Hace veinte años, cuando yo era muy joven, nació este sistema político que comúnmente se llama democracia. Tras la dramática Guerra Civil nació esta democracia sobre las bases de una supuesta reconciliación nacional. Se habló entonces de una superación de los atavismos que nos dividieron en otro tiempo.
La izquierda que luchó contra la dictadura -excepto el PCE-, fue apartada deliberadamente del proceso político de la transición. No obstante, se creó una constitución con ánimo de concordia. Quizá no sea perfecta, pero es la que se pudo hacer en ese momento, pues la mirada del ejército controlaba todo el proceso.
Muchas cosas se han hecho por mejorar esa convivencia. Una de ellas ha sido el llamado "Estado de las Autonomías". Se trataba de reconocer la pluralidad de España. Una pluralidad y diversidad que fueron silenciadas, acalladas y negadas durante décadas.
La existencia del estado de las autonomías en esta nueva democracia ha reforzado indudablemente los referentes de identidad de los distintos pueblos de España, creando una demanda nacionalista que estaba más o menos aletargada. Pero realmente, el pacto autonómico no supuso un proceso de normalización. Curiosamente, lejos de arreglar las cosas, la institucionalización de los regionalismos ha desarrollado (y desarrollará cada día más) la conciencia de estos movimientos de manera inevitable. Todo ello pese a que lo que realmente se intentaba era canalizar y pacificar los conflictos.
Por otra parte, este pacto autonómico pidió al regionalismo castellano que renunciara a sus reivindicaciones, creando para este pueblo una autonomía limitada y una región dividida. Es decir; a raíz de la creación del estado autonómico, en este "mundo feliz" en el que todo estaba ya "atado y bien atado", surgió de repente un viejo tema olvidado: el mal llamado "problema de los nacionalismos". Pero es que el nacionalismo, no es el problema, es la SOLUCION.
El nacionalismo, la creencia colectiva de pertenecer a una nación, es desde luego, un mito, una simple creencia con más o menos fundamento. Como todo mito, necesita sus propios inventos asumidos colectivamente. Todos los nacionalismos los tienen y alimentan. Este es el discurso de los autodenominados "antinacionalistas". Desde luego, el nacionalismo español, tal y como se ha mostrado hasta ahora a lo largo de este siglo, no es precisamente una excepción, pues de todos los que se dan en España, es el más insolidario, homogeneizador y dogmático. Hasta ahora ha basado su identidad en negar sistemáticamente la de los demás.
Curiosamente, el nacionalismo español no se reconoce a sí mismo como tal. Ello se debe a que los nacionalismos fuertes con un estado propio no necesitan reafirmarse. El estado-nación es una creación europea cuyo objetivo es la homogeneización y la amnesia de sus súbditos, que pagan los servicios estatales, no solamente con tributos, sino con su propia identidad. Se reinventa así la historia con la excusa del contrato social. Por supuesto, un fenómeno de cierto "revanchismo" hace que ciertos sectores radicales de los nacionalismos digamos "defensivos", apliquen esta misma amnesia a sus respectivos pueblos.
Todos los días encuentro a "modernos" a quienes les repugnan los nacionalismos mal llamados "periféricos". Surgen en cuanto oyen hablar a alguien que consideran "diferente". El nacionalismo español, como estaba configurado hasta ahora, cada vez tiene menos elementos cohesionadores. La mayoría de estas personas se siente muy ofendida frente a la simple manifestación externa de un hecho cultural que consideran "diferente".
Curiosamente, estas personas son muy españolistas frente al hecho catalán pero nada españolistas frente a la evidente invasión cultural anglosajona, o frente al hecho de que el 20% de Mallorca sea ya alemana. Estos falsos universalistas se escudan en un cosmopolitismo supuestamente desinteresado y en la afirmación de que el nacionalismo defensivo, llamado por ellos "nacionalismo periférico" les parece un vestigio del hombre de Atapuerca.
Son gentes que, sin embargo, tienen claras sus fronteras. Porque, no nos engañemos, el hombre siempre pone fronteras a su alrededor, más allá de las cuales no le importa lo que pasa. Pueden estar a mil o cien kilómetros (depende de cada uno), o empezar en las puertas de su casa. Estos creadores de opinión, cuando condenan a los nacionalismos, están en realidad pidiendo a determinados pueblos que se resignen a desaparecer como tales para no alterar la "armonía" existente.
¿Cual es el papel que este estado-nación reserva a Castilla? Castilla es, para el nacionalismo español, la esencia de lo español. El creador de España. El españolismo usó interesadamente el cristianismo como excusa para expandirse en América. Y usó y usa lo castellano como hecho homogeneizador de lo español. Un castellanismo de opereta que no se quiere sentir solidario con los regionalismos catalán, vasco y gallego. El españolismo de raíz cultural castellana no se imagina a sí mismo sino dominando toda la península. Acepta el "estado de las autonomías" pero no renuncia a la disolución a largo plazo de "las otras identidades".
¿Cual ha sido el coste que Castilla ha tenido que pagar por este expansionismo peninsular (que un día fue incluso americano)? Pues la ruptura de los límites geográficos que definían Castilla y su división en cinco comunidades autónomas. El fracaso de la independencia portuguesa se vio compensado por la castellanización de otras nacionalidades fuera de la corona de Castilla.
Yo no quiero ese castellanismo. Quiero un castellanismo solidario, una concepción plural de las Españas. Hay que superar ese castellanismo trasnochado que asume una identidad de España exclusivamente castellana (sí, con peculiaridades culturales, pero sin trascendencia política), convirtiendo los regionalismos en una simple cuestión de "vestimenta", pero sin raíces sociales de identificación colectiva.
El nacionalismo español de raíz castellanista, necesita reconstruir la autoestima de la España castellanizada. Todo menos emprender la pedagogía difícil pero inevitablemente necesaria de defender una concepción plural de las Españas. Una prueba de esto es la continua insistencia de ciertos sectores españolistas en seguir negando la toponimia gallega catalana o vasca. ¿Por qué no puede el D.N.I., por ejemplo, reconocer los topónimos A Coruña, Elx o Iruña?
Y ahí quiero llegar, vuelvo a insistir como dije en otro mensaje anterior. ¿Qué es hablar español? Para el nacionalismo españolista es, sencillamente, hablar castellano. Si yo hablo catalán, aragonés, gallego o euskera ¿No hablo acaso un idioma español? ¿Por qué el llamado "espacio común" no está basado sencillamente en aceptar diversidad y no en la uniformidad?
El bilingüismo debe ser simétrico. Es decir, actualmente el 100 % de los catalanes conocen el idioma castellano, pero todavía no hablan todos catalán. Todos deben conocer ambos idiomas. Lo que se está pidiendo es una reformulación del estado español, o si se prefiere de España.
Parece que vuelven los apóstoles del pensamiento único. Y utilizan varias banderas (no sólo la española, sino la vasca, la gallega, la catalana, la de la aldea global, etc). No entienden a la "periferia". Si a tu padre le hubieran dado de hostias en el colegio por no hablar "español", a lo mejor lo entenderías. Al mío le zurraron por hablar gallego. Ese sí es el problema, que no nos han enseñado a entendernos y respetarnos. Cierto es que existen intransigentes en todas partes y también un cierto "revanchismo" se ha apoderado de algunos sectores de estas nacionalidades "periféricas".
El principal objetivo del castellanismo del siglo XXI debe ser el de reivindicar su identidad robada por el centralismo (no por vascos, catalanes o gallegos). Siendo así, solidario, tiene todo el derecho del mundo a exigir sus derechos de un reparto de la riqueza en condiciones de igualdad frente a su actual discriminación. Y debe sobre todo exigir su reintegración territorial.
Se nos dice desde un falso "universalismo", busquemos espacios comunes, no diferencias. Bien, pero es que el "espacio común" real, es el que nos iguala a todos en la ciudadanía, no en la nacionalidad. ¿Por qué los españoles no somos capaces de separar ambos conceptos? ¿Por qué hay que pagar la "ciudadanía" con la propia identidad? Para ello el Estado español tendría que adaptarse a su realidad plurinacional. Integración no tiene que significar desaparición de las nacionalidades minorizadas, que nunca deben confundirse con minorías nacionales. Ese día desaparecerían los nacionalismos "periféricos" y la integración sería real. Por ese proyecto yo sí quiero ser español.
[Artículo de Julio García Bilbao, castellanista de Guadalajara]