El problema castellano - Respuesta desde Andalucía a una pregunta desde Cantabria
Para mi, junto a una identidad cultural e histórica que se afirme en un sentimiento compartido de singularidad y pertenencia que, al menos en parte, se haya manifestado como alternativo o contrapuesto al español y por tanto pueda volver a reproducirse en esa forma, lo esencial para caracterizar un fenómeno como nacional es que se exijan reivindicaciones políticas de autogobierno frente al Estado en que se haya incluido su país a partir de considerarse depositario y dueño de su soberanía y también que, aunque sea de forma minoritaria, existan sectores que entiendan que esa Soberanía Nacional sólo puede ser fructífera como soporte para la construcción nacional en forma de Estado nacional propio e independiente.
Con estos criterios nos surgen en el Estado español naciones o proyectos nacionales en Andalucía, Asturias, Canarias, Castilla, Euskadi, Galicia y los Países Catalanes; cada uno de ellos con sus correspondientes desarrollos, singularidades y efectos políticos bien distintos. Digamos, de otra manera, que estos son los “cachos” en que previsiblemente se partiría España en ese afortunado momento en que pasara al basurero de la historia. También es posible que España perviviera sobre el soporte de Castilla y articulando en su torno otros territorios, bien completos o en parte.
Lo que desde luego no parece ni creíble ni viable es que entre estos cachos independientes figuraran separadamente León, Madrid, La Rioja, Cantabria, Murcia, Extremadura...
La Comunidad autónoma de Cantabria –como ejemplo- es simplemente una consecuencia más de la debilidad del nacionalismo castellano y de la conciencia castellana. Eso es lo que permite que Castilla sea escindida por intereses políticos y oligárquicos durante la Transición, sin mayor problema ni resistencia significativa, en cinco comunidades autónomas (que hubieran podido ser seis, sí Modesto Fraile se sale con la suya en Segovia y no le paran los pies desde Madrid por miedo al ridículo). En Euskadi también lo consiguieron, pero con mucha mayor resistencia, que aún dura como es obvio. Y en Andalucía lo intentaron, pero les ganamos. Un reflejo de esta situación vergozante en Castilla es que –hasta las ultimas reformas de los estatutos del 143- tanto las CA de Cantabria como de Rioja tenían recogida la posibilidad estatutaria de recuperar la unidad castellana.
Por supuesto que en un país tan extenso como Castilla y donde el españolismo tiene tanto peso por razones bien conocidas, con tan débil articulación de todo tipo, existían y existen multitud de diferencias internas. No hay que mirar más que a Madrid que es una creación de la Monarquía española, surgida y desarrollada a base de parasitar a todas las naciones del estado. Y es lógico que entre Laredo, Zamora, Haro, Medina del Campo y Tomelloso existan diferencias. Y también que a mayor debilidad de cohesión nacional mayores aspiraciones de las elites locales por usufructuar instituciones clientelares locales y mayor localismo y que eso supone que en Madrid, Toledo, Valladolid, Santander y Logroño ahora hay incluso muchos más intereses que en 1977 para persistir en la escisión y consecuencia de ello es por ejemplo la importancia sobredimensionada que tiene el asunto de los limites territoriales en los foros nacionalistas castellanos. Y que, bajo ese soporte, también se reproducen fenómenos de mimetismo (eso por ejemplo de en busca de la lengua propia perdida, que esta tan en boga). Aparte que siempre el españolismo ha sido consciente de que la unidad castellana lo que hace, por reacción, es subrayar hasta en el mismo mapa las afirmaciones de especificidad nacional de su periferia y revierte en perjuicio de la imagen española.
Dicho en otras palabras, quien puede contribuir a poner en peligro a España no es el regionalismo de Santander, León o Logroño sino un nacionalismo castellano que se afirme en las cinco CCAA; que por ejemplo, deje de actuar de aliado del españolismo en Treviño o El Bierzo y sí se plantee actuar en Requena o Villena (al menos como perspectiva ideológica). En el caso de León hay una parte de castellanos que hablan también astur-leones o asturiano o leones o como se le quiera llamar, lo que implica que el nacionalismo castellano de la zona pues haya de reconocer y defender esa pluralidad lingüística. Pero políticamente lo que está claro es que León sólo (y no digamos cuando mentalmente se le anexionan las viejas tierras del reino) tiene tanta personalidad política, peso y posibilidad de generar conflictos de afirmación con España como la actual Castilla-La Mancha o Madrid.
Por eso, pues desde Andalucía y con un punto de vista nacional andaluz, pienso que si tenemos que tener una visión global de la situación en el Estado español y de los referentes hay que distinguir entre lo que es y lo que no es; entre lo que puede ayudar a la causa de nuestra Independencia Nacional y lo que no. Y eso, desde mi punto de vista, respondiendo finalmente a tu pregunta, significa sostener que Cantabria es Castilla (y León y Madrid y Logroño...)
Por supuesto. Ni en Andalucía ni para el movimiento nacionalista andaluz es una prioridad todo este asunto de lo que pasa en estos temas al norte de Despeñaperros; la entidad política objetiva en general de todo esto es mucho menor de lo que ocurre en Euskadi; ni todo ello quita que lo que finalmente pueda pasar por allí se cocerá allí.
Pero a titulo de ejemplo final: atendiendo a mis intereses nacionales, yo no pondría en mi web ningún enlace a paginas de regionalistas de Santander, León, Logroño...; como no se me ocurría hacerlo a la de los colonialistas británicos de Gibraltar, o a las de los españoles de Ceuta y Melilla, aunque sean cuestiones políticas diferentes.
··· 
