Una nación para un héroe: el Poema de Fernán González
por Rosario González Galicia
A mediados del siglo XIII, época muy probable de composición del Poema de Fernán González, las preocupaciones políticas del rey castellano Fernando III estaban puestas en la reconquista de las tierras del sur (Sevilla, por ejemplo, se arrebata a los musulmanes en 1248). Las tierras del norte habían entrado en un preocupante proceso de abandono, producto en buena medida de la emigración hacia las tierras conquistadas. Arrastrados en este mismo proceso, los monasterios de Castilla cayeron en el olvido y la decadencia: perdieron las donaciones del rey y las ofrendas y primicias de sus antiguos feligreses, cosas ambas que acarrearon su ruina.
El autor del Poema, sea un monje del monasterio de San Pedro de Arlanza, sea alguien que escribe por encargo, tiene (lo mismo que, por ejemplo, Berceo respecto a los cenobios riojanos) la ardua tarea de hacer de su obra un instrumento de difusión y propaganda del monasterio. Su obra ha de servir de reclamo y recordatorio para los que ostentan el poder y para el pueblo. Lo mueve una clara finalidad: la revitalización del monasterio. Sin perder de vista la tradición didáctico-religiosa, escribe un poema con el que, más allá del mero hecho literario, pretende dar a conocer la verdad de una época, presentándolo como la narración de hechos auténticos que acontecieron tal cual él los cuenta. Y se apoya para ello en la búsqueda de un personaje, Fernán González, en el que encuentra al héroe, y en el surgimiento de una nación, Castilla; héroe y nación que aparecerán como paradigma de la Cristiandad (y su sostén y refugio en los momentos decisivos) contra el mayor de sus enemigos, el Islam. Une, pues, el autor en su obra de forma indisociable dos aspectos: el religioso y el político.
El héroe, en la descripción del poeta, cumple las características rituales de su esencia: es un ser profundamente religioso, que reza ante cada situación de apuro, al tomar las riendas del condado, antes de entrar en batalla; y, al tiempo, es el mejor guerrero ante el ejército enemigo y el mejor caudillo y gobernante de su pueblo. ¿Cómo relaciona el autor a este ser extraordinario que es Fernán González con el monasterio de San Pedro de Arlanza? Haciendo que sea la mano divina, disfrazada de casualidad, la que lo guíe hasta el monasterio, donde fray Pelayo le profetiza que conseguirá vencer a Almanzor (que, por sinécdoque, representa a todos los musulmanes) y que será el caudillo del pueblo castellano, porque, en todo ello, es Dios quien lo guiará. La mano divina va conduciendo, paso a paso, al héroe al encuentro con su grandioso destino. Pero fray Pelayo, después de su anuncio, le hace su petición: la de no olvidarse, una vez haya vencido al enemigo y se haya convertido en adalid de la Cristiandad, del convento de San Pedro. Fray Pelayo, de una forma práctica, viene a servirse de la máxima latina del do ut des. Y, como cabría esperar de su condición de héroe, Fernán González se compromete a cumplir con la petición del monje, y en términos bastante generosos: legar a su muerte su patrimonio al monasterio, hacer construir un convento mejor y elegir su iglesia como lugar para su enterramiento. En lo relatado está el meollo del poema; en unas pocas estrofas (de la 237 a la 250), engarce entre los episodios anteriores y posteriores, se da carta de naturaleza, nada menos que mediante la intervención divina, a un héroe (y, por representación de éste, a una nación) que ha de salvar a la Cristiandad del enemigo que el Islam encarna. Y esta Cristiandad está capitaneada por España, y esa España identificada con Castilla; de esta manera, Castilla, nación acaudillada por alguien con las características de un héroe, se erige en baluarte y refugio de la Cristiandad.
El poema está impregnado, desde sus comienzos, de una idea nacionalista: 'España'. Se trata de una España cuyos habitantes son indudablemente cristianos: Desque los españones a Cristus conosçieron, /.../ nunca en otra ley tornar se non quisieron (9 ac); una España que, como por contagio, hace que los que a ella llegan se conviertan a la fe verdadera: Non fueron estos godos de comienço cirstianos, /.../ Passaron a España con el su grand poder /.../ Fueron de Sancti Spiritus los godos espirados, /.../ conosçieron que eran los idolos pecados, /.../ Demandaron maestros por fazer se entender / en la fe de don Cristus que avian de creer; /.../ Rescibieron los godos el agua a bautismo, / fueron luz e estrella de todo el cristianismo; (16a... 23b); y es una España que esos neófitos mantienen como nación unida en la fe: Era estonce España toda d'una creençia, (37 a). Esta España se pierde por la culpa que el rey Rodrigo ha contraído a los ojos de Dios y por la desleal actuación del conde don Julián, miembro de esa estirpe cainita representada por los hijos de Witiza, que non devieran nasçer (41 a) y que, inspirados por el diablo, fueron el escomienço de España perder (41 d). A pesar de todo, España resurgirá; y en su recuperación intervendrá decisivamente el conde Fernán González.
Pero España es sobre todo Castilla. Al lado de los otros reinos, se dice de ella que es Castiella la preçiada, / non seria en el mundo tal provinçia fallada (57 cd). Castilla es el último refugio de la Cristiandad ante la expansión mulsumana: alçaron se en Castiella, assi se defendieron, /.../ tovieron castellanos el puerto bien guardado, / por end' de toda España esse ovo fincado (86 c... 87 d). Es Castilla quien enarbola la bandera cristiana para comenzar la Reconquista, que se inicia con milagro: Cristo envía a los castellanos un ángel que les anuncia que busquen a Pelayo, lo hagan rey y acaten sus decisiones; una vez elegido rey Pelayo y comenzada la batalla (la de Covadonga) contra los moros, se produce el milagro de que las flechas que los enemigos lanzan contra los cristianos se vuelven contra ellos (115-120).
La identificación de Castilla con España y el nacionalismo, que, siendo de la una, lo es de la otra, los muestra claramente el episodio de la batalla de Roncesvalles. Los hechos históricos quedan retocados por la mano del autor, que da a entender que el rey Alfonso II ofrece el trono de España a Carlomagno, aunque luego cambia de opinión ante la negativa de su nobleza, encabezada por Bernardo del Carpio: Dixo que mas queria commo estava estar, / que el reino d'España a Francia sojuzgar (129 ab); y, cuando Carlomagno, que non fue bien consejado (130 b), decide venir a conquistar España, el autor del poema hace que Castilla sea la representación de esa España (Ayunto sus poderes, grandes e sin mesura, / movio pora Castiella, ¡tengo que fue locura!; / al que lo consejo nunca l' marre rencura, / ca fue essa venida plaga de su ventura, 131), y que a los caballeros castellanos se les conceda el honor de figurar en primera línea en el combate (Fueron a Çaragoça a los pueblos paganos, / beso Bernald del Carpio al rey Marsil las manos / que dies' la delantera a pueblos castellanos / contra los Doze Pares, essos pueblos loçanos, 142).
Tras la exposición narrativa, a modo de corolario insoslayable, el poeta hace el elogio de España (145-156), pero donde se exalta especialmente es en el elogio a Castilla (157-158). Es revelador comparar ambos elogios. El de España, en el que por cuatro veces se dice que es la mejor de las tierras, se centra en tres aspectos: la bondad de sus tierras, la de sus productos y la excelencia de sus caballeros (entre los que se incluye al caballero divino, el apóstol Santiago); una vez señalada su perfección (Commo ella es mejor de las sus vezindades, 156 a), se concluye que assi sodes mejores los que España morades (156 b). Por su parte, el elogio de Castilla, bastante más breve, no hace ninguna referencia a las peculiaridades de sus terrenos o a sus riquezas naturales; es innecesario, porque, una vez el autor ha cantado las excelencias de España, le basta con comenzar el elogio de Castilla diciendo: Pero de toda España Castiella es mejor (157 a); con eso está dicho todo: si España en la mejor tierra de cuantas la rodean, Castilla representa lo mejor de España, es el modelo, y decir Castilla es decir España; y un poco más adelante el escritor precisa más: Aun Castiella Vieja, al mi entendimiento, / mejor es que lo al, por que fue el çimiento, / ca conquirieron mucho maguer poco convento (158 abc).
Podemos extraer de lo expuesto una conclusión muy clara: el evidentísimo nacionalismo castellano-español que defiende el poema no es sólo de tenor político. España y Castilla van guiadas por la mano de Dios. El nacionalismo queda bendecido y, por lo tanto, justificado.
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