reconociera su hija, la futura reina de Castilla y de Aragón, y menos al rey de Francia. Y tomaron sus precauciones. Asi que alertaron a su hija por medio de los consejeros que esta tenía a su lado, y llegado el momento, doña Juana ni aceptó las monedas, ni hizo la reverencia, creándose como es lógico el consiguiente momento de tensión, porque aquello se salía del guión preparado por Luís XII y Felipe el Hermoso. Lo que nos lleva, por otra parte, a poder pensar que doña Juana tal vez no estaba en sus cabales, pero si tenía el sufciente buen sentido como para saber donde estaba la dignidad y obrar en consecuencia.
El viaje prosiguió, y el día 4 de febrero ldel año 1502 los príncipes de Asturias llegaban a Vitoria.

