El estado tiene que garantizar una serie de servicos básicos a todos los ciudadanos, con independencia de su rentabilidad económica. Siguiendo el criterio exclusivamente económico, no tiene sentido mejorar las infraestructuras sorianas o el acceso global a internet, por ejemplo. Tal vez eso, sería lo lógico "liberalmente" hablando, pero desde luego no sería justo.
Eso es. Esa es la historia del país suicida.
Así pensaban los dirigentes que en el siglo XIX y XX concentraban toda las inversiones, todo el esfuerzo del resto del país en Madrid-Barcelona-Bilbao.
A eso le tenemos que agradecer la situación en la que estamos.