Para mí la Semana Santa es especial, y no sólo por las procesiones.
Para muchos madrileños como yo suponía la oportunidad de salir de la atestada urbe no lejos, sino a lugares cercanos, al tratarse de unas pequeñas vacaciones; antes en estas fechas se salía cerca. Y así descubríamos en esa otra Castilla no urbana, sentados en una piedra, al lado de la encina, esos atardeceres abulenses de La Cañada o Navarredonda de Gredos, o toledanos monteños de Hontanar o San Pablo, o de la Guadalajara de Almonacid, o del Madrid de Guadarrama; Las silenciosas procesiones de Sepúlveda o Toledo. Ahí he forjado este hondo sentimiento castellano.
PD. Curiosa condición la de los madrileños, que no se les considera castellanos y están rodeados de Castilla por todas partes.
PD2 Asignatura pendiente, la Semana Santa zamorana.