Benjamín Palencia, pintor castellano nacido en Barrax, Albacete, en
1894. Vivió en Madrid desde
1909. Tuvo la fortuna de acceder a la biblioteca gráfica de Rafael López Egóñez que aportó a un espíritu inquieto como el de Palencia una sólida formación artística. En
1925 participa en la exposición de
artistas ibéricos en Madrid.

Su viaje a París en
1926 le permitió entrar en contacto con la vanguardia, especialmente con los españoles que triunfaban en Francia, (Miró, Gris, Picasso). En
1927 fundó la
Escuela de Vallecas junto a otros artistas como Alberto Sánchez Pérez, Juan Manuel Caneja, Maruja Mallo, Luis Castellanos, Luis Felipe Vivanco entre otros. La intención de los miembros de la escuela era introducir las formas y corrientes contemporáneas en España. Uno de los temas favoritos de la escuela era el paisaje. Acostumbraban sus miembros ha realizar excursiones a lo largo del río Manzanares hacia Cerro Negro, Cerro Almodóvar y Vallecas en busca de motivos artísticos.

Benjamín Palencia expone por primera vez en el Museo de Arte Moderno en 1928 y acusa una fuerte influencia del surrealismo, el fauvismo y el cubismo. Se integra en el ambiente cultural de Madrid junto personajes como Dalí, Alberti, Cossío, Lorca, Miguel Hernández o Juan Ramón Jiménez y colabora ocasionalmente con el grupo teatral La Barraca. Posteriores viajes por Italia, Berlín y Nueva York completan su formación.

Este paisaje de
1932 muestra su visión idealizada de la meseta castellana con formas comunes a la vanguardia y una iconografía muy personal en la que la Naturaleza tiene un papel predominante. El color evoluciona desde el oro, el ocre, el naranja y el negro, y las formas se simplifican destruyendo la perspectiva real en un proceso inverso al renacentista. Las líneas sobrias y la potencia gestual de los trazos otorgan a su pintura carácter y agresividad.

En otras ocasiones usa colores brillantes que dotan a las imágenes de una personalidad casi simbólica, como en las miniaturas medievales.

La Guerra Civil tuvo gran influencia en su creación. Aunque la burguesía triunfante tras el conflicto le encarga obras da la sensación de que la derrota republicana le sumiera en pensamientos sombríos. Benjamín Palencia se esfuerza en reunir otra vez a los artistas de la
Escuela de Vallecas. Les cita en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y acuden Luis Castellanos, Gregorio del Olmo, Álvaro Delgado Ramos, entre otros. El paisaje castellano es el protagonista de la
“segunda Escuela de Vallecas” que será el germen de la futura
“Escuela de Madrid”.

A partir de aquí abandona la rica y original iconografía surrealista para tratar temas paisajísticos o retratos de encargo. El cromatismo de su paleta se apaga. Sin embargo su obra de posguerra no puede considerarse menor. En
1940 establece su estudio en una casa de campo en una vaguada de la localidad abulense de Villafranca de la Sierra cuyos paisajes serán protagonistas cotidianos de sus lienzos.


