Como descendiente de tordesillanos que soy (mi familia paterna proviene de allí) y además por ser Tordesillas un pueblo al que sp me he encontrado ligado por lazos familiares y de amistad, me parece infundando enjuiciar una fiesta que tiene 500 años de antigüedad simplemente por la moda antitaurina de un grupo de individuos que en su mayoría desconocen la idiosincracia del mundo rural castellano, al menos, de una parte de Castilla. En primer lugar el toro de Vega es la culminación de las fiestas en honor de la patrona de Tordesillas, la Virgen de la Peña, por tanto, dentro de las fiestas se llevan a cabo otros muchos actos que nada tienen que ver con la lidia del toro, por ejemplo, la fiesta de los faroles donde cada peña desfila al son de jotas con un farol representativo de la misma, la romería a la Virgen y otras actividades similares propias de cualquier festejo tradicional castellano, que parecen quedar oscurecidas por el inicuo juicio al que se somete al toro de Vega.
Es cierto que desde hace un par de décadas más o menos, el exceso de afluencia de público sobre todo no tordesillano, ha convetido el toro de Vega en una especie de verbena, adulterado el sentido original de esta tradición. El toro de Vega nace como una prueba de valor para los mozos del lugar, que debían enfrentarse a un toro de gran tamaño y cuerna, en condiciones de ventaja del animal sobre los lanceros pues la lidia se realizaba a campo abierto donde no hay defensas como en el coso. Además, la pica que se utiliza para matar al toro (muy parecida a las de los soldados de los tercios imperiales) no puede ser lanzada contra el animal sino que se debe clavarse con el consiguiente riesgo que ello comporta para la vida del lancero.
Pero más allá de esto, es necesario entender la mentalidad rural de nuestras gentes tan lejana a esa falsa sensibilidad de los urbanitas que se escandalizan por el sufrimiento de un animal a causa de su profundo desconocimiento de la naturaleza de la que el ser humano forma parte. La naturaleza es cruel y salvaje en sí misma, y el instinto humano también lo es por mucho que con la razón seamos capaces de establecer ciertas normas de convivencia. Y que vamos a decir de la insensibilidad ante el sufrimiento humano de nuestra sociedad urbana actual que llega a disfrazar como derecho algo tan aberrante como es el aborto simplemente porque no percibimos el sufrimiento del feto, si de sufrimiento se trata: ¿no deberíamos empezar primero por protestar frente al sufrimiento humano?.
Para un tordesillano (que lleva esta fiesta en sus genes), poder probar su valor en el toro de Vega es lo más importante a lo que puede enfrentarse más allá de si con su comportamiento puede inferir un sufrimiento a un animal que le supera en todo los sentidos menos en la inteligencia. Si se me permite la comparación, el toro de Vega guarda conexión con esos ritos de iniciación presentes en muchas culturas en los que para pasar de la edad adolescente a la adulta era necesario enfrentarse a una fiera. ¿Quién critica esto me pregunto yo?, ¿no es igual de salvaje o tal vez está en los genes de la raza humana probar el valor frente a un animal de condición física superior al que hay que vencer con la inteligencia y la astucia propias del hombre?. Quizás los que ven desde fuera la fiesta carecen de esa comprensión necesaria para entender que existen ciertas tradiciones muy arraigadas en el pueblo, transmitidas de generación en generación, y que hay que respetar por lo que representan para las personas que intervienen en ellas, cuya mentalidad y forma de entender el mundo es diferente a la nuestra. Por último, que queréis que os diga cuando alguno afirma que esta fiesta no hace ningún favor a Castilla, pues perdonadme pero no comparto esta afirmación, el toro de Vega es Castilla y sus actores, castellanos en su pura esencia, al que le asuste o al que se sienta herido en su sensibilidad, lo tiene fácil, le basta con no asistir que a nadie se le obliga a ello pero Castilla es algo más que monumentos y paisajes, Castilla son sus hombres y mujeres tal y como la historia y el medio los han conformado, y dentro de esa historia estas sus tradiciones que no se hicieron para los de fuera sino para los propios castellanos.
Lo que si me resulta intolerable es la pretensión del hombre urbano de querer convertir al mundo rural en una sociedad con sus mismos valores olvidando el necesario respeto que debemos a las gentes del campo. Esto por desgracia lleva sucediendo desde hace décadas hasta el punto de haberles convertido socialmente en seres bárbaros e insensibles cuando muchas veces son ellos los que nos dan lecciones a nosotros de cómo preservar y defender el medio.

