Las interpretaciones históricas que se hacen en esas revistas son de los más variopintas. No podemos hablar de la unión de Portugal, Castilla y Aragón por el mero hecho de que se constituya un enlace matrimonial entre sus gobernantes, o al menos no de una unión sólida que prospere y se mantenga en el tiempo. Desde entonces y con todos los conflictos bélicos, crisis políticas y económicas que se han sucedido, quién sabe que hipotética España hubieramos heredado.
Parece ser que, muchas trabas se encontraron ya los Reyes Católicos en la consumación de esa unión cuando tan sólo era un proyecto. El primer escollo lo encontraron en las Cortes de Aragón. Tras el matrimonio de la infanta Isabel, primera hija de Isabel y Fernando y heredera al trono tras la muerte del infante Juan, con Manuel I de Portugal, los Reyes Católicos se dispusieron a que las diversas Cortes de las coronas implicadas los juraran en sus cargos de herederos de las mismas. Tras ser jurados por las Cortes de Castilla en Toledo, se hallaron con la oposición de las cortes aragonesas. Los aragoneses no querían a una mujer como monarca, o al menos eso decían. Vaya, que los aragoneses no veían con buenos ojos esa Unión que les conllevaría a la pérdida de autonomía respecto a las otras coronas más poderosas y ricas en aquel tiempo.
Más tarde la infanta primogénita murió en el parto de su hijo, y éste falleció un año más tarde, disolviéndose el proyecto de los Reyes Católicos en la creación de su España completa e ideal.
Muchos opinan que los portugueses no hubieran aguantado mucho junto a Castilla tras el descubrimiento de América por su pérdida de hegemonia. Otros opinan que Lisboa, por ser ciudad marítima y más rica que las ciudades castellanas mayores, Valladolid y Toledo, se hubiera convertido en capital de Estado, trasladándose la corte allí; y los castellanos no lo hubieran aceptado. Vete tú a saber cuál sería el desenlace de todo ello. Es elucubrar por elucubrar.
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