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Autor Tema: Alcaldes de Valladolid durante el Sexenio Democrático (1868-1874)  (Leído 9879 veces)
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« : Noviembre 13, 2010, 00:35:52 »




El 19 de septiembre de 1868, tenía lugar un suceso llamado a cambiar la Historia de España: el general Juan Prim, empedernido conspirador, se levantaba en armas contra la monarquía isabelina. Se unieron a la rebelión los generales y civiles exiliados en Londres, Bruselas o Suiza; así como los desterrados en Canarias y los que se hallaban presos o bajo libertad vigilada en la Península. Todos los dirigentes de la sublevación se entendieron perfectamente. Se difundió un manifiesto contra el insoportable reinado de Isabel II firmado por una serie de militares: Juan Prim, Rafael Primo de Rivera, Francisco Serrano, Caballero de Rodas y el brigadier Topete. Con este hecho parecía indicarse el carácter castrense del levantamiento, provocado por el desgaste del Partido Moderado y la Unión Liberal.
Sevilla y Cádiz se unieron rápidamente a la rebelión. Juan Prim se trasladó a esta última ciudad, siendo recibido por Topete en la fragata Zaragoza. Tras arengar a las tropas allí concentradas, el general progresista se hizo con tres fragatas, recorriendo así la costa mediterránea hasta Cataluña. Francisco Serrano, por su parte, se dirigía hacia Sevilla con la intención de avanzar después hacia Madrid. En todo el Sur y el Este de España las autoridades constituidas dejaron vía libre a una serie de Juntas Populares, que se prodigaban en todos los pueblos y ciudades.
Serrano y sus hombres se hallaban ya a la altura de Córdoba, siendo apoyados por los refuerzos civiles que se habían incorporado a la rebelión. Las fuerzas leales al Gobierno, dirigidas por Novaliches, salieron desde Madrid para cerrarles el paso. El choque entre ambos ejércitos se produjo el día 28 en Alcolea: el desgraciado general Novaliches recibió en la primera refriega un casco de granada en la mandíbula, siendo sustituido por el general Paredes, que ordenó el repliegue de sus fuerzas. Serrano y los suyos tuvieron entonces el camino despejado, siendo vitoreados en todos los pueblos por los que pasaron en su marcha hacia Madrid. Nada quedaba ya por hacer a la monarquía. Isabel II pasó la frontera con Francia el día 30, y nunca volvería a franquearla como reina de España en ejercicio.



¿Y cual es la situación en Castilla y León? Apenas tenemos datos sobre adhesión de esta tierra al levantamiento contra Isabel II. El caso mejor documentado y estudiado es el de Valladolid, que se presenta como la ciudad más revolucionaria.
Tras conocerse la sublevación de la flota en Cádiz, y tras una larga y tensa noche "se toma una especie de decisión salomónica: Valladolid se suma a los sublevados, salvo el Regimiento de la Constitución, que se marcha voluntariamente con los generales Calonge (capitán general isabelino) y Carreño". A las nueve de la mañana del día 30 de septiembre, el general José Orozco, al frente de las tropas rebeldes, se encamina al Ayuntamiento para cumplir con las formalidades revolucionarias. Tras una arenga y varios vivas a la soberanía nacional y a la libertad, se proclama oficialmente en Valladolid la destitución de la monarquía isabelina y de sus autoridades. Una Junta Revolucionaria integrada por personalidades progresistas y demócratas (Liborio  Guzmán, Eugenio Alau, Saturnino Guerra, Remigio Calleja, Manuel Barquín, Eusebio de la Puente, José María Cano, Eulogio Eraso y Laureano Álvarez) toma el poder local, ganándose la enemistad del Gobernador Civil (Urueña) y el Capitán General (Francisco de Paula). El talante revolucionario de las nuevas autoridades se pone inmediatamente en evidencia por las medidas que toman el mismo día de su constitución: extinción de la dinastía borbónica, libertad de los presos políticos, llamamientos a las cúpulas de los partidos para que sean promovidos levantamientos populares, rearmar a la Milicia Nacional, abolición de la contribución de consumos, incautación de fondos públicos, apoyar a la Junta Revolucionaria de Palencia y prestarle todo tipo de auxilios para que movilice a sus ciudadanos, destitución del Capitán General Calonge (que es declarado "reo de lesa nación"). No tardará la Junta Revolucionaria en publicar más decretos, como el que proclama la extinción de la Compañía de Jesús y la incautación de todos sus bienes, o el que reconoce los derechos fundamentales del ciudadano: libertad de expresión, reunión y asociación; inviolabilidad del domicilio, garantías jurídicas, etcétera.
No estamos, pues, ante un simple cambio de autoridades en los puestos claves, sino ante una verdadera transformación de la sociedad. El apoyo popular al nuevo régimen, puesto de relieve a través de la prensa y las manifestaciones, no falta. Y hasta se muestra muy pujante en determinados momentos. En resumen, existe en Valladolid un núcleo revolucionario previo, el cual, una vez triundante la "revolución septembrina", se suma al proceso, toma las riendas de la situación, y actúa en consecuencia con los grandes objetivos (complejos, cuando no contradictorios) de las fuerzas progresistas.
En lo que al Ayuntamiento pinciano se refiere, el Sexenio Democrático trae aires de renovación: las alcaldías de Valladolid se hallaban vacías de contenido político y alejadas de la realidad social de la ciudad durante el largo periodo moderado y liberal; pero ahora se sitúa al frente del Consistorio una nueva generación de élites profesionales, universitarias y comerciales con otra visión distinta. Es verdad que no mostrarán el ímpetu ideológico radical y el compromiso político de las élites dirigentes de las décadas de 1830 y 1840, pero son un grupo de personalidades comprometidas seriamente con el progresismo. De los alcaldes que presidirán el Consistorio vallisoletano durante el Sexenio, cinco son progresistas dispuestos mantener el orden y preservar a la sociedad de las radicalidades revolucionarias (Cándido González Gutiérrez, José del Olmo Palomera, Blas Dulce Álvarez, Liborio Guzmán Lucas, Mariano Barrasa Díez) y sólo dos son republicanos comprometidos con los ideales septembrinos (Emiliano Tarazona Barragán, Manuel Pérez Terán). Es decir, que en buena medida continúa la trayectoria de las élites liberales radicales de los 30 y 40, con las que rompen generacionalmente, pero no política ni socialmente. Entre estos progresistas abundan los propietarios, comerciantes y profesionales que no están dispuestos a que la revolución atente contra sus intereses. Los dos republicanos, en cambio, pertenecen a la clase profesoral, son catedráticos de la utópica generación del 68. Por tanto, anotamos como modesto el balance revolucionario de los regidores de Valladolid durante el Sexenio Democrático, tanto en vitalidad política como en el resultado final de su gestión. Por ejemplo, no lograron siquiera el primer objetivo del programa democrático, que se refería a la abolición de quintas y consumos. Consiguieron, eso sí, que la revolución no fuera demasiado peligrosa para los intereses de las élites económicas y profesional que venían marcando las pautas de la ciudad.
Veamos ahora las trayectorias vitales de las personalidades que controlaron el poder local en Valladolid, reseñando también las principales actuaciones emprendidas durante sus mandatos:





Cándido González Gutiérrez (Ciguñuela, Valladolid; 10/3/1820- Valladolid, 19/4/1915). Alcalde entre el 4/10/1868 y el 3/1/1869.


Hijo de Gaspar González y Paula Gutiérrez, naturales de Ciguñuela, una pequeña localidad de los Montes Torozos. Estudió la carrera de Derecho en la Universidad vallisoletana, recibiendo el título de licenciando en Jurisprudencia. En 1846 se incorpoó al Colegio de Abogados de la ciudad, residiendo en la céntrica calle del Obispo. El 24 de mayo de 1855 contrajo matrimonio en la parroquia de El Salvador con Isabel Hickmann, perteneciente a una importante familia inglesa.
Cándido González estuvo vinculado desde muy joven al liberalismo, y colaboró con las conspiraciones que se sucedieron contra la monarquía isabelina. En 1867 fue detenido y condenado (sin juicio) junto a otros correligionarios vallisoletanos a una pena de confinamiento en África. Según Ángel Bellogín, no existían pruebas concretas contra ellos, pero el Gobierno de González Bravo buscaba con esto lanzar una advertencia a la sociedad vallisoletana, ya que en esta ciudad la burguesía, los estudiantes y los militares eran considerados propensos a apoyar una intentona revolucionaria. El entusiasmo que reinó en Valladolid tras el derrocamiento de Isabel II demostró que aquellos temores no eran completamente infundados. La intervención del Gobierno británico (por presiones de la familia Hickmann) impidió el cumplimiento de la sentencia cuando los condenados ya habían sido encarcelados en Cádiz, como paso previo para ser trasladados a tierras africanas. No obstante, a Cándido González no le quedó más remedio que huir a Francia, donde participó en los preparativos revolucionarios.
Una vez que se conoció el triunfo de la revolución septembrina, se produjo la inmediata destitución de las autoridades isabelinas, entre las que se hallaba el alcalde Eugenio Caballero. El general José Orozco dirigió todo el proceso, nombrando a una Comisión que, a su vez, realizó el traspaso de poderes a una Junta Revolucionaria encabezada por el veterano progresista Genaro Santander, que se encargó de elegir a las nuevas autoridades locales y provinciales. El 4 de octubre el nuevo Ayuntamiento eligió sin oposición a Cándido González, avalado por dos figuras de proyección nacional: Práxedes Mateo Sagasta y José Lagunero (un general vallisoletano masón y de ideas radicales perseguido por el liberal O´Donnell).
El breve paso de Cándido González por la alcaldía supuso un intento de reformar el Ayuntamiento de acuerdo con los principios que habían inspirado la revolución antimonárquica, comenzando por una de las piezas fundamentales del ideario progresista español: la creación de una milicia de voluntarios destinados a sostener el orden público (sobre todo frente a las actuaciones de grupos contrarrevolucionarios). Por otra parte, hubo de atender a una serie de problemas que serían crónicos durante el Sexenio Democrático, como la precaria situación de las arcas municipales y el desempleo, viéndose el Ayuntamiento obligado a plantear medidas de emergencia que evitasen los conflictos sociales. Él mismo contribyó con 10.000 reales a una suscripción pública para atender las necesidades de las clases trabajadoras.
Al debatirse la formación del cuerpo miliciano (los "Voluntarios de la Libertad"), Cándido González propuso, basándose en su propia experiencia como miliciano, que figurase como requisito imprescindible saber leer y escribir para ingresar en él. Alejando Rueda (concejal republicano) se opuso a esta medida, por considerar que con ella se impedía tomar parte en la defensa de las libertades precisamente a aquellos a quienes los Gobiernos isabelinos habían mantenido en la incultura para garantizar su sometimiento. Tras esta discusión subyacía el temor de la burguesía vallisoletana a una radicalización del proceso revolucionario si se facilitaba el acceso a las armas de las clases populares (como pretendían los republicanos). Finalmente, se llegó a una solución de compromiso por la cual esta norma no se aplicaría a los voluntarios que ya formasen parte del cuerpo y se comprometieran a alfabetizarse.
La etapa de Cándido González al frente de la alcadía coincide con su etapa de jefatura del Partido Progresista en Valladolid. Intentó ampliar la base social de su formación política, y para ello utilizó el prestigio de figuras que habían alcanzado una proyección nacional, como el general José Lagunero (que recibió un homenaje multitudinario tras su reincorporación al Ejército). También planteó una gran manifestación como respuesta a la creciente fuerza del republicanismo en Valladolid, sin embargo éste acto no tuvo el respaldo popular que se pretendía y se vió enturbiado por violentos incidentes provocados por estudiantes republicanos. A los pocos días tuvieron lugar las elecciones municipales, en las cuales los republicanos se hicieron con todos los puestos en el Ayuntamiento pucelano, lo que sancionó el fracaso de la estrategia de Cándido González, el cual permanecería (a pesar de todo) dentro de la directiva del Partido. Al despedirse de la alcaldía, recomendó a los concejales "que no se olvidasen nunca que los hombres liberales gobiernan siempre teniendo por base la razón y la justicia, y que los tiranos sólo lo hacen por la arbitrariedad, precendiendo a todos sus actos la inmoralidad". Volvió al Ayuntamiento en octubre de 1869, formando parte de la corporación nombrada por el Gobernador Civil, y en 1871 fue candidato a la Diputación Provincial. El Gobierno Provisional instaurado tras el fin de la I República le nombró Gobernador Civil de Valladolid, cargo que desempeñó durante apenas tres semanas en enero de 1874.
Tras el restablecimiento de la monarquía borbónica en 1875, Cándido González participó en la reconstrucción del antiguo Partido Progresista, reivindicando los ideales que habían dado lugar a la Constitución de 1869. Los seguidores de Sagasta (ahora bajo la denominación de Partido Constitucional) celebraron una asamblea tras el acceso de aquel a la jefatura del Gobierno en 1881. Durante la misma, González vio frustrados sus intentos de asegurar el carácter monárquico del Partido, por lo que se apartó del mismo. No obstante, siguió siendo una figura de gran simbolismo en la política vallisoletana por su pasado de lucha por las libertades civiles. Por ello, en 1906, fue proclamado presidente de la sección local del Partido Liberal, aunque la jefatura efectiva del mismo recayese en el zamorano Santiago Alba. Sus últimas actuaciones políticas estuvieron vinculadas a la protesta de los partidos progresistas contra la política del conservador Antonio Maura, considerada por ellos una amenaza para las libertades públicas. Fue también cónsul honorario de Costa Rica en Valladolid.


Emiliano Tarazona Barragán
(Santo Domingo de la Calzada, La Rioja; 19/12/1826- Valladolid, 5/3/1882). Alcalde entre el 2/1/1869 y el 6/10/1869.


Hijo de Melitón Tarazona Aguirre, natural de Dicastillo (Navarra) y María Dolores Barragán, oriunda de Navarrete (La Rioja). Cursó sus primeros estudios en Logroño, hasta alcanzar el grado de Bachiller el Filosofía en 1848. Inició su carrera como docente en el Seminario Conciliar de Valladolid al tiempo que seguía los estudios de Humanidades en la Universidad. Obtuvo en 1885 la licenciatura en Filosofía por la Universidad Central. Desempeño las cátedras de Latín y Griego en los Institutos provinciales de Guadalajara y Murcia...Pero su vida estaba ligada ya a Valladolid, donde contrajo matrimonio con la palentina Petra Cerezo Rabanal el 12 de septiembre de 1860. Se instaló definitivamente en la ciudad allá por 1863, tras obtener la cátedra de Retórica y Poética en el Instituto Provincial de Valladolid, hallándose su residencia en el nº 8 de la calle de Santa María.
Accedió al Ayuntamiento tras las elecciones municipales de 1868, y en la primera sesión de 1869, fue elegido alcalde por 17 votos frente a los 11 obtenidos por Román Mozo. Emiliano Tarazona se convertía así en el primer alcalde republicano de Valladolid, su bien su presencia al frente del Consistorio fue testimonial. Como un síntoma de lo que habría de ser su mandato, ni él ni el Alcalde 2º (Marcos Merino) estuvieron presentes en la sesión antes mencionada. El 8 de enero presidió por primera vez un pleno, "excitando a la unión y fraternidad, que es el lema de los que se precian de verdaderos liberales". La siguiente sesión (celebrada en 19 de enero) fue la última en la que las actas recogen su presencia; y a los pocos días la prensa daba a conocer su sustitución por Tomás Nieto, debido a problemas de salud. En el mes de marzo se produjo la dimisión de un grupo de concejales, entre los que posiblemente se encontraba el mismo Tarazona...Sin embargo, ésta no llegó a hacerse efectiva de manera inmediata, ya que debía ser la Diputación Provincial quien diese cartas de validez a las renuncias. Desde entonces, los nombres de Tomás Nieto o Marcos Merino aparecen al frente del Ayuntamiento, pero sin que exista una constancia oficial de su nombramiento.
Durante el mandato de Tarazona se tomaron algunas medias que simbolizaban el cambio de régimen político, así como la desacralización de las costumbres (como la implantación del Registro Civil, aplicado únicamente a los matrimonios, una medida de escasa eficacia real por cuanto, como indicaron algunos capitulares, debía ser aprobada por el poder ejecutivo).
El 15 de junio de 1869, los representantes republicanos de las provincias de las dos Castillas y León (más Albacete) firmaron en Valladolid el Pacto Federal Castellano, en el cual se planteaba la creación de un Estado castellano como punto de partida de una futura República Federal española. Emiliano Tarazona se incorporó a este Pacto como representante de su provincia natal. Aunque el acuerdo no tuvo efectos prácticos más allá de la propaganda, supuso una de las primeras manifestaciones políticas del castellanismo.
La apuesta de los republicanos vallisoletanos por el federalismo tuvo un efecto negativo para ellos poco tiempo después. El 21 de septiembre de 1869 estalló en Tarragona un movimiento insurreccional de carácter republicano-federal que se extendió rápidamente por Levante y Aragón, provocando la suspensión de las garantías constitucionales. El temor de las autoridades a que la revolución se extendiese a Castilla llevó al Gobernador Civil de Valladolid a exigir al Ayuntamiento (y especialmente e los "Voluntarios de la Libertad") garantías de su acatamiento a las disposiciones de las Cortes Constituyentes. El concejal José Muro (futuro y efímero Ministro de la I República) propuso responder afirmativamente a la exigencia del Gobernador Civil, con la salvedad de someterse a la voluntad popular, con lo cual se podía legitimar un posterior movimiento republicano. Ante esta actitud ambigua, el Gobernador Civil recurrió al Ejército, que disolvió por la fuerza el Ayuntamiento (de mayoría republicana) y procedió al desarme de tres batallones de "Voluntarios de la Libertad".
Tras su salida de la alcaldía, Emiliano Tarazona participó activamente en los conflictos internos que dividieron a los republicanos de Valladolid, siguiendo la línea reformista marcada por Laureano Álvarez. En los primeros años del reinado de Alfonso XII el republicanismo español pasó por una etapa de proscripción, hasta que la llegada al poder de Sagasta dio lugar a una limitada apertura política. Este hecho permitió que en Valladolid resurgiera la prensa republicana y volvieran a la actividad los partidos de esta ideología. Emiliano Tarazona sería elegido por aquellos años vicepresidente del Partido Republicano Democrático (encabezado por Laureano Álvarez) y mantuvo esta responsabilidad hasta su muerte.
« Última modificación: Enero 12, 2011, 01:47:31 por Maelstrom » En línea
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« Respuesta #1 : Noviembre 13, 2010, 00:39:51 »


José del Olmo Palomera (Bilbao, 30/4/1805 - Valladolid, 27-3-1890). Alcalde entre el 8/10/1869 y el 25/10/1869.


José Felipe del Olmo Palomera fue bautizado el 1 de mayo de 1805 en la parroquia de los Santos Juanes, situada en el casco viejo de Bilbao. Era el menor de los cinco hijos del matrimonio formado por Bernardo del Olmo, natural de Frías (Burgos) y Josefa Palomera Aedo, natural del valle de Carranza (Vizcaya). José del Olmo no contrajo matrimonio, pero tuvo una hija con la señora Rafaela Artiñano Barañano, a la que reconoció como tal al nacer y que vivió en su compañía desde los once años. Llegó a Valladolid en 1826 para dedicarse a actividades comerciales, instalándose en la calle del Jabón.
Militó en el Partido Progresista, lo que le llevó a formar parte de la Milicia Nacional, de la que fue nombrado Comandante de Caballería en 1855. Contribuyó a evitar un enfrentamiento entre los voluntarios de la misma y los miembros del Ayuntamiento, que se negaron a tomar parte en la expedición a La Santa Espina. Su ingreso en el Consistorio se produjo en 1846, siendo concejal hasta 1859 y ocupando el cargo de Alcalde 2º durante en Bienio Progresista (1854-1856).
Estos antecedentes fueron tenidos en cuenta por el Gobernador Civil de Valladolid cuando decidió disolver el Ayuntamiento republicano en octubre de 1869 (como ya hemos visto) y nombrar otro que recondujese la gestión municipal, sin que ello significase un retorno a las etapas más reaccionarias del reinado de Isabel II. Para ello, nombró a personalidades de reconocido prestigio, a las que convocó de forma categórica (" en atención a las graves circunstancias por que deviene el país, me es indispensable el auxilio y cooperación de V. y que por lo tanto considero ineludible e inexcusable el desempeño del honroso cargo que le confío [...] espero concurrirá V. sin ningún género de excusa"). Así, en medio de una fuerte polémica por la actitud del Gobernador, éste presidió la primera sesión del nuevo Ayuntamiento, asegurando que los concejales ofrecían un perfil personal y político que garantizaba el cumplimiento de los principios sobre los que se sustentaba la rebelión del 68. En su primera alocución a los vallisoletanos, José del Olmo dejó claro que su principal preocupación era el restablecimiento del orden y la tranquilidad como mejor garantía de asegurar los ideales progresistas que defendían él y sus compañeros de corporación.
Una de las primeras medidas de José del Olmo (y prácticamente la única) fue visitar al Capitán General para lograr la liberación de las personas detenidas por oposición a las medidas dictadas por el Gobernador Civil. Asimismo, propuso la renovación completa del cuerpo de guardias municipales. En la sesión del 25 de octubre comunicaba haber trasladado su domicilio a Madrid, anunciando por tanto su abandono de la alcaldía vallisoletana, que pasó a ser desempeñada interinamente por Liborio Guzmán hasta que el Gobernador comunicó la aceptación de su renuncia el 20 de noviembre.





Liborio Guzmán Lucas (Tordesillas; Valladolid, 18-5-1816 - ?, ?]. Alcalde entre el 12-11-1869 y el 16-1-1870.


Era Liborio Guzmán hijo de Ramón Guzmán y Victoria Lucas, naturales ambos de Simancas. Contrajo matrimonio con Modesta Andrés, natural de Cantalpino (Salamanca). Cursó los estudios de farmacia, si bien su expediente no consta en los archivos de la Universidad Central. Sin embargo, de esta época data su estrecha relación con Pedro Calvo Asensio, una de las grandes figuras del Partido Progresista, natural de Mota del Marqués y que también cursó la mencionada carrera en Madrid.
Liborio Guzmán ejerció la profesión de boticario en Tordesillas, hasta que se trasladó a Valladolid en 1854 y abrió una botica en los portales de la Espadería (hoy Plaza de la Fuente Dorada) que llegó a ser una de las más importantes de la ciudad. En 1860 participó, junto a otros profesionales de la salud, en la fundación del periódico La Concordia, destinado a actuar como medio de difusión de avances científicos entre los médicos castellanos.
Su botica fue uno de los principales centros de reunión del progresismo vallisoletano, siendo por ello sometido a una continua vigilancia policial, ante la que adoptaba (según el testimonio de Ángel Bellogín) una actitud entre el desafío y la burla. Fue detenido y participó del mismo proceso de destierro de Cándido González. Pudo volver a Valladolid, pero sin librarse de la condición de sospechoso para las autoridades isabelinas, que volvieron a detenerle poco después de la revolución septembrina. No obstante, al ser liberado por los revolucionarios, utilizó su prestigio de perseguido político para salvar del linchamiento a algunos funcionarios del Gobierno Civil implicados en su detención.
En las elecciones que tuvieron lugar para el establecimiento de la Junta Revolucionaria, Guzmán obtuvo una gran votación, superada sólo por la de Genaro Santander, pasando de ésta manera a desempeñar la vicepresidencia de la Junta. Desde aquel momento comenzó a desempeñar cargos políticos. Había sido designado diputado provincial por el distrito de Nava del Rey cuando el Gobernador Civil destituyó al Ayuntamiento de Valladolid y le nombró Alcalde 2º. Esta circunstancia fue cuestionada por el concejal Francisco Cospedal, que lo consideraba una flagrante incompatibilidad; no obstante, Guzmán argumentó que se había visto en la obligación de aceptar el cargo por la orden de una autoridad superior a la que no podía negarse. La incompatibilidad también alcanzaba a su actividad profesional, ya que había logrado una contrata para el suministro de medicamentos al Hospital Provincial, lo que le inhabilitaba para desempeñar cargos en la Diputación.
Tras la marcha de Valladolid de José del Olmo, nuestro biografiado pasa a ocupar la alcaldía de forma provisional hasta el 12 de noviembre de 1869. Durante su mandato tuvieron lugar las primeras elecciones municipales del Sexenio, en las cuales se le achacaron diversas irregularidades (como la lentitud en el reparto de cédulas, que impidió votar a más de 1500 electores, teniendo que repetise el proceso electoral en algunos distritos). Un año después fue claramente derrotado en unos comicios en los que concurrió como candidato por el 3º. Distrito, por lo que orientó su acción política fuera de la capital y se presentó como candidato a la Diputación Provincial por el distrito de Tiedra.
Asimismo, impulsó la creación de un nuevo mercado semanal de ganados que fue inaugurado el 19 de diciembre de 1869, y con el que se pretendía reucperar el peso comercial de la ciudad, perdido en gran medida por las crisis financieras de 1864 y las malas cosechas de los años posteriores.
Fue elegido diputado por el distrito de Nava del Rey en 1872, llevando al Congreso un documento de los vecinos de su distrito pidiendo la abolición de la esclavitud. Tras la abdicación de Amadeo de Saboya se adhirió al republicanismo, siendo acusado en los años de la Restauración de estar implicado en una conspiración republicana liderada por Manuel Ruiz Zorrilla. Y ya en la década de 1880, Liborio Guzmán participó en los sucesivos intentos de reorganización del republicanismo vallisoletano, dentro del denominado Partido Democrático Progresista.
 Tuvo una destacada participación en la lucha contra la epidemia de cólera de 1885, colaborando en el reparto de medicamentos a los enfermos. Su botica pasó a ser propiedad de Juana García de la Gala, quien la cedió a su hijo, Juan García Gil. El nuevo dueño mantuvo esa doble función de oficina de farmacia y centro de tertulias políticas con éxito notable.


Blas Dulce Álvarez (Valladolid, 2/3/1824- Valladolid, 7/5/1877). Alcalde entre el 16/1/1870 y el 15/2/1872.


Hijo de Santiago Dulce y Cristina Álvarez del Barrio, ambos de clase acomodada. Fue bautizado en la parroquia de San Miguel, a la que estuvo vinculado toda su vida. Su padre había nacido en la localidad riojana de Estollo, si bien residía en Valladolid desde los quince años. Poco tiempo después figuró como propietario de una tahona en la plaza de San Miguel, una ocupación que le posibilitó alcanzar una próspera situación económica, cursando tres de sus hijos estudios universitarios. Asimismo, tuvo una activa vida política que comenzó por su integración en la Milicia Nacional en 1834, lo que constituía un claro compromismo con el liberalismo en unos momentos difíciles, pero también facilitaba el acceso a cargos políticos. Formó parte del Ayuntamiento de forma casi ininterrumpida hasta su muerte en 1852, cuando desempeñaba la 3ª tenencia de alcaldía.
Blas Dulce cursó los estudios de Bachiller en Artes, licenciándose después en Jurisprudencia por la Universidad vallisoletana, incorporándose a Colegio de Abogados en 1848. El 22 de diciembre de 1856 contrajo matrimonio con Dionisia Fernández Rico, sin tener descendencia directa. Su esposa pertenecía a la familia de Juan Fernández Rico, un indiano eriquecido en Cuba que se había convertido en una de las principales figuras de la industria harinera regional. Fernández Rico fue uno de los empresarios arruinados por la quieba del Banco de Valladolid en 1864, por lo que se vio obligado a transferir a Blas Dulce la fábrica "La Providencia" para que (según el testimonio recogido por Javier Moreno) se hiciera cargo de las deudas y volviera a ponerla a punto. Bajo su dirección, la fábrica tuvo un gran éxito y sus productos fueron premiados en diversas exposiciones internacionales. Junto a esta actividad, Blas Dulce se dedicó al cultivo y explotación de vides y al arrendamiento de tierras de su propiedad en localidades como Fuensaldaña, Villabrágima, Pozuelo de la Orden y Urueña. En la capital contaba con un importante patrimonio urbano, en el que destacaba su vivienda en el nº 17 de la calle Doctor Cazalla; que contaba con patio, bodega, corral y tres pozos. En la misma calle tenía otras tres casas, una de ellas construida sobre un solar propiedad de su esposa, y seguía conservando la tahona de su padre. El valor total de los bienes inventariados tras su fallecimiento ascendía a 184.546,3 pesetas, formando sobre todo por la aportación de su mujer al matrimonio (104.851, 25 pesetas). No obstante, en el mismo inventario aparecía una deuda por valor de 42.925 pesetas contra los herederos de Fernández Rico, y que los testamentarios calificaron como de "difícil cobranza".
Blas Dulce (que fue integrante de la Milicia Nacional, como su padre) accedió al Ayuntamiento vallisoletano en 1861, permaneciendo como concejal hasta 1864. El historiador García-Valladolid nos lo presenta como uno de los personajes que más se habían sacrificado por el triunfo de la revolución septembrina en la ciudad, asumiendo graves riesgos personales. Según el testimonio de Ceferino Romón, Blas Dulce ocultó en su hogar a dos emisarios del general Prim, llegados a la ciudad en septiembre de 1868 para transmitir instrucciones a los militares implicados en el movimiento revolucionario, aprovechando la cercanía de aquel domicilio con el cuartel de San Benito.
Tras el triunfo de la insurrección contra Isabel II, la Junta Revolucionaria le nombra Alcalde 3º del Ayuntamiento, presidido entonces por el progresista Cándido González. Abandonó la Casa Consistorial tras las primeras elecciones municipales del Sexenio, pero la destitución de los republicanos en octubre de 1869 propició su vuelta a la política local. El 24 de noviembre de aquel mismo año tuvieron lugar unas nuevas elecciones municipales, que fueron ganadas por los partidarios de Amadeo de Saboya. Y entre ellos se hallaba Blas Dulce Álvarez, que fue el candidato más votado (546 electores le dieron su apoyo) en el distrito 4º, que comprendía las parroquias de San Miguel y San Nicolás. Su popularidad en el barrio era indudable, y se apoyaba en las obras de caridad que realizó en el mismo; incluso tras su muerte, ya que en su testamento aparecen disposiciones a favor de la Casa de Beneficencia, el asilo y los pobres de las citadas parroquias y de La Victoria, que deberían ser repartidas por los respectivos párrocos.
El 16 de enero de 1870, Blas Dulce fue elegido alcalde, con 16 votos a favor, uno en contra y tres en blanco. En un gesto sin precedentes, el nuevo corregidor se reunió a los pocos días con los directores de la prensa local para exponerles sus proyectos y, especialmente, la difícil situación en que se encontraba la ciudad. Un mes después, el Ayuntamiento elevaba una exposición a las Cortes Constituyentes en la que se afirmaba la imposibilidad de hacer frente al pago de los servicios municipales. Al no obtener respuesta alguna, el Consistorio en pleno presentó su dimisión, a pesar de lo cual, tanto Dulce como el resto de su compañeros siguieron ejerciendo su labor, al no ser aceptada su dimisión por la Diputación Provincial.
La aprobación de la libertad de cultos hizo que llegasen al Ayuntamiento peticiones para que esta medida se hiciese efectiva. Un pastor protestante solicitó la cesión de la antigua iglesia de los Mostenses para realizar reuniones religiosas, sin embargo, el Ayuntamiento se opuso utilizando diversas excusas, a pesar de que el solicitante llegó a presentar más de 800 firmas en apoyo a su peteición. Decidido partidario del mantenimiento de la monarquía como forma de Estado, Blas Dulce apoyó la candidatura de Amadeo de Saboya al trono español e instó a los vallisoletanos a mostrar su apoyo al nuevo monarca, como medio de cerrar el proceso revolucionario y garantizar la estabilidad política.
Dejó la alcaldía de Valladolid en 1872, al cumplir los dos años de mandato legal. Sin embargo, Blas Dulce se mantuvo en el Ayuntamiento como Síndico hasta la instauración del Ayuntamiento republicano en 1873. El 5 de enero de 1874 fue nombrado primer Teniente de Alcalde tras la disolución del Consistorio y el establecimiento de uno nuevo por orden del Capitán General. Poco después, nuestro biografiado tuvo que ejercer la alcaldía de forma interina por enfermedad de Mariano Barrasa, corregidor en aquellos años. Tuvo además un enfrentamiento con el concejal Aureliano García Barrasa, que había publicado en La Crónica Mercantil (periódico del que era director) el informe de una comisión municipal en el que se cuestionaba la legalidad de una serie de obras autorizadas por Dulce en sus últimos meses como alcalde. En una tensa sesión municipal, Dulce respondió a las acusaciones con los argumentos suficientes para que el presidente de la comisión propusiera la retirada del informe. Cabe señalar que se trataba de Félix López Sanmartín, uno de sus albaceas testamentarios. No obstante, García Barrasa continuó negando la validez de las explicaciones de Dulce.
Antes de retirarse de la política, aún tuvo tiempo de ocupar la alcaldía una vez más: el 15 de marzo de 1875 el Gobernador Civil le nombró Alcalde interino por la dimisión de José del Olmo, hasta que un mes después se hizo efectivo el nombramiento de José Gardoqui como nuevo Alcalde. El 4 de mayo de aquel año, Blas Dulce presentó su dimisión como concejal.

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« Respuesta #2 : Noviembre 13, 2010, 00:46:36 »


Mariano Barrasa Díez (Valladolid, 16/7/1815- Valladolid, 12/7/1874). Alcalde entre el 15/2/1872 y el 24/8/1873.


Hijo de Tomás Barrasa y de María Díez, su familia procedía de la comarca palentina del Valle del Cerrato. Fue bautizado en la parroquia de San Andrés. En 1868 contrajo matrimonio con Ana Berzosa Cendores. Residió en el número 14 de la calle de Rua Oscura. Perteneció a las cofradías de San Andrés, Nuestra Señora de San Lorenzo, San Isidro y Santa María de la Cabeza.
Mariano Barrasa cursó la carrera de Derechi en la Universidad de Valladolid y ejerció el cargo de juez en esta ciudad en varias ocasiones. Fue un importante comprador de propiedades durante los años de la Desamortización, lo que le proporcionó un importante patrimonio y la posibilidad de orientar sus beneficios hacia otras actividades económicas. Participó en una de las grandes apuestas de la burguesía vallisoletana decimonónica: la construcción del ferrocarril. En 1858, suscribió un gran número de acciones de la empresa concesionaria del Ferrocarril del Norte con el fin de acelerar las obras del trazado que habría de unir a Valladolid con Madrid y la frontera francesa, mejorando así las posibilidades de comercialización de los cereales castellanos y la propia posición de Valladolid dentro de la economía española. A su muerte era propietario de varios majuelos y un pinar en la vecina localidad de Laguna de Duero, así como de una casa de dos plantas en la Plaza del Campillo.
Su padre, Tomás Barrasa, había formado parte del Ayuntamiento durante la llamada Década Ominosa (1823-1833), durante la cual se agudizó la represión contra los liberales. Sin embargo, Mariano Barrasa se comprometió desde muy joven con el ideario liberal. Ingresó en la Milicia Nacional nada mas concluir sus estudios de Derecho, alcanzando el grado de Capitán de este cuerpo. Tuvo una activa participación en el pronunciamiento que provocó la destitución de Espartero como regente, pero su vinculación con el Partido Progresista le llevó a ser desterrado de Valladolid en la época de Narváez. A su regreso, pasó a formar parte del Ayuntamiento, ocupando diversos cargos electivos durante más de dos décadas.
Fue Mariano Barrasa uno de los concejales designados por el Gobernador Civil en octubre de 1869, tras la disolución del Ayuntamiento encabezado por Emiliano Tarazona. Al acceder a la alcaldía el monárquico demócrata Blas Dulce, fue elegido para ocupar el cargo de Alcalde 2º, a pesar de lo cual mantuvo una postura crítica con el mandato de aquel, llegando incluso a promover un voto de censura. Tras la ruptura del Partido Progresista, se incorporó a la facción del mismo que dirigía Manuel Ruiz Zorrilla.
Barrasa fue elegido Alcalde por 22 votos a favor y 9 en blanco. En la misma sesión de aquel 15 de febrero de 1872, su cuñado Antonio Sánchez Arcilla, al poco de tomar posesión como concejal, se vio envuelto en un grave incidente derivado del enfrentamiento entre estudiantes universitarios y alumnos del Colegio de Caballería. Los universitarios amenazaron con tomar represalias violentas contra los cadetes, por lo cual el director de la Academia Militar prohibió a éstos abandonar el edificio para su habitual paseo, sin embargo, el Capitán General le desautorizó y ordenó a los cadetes que realizasen su paseo con una escolta armada. Barrasa acudió al paseo con un grupo de guardias municipales para prevenir posibles incidentes que, en un primer momento, no se produjeron. Sin embargo, al retirarse los militares al edificio del Colegio, se produjo un intento de agresión contra éstos, que respondieron realizando una carga contra las personas que circulaban por los alrededores. El propio Barrasa fue agredido por los soldados, y pese a que no se produjeron víctimas mortales, el Ayuntamiento exigió una satisfacción por parte del Capitán General, acusado de ser el principal instigador de aquellos lamentables hechos. La mayor parte de los concejales denunciaron que se había buscado una excusa para realizar un ataque contra la población, comparando aquello con la madrileña "Noche de San Daniel" que tantó deterioró la imagen de la monarquía isabelina. El Gobernador Civil (que en el momento de la carga se hallaba en Madrid, probablemente de manera premeditada) se vio en la obligación de satisfacer al Ayuntamiento, y durante una sesión extraordinaria del mismo censuró duramente el comportamiento del Capitán General. Mariano Barrasa, que no quería que el Gobierno aprovechase aquellos incidentes para cerrar la Academia o la Universidad, aceptó las forzadas disculpas del Gobernador y buscó un acuerdo entre ambas instituciones para prevenir futuros enfrentamientos.
El 11 de febrero de 1873 quedó proclamada la I República española. No puede decirse que fuese recibida con entusiasmo en Castilla y León, excepto en algún núcleo capitalino como Valladolid o León, pero aun en estos casos los partidarios del nuevo régimen son sectores reducidos a nivel regional (republicanismo federal). Y es que la implantación del republicanismo en Castilla y León es escasa, siendo un fenónemo esencialmente urbano, casi sólo capitalino, con algunos núcleos en algunas villas (Cuéllar, Béjar, Aranda de Duero...). A la cabeza del movimiento figura la ciudad de Valladolid, donde los federales mantienen cierta presencia, tanto a través de la prensa (La Revolución de Septiembre, El Trueno Gordo, El Federal de Castilla, La Posta Electoral Republicana, El Federal Castellano, etc.) como por medio del Casino Republicano y seis clubs de caballeros (Federal de Riego, Sixto Cámara, Guillén y Carvajal, etc.). Las figuras más destacadas del republicanismo federal pucelano son José Muro, Eladio Quintero, Manuel Pérez Terán, Guerra Blanco, Cea (presidente del Partido), Vila, León, Soler, Alvarez Taladriz, Barquín, Sandoval, etc. Casi todos ellos pertenecían a profesiones liberales.
Mariano Barrasa tendrá que hacer frente a los problemas de orden público que se suceden durante la turbulenta etapa republicana, entre ellos los provocados por Zabalbeitia y José González "el Trapero", dos personajes que provocaron incidentes en las sesiones municipales por sus intentos de implantar el cantonalismo en Valladolid. A finales de abril fueron encarcelados por haber asaltado el Ayuntamiento, reclamando la implantación de unas autoridades verdaderamente republicanas y federales. El fracaso de esta tentativa no desanimó a estos camorristas, que al poco de ser liberados iniciaron una serie de viajes por toda España expresando su apoyo al movimiento cantonalista. El 20 de julio de 1873 volvieron a Valladolid, y les acompañaba un capitán de Artillería: pretendían buscar apoyos en la guarnición pucelana para dirigirse posteriormente a Madrid. Mariano Barrasa ordenó a los "Voluntarios de la Libertad" que les detuviesen... Y en las inmediaciones del Campo Grande se produjo un tiroteo en el que resultaron muertos Zabalbeitia y el militar y gravemente herido "el Trapero", que falleció pocos días después". En uno de sus últimos actos como Alcalde, Barrasa condenó los hechos: "[...] semejante acontecimiento a la vez que servirá de severa lección a los que mal aconsejados conspiran sin descanso para introducir la perturbación y la anarquía, demostrará a la Nación que en la capital de la Vieja Castilla, tierra clásica de la honradez y la hidalguía, jamás tendrán cabida los que con la tea del incendiario y el puñal del asesino traten de poner en práctica tan desalmados planes que tratan de destruir la sociedad y sembrar el luto y la desolación en el seno de las familias". No se olvidó de felicitar a los "Voluntarios de la Libertad" por su decidida actuación.




Manuel Pérez Terán Yenes (Madrid, 28/12/1829 - Valladolid, 24/10/1875). Alcalde entre el 24/8/1873 y el 4/1/1874.


Hijo de Manuel Pérez Terán, oriundo de Cádiz, y de la madrileña Inés Yenes. Casado en primeras nupcias con Segunda Benito Pérez (con quien tuvo un vástago llamado José María en 1859) y en segundas nupcias con Sinforosa Vitores Fernandez. Residía en el nº 6 de la calle de San Blas.
Cursó Pérez Terán la carrera de Medicina en Madrid, alcanzando el grado de licenciado en 1855. Ejerció como médico (de manera gratuita) en la villa de Torres, en el presidio de Alcalá de Henares y en diversas unidades militares y de la Guardia Civil; compaginando esta actividad con la docencia en la Facultad de Medicina madrileña. En 1866 se trasladó a Valladolid tras haber ganado la Cátedra de Anatomía Descriptiva y General en la Universidad pucelana. Además de ejercer la enseñanza universitaria, inició su actividad política en las filas del Partido Demócrata (antecedente del Republicano) desde la clandestinidad.
El triunfo de la rebelión del 68 permitió el desarrollo de nuevas fuerzas políticas en un ambiente de verdadera efervescencia. Manuel Pérez Terán participó desde  un primer momento en la organización del republicanismo vallisoletano, y llegó a ser un líder político con verdadero calado popular. Su primera intervención en el "Templo de la Libertad" (una iglesia convertida en centro de reuniones políticas) le permitió imponerse a otros aspirantes y detentar el liderazgo republicano gracias a un discurso directo y comprensible. Intentó canalizar el entusiasmo de los grupos populares, hasta entonces al margen del juego político, por medio de una continua labor de socialización, para lo que se sirvió de métodos desconocidos hasta la fecha pero que ya eran frecuentes en otros países. El mitin que organizó bajo el expresivo título de "No más reyes" fue la primera reunión política celebrada en Valladolid bajo patrones modernos. La clave de su discurso político fue unir la idea de la República con las más importantes aspiraciones de las clases populares: abolición de las auintas, del impuesto de consumos y (con un carácter más general) el restablecimiento de la moralidad en los asuntos públicos. Asimismo, lanzó fuertes ataques contra la élite política local: familias como los Reynoso o los Millán Alonso y, de manera generalizada, los industriales harineros, achacándoles el haberse enriquecido de forma muy poco ética. Por otra parte, Manuel Pérez Terán fue elegido para ser Comandante del batallón de los " Voluntarios de la Libertad" y para presidir el Comité Republicano de Valladolid. Fue firmante (junto con Lucas Guerra y Pedro Romero) del Pacto Federal Castellano por la provincia de Valladolid.
Abandonó en abril de 1872 la jefatura del republicanismo vallisoletano, volviendo a la misma casi un año después, tras una serie de reuniones tumultuosas. Fue propuesto como candidato a diputado por Valladolid, un asunto que tuvo que dirimir la asamblea local republicana. La votación interna dio el mismo número de votos a Pérez Terán y a José Muro (quien ya había sido elegido en dos ocasiones). Tras la intervención del Gobernador Civil, Pérez Terán renunció a continuar en la lucha electoral.
Tras las elecciones municipales del 12 de julio de 1873, Pérez Terán presidió la primera reunión del nuevo Ayuntamiento, al haber sido el candidato más votado. Antes de ocupar el sillón presidencial, un ciudadano procedió a colocar sobre el mismo el emblema de la República. Fue proclamado alcalde por 26 votos a favor y uno en contra. Decidido a promover un profundo cambio en la sociedad vallisoletana, Pérez Terán será el Alcalde más radical del Sexenio, y el más representativo del mismo. Sin embargo, al dirigirse desde el balcón del Ayuntamiento a los vecinos, solicitó paciencia, ya que se veía obligado a cumplir con una legalidad que limitaba en buena medida sus proyectos más importantes.
El Ayuntamiento cambió su definición de "constitucional" a "republicano federal" y el tratamiento de "Don" a los concejales se sustituyó por el de "ciudadano", como medio de mostrar rechazo al "orgullo aristocrático que había caracterizado a la institución hasta la llegada de la República. Estas medidas se conjugaron con otras de carácter más práctico, con las que buscaba mitigar el desempleo en la ciudad. Se modificó la normativa municipal en materia de obras de tal manera que se hiciese más rápido el proceso de contratación de trabajadores. Se modificó el procedimiento de contratación de empleados municipales, una de las cuestiones que mayores conflictos había creado en el Consistorio y en el propio Partido Republicano. Desde este momento, las listas de aspirantes se harían públicas para que cualquier vecino pudiera exponer lo que le pareciera más conveniente sobre aquellos. Posteriormente (y en el curso de una sesión secreta) fueron decladaros cesantes más de 60 empleados municipales.
Los mismos planteamientos republicanos se utilizaron para justificar un cambio en las relaciones entre el Ayuntamiento y las instituciones religiosas. El 29 de agosto se aporbó el fin de las subvenciones municipales a cualquier culto religioso, destinando los fondos presupuestados a la mejora de las escuelas municipales. Se propuso una reforma del Hospital de Esgueva que planteaba la retirada de las Hermanas de la Caridad y su reemplazo por personal sanitario profesional, al considerar el Alcalde que aquellas anteponían su fanatismo al cuidado de los enfermos. Asimismo, redujo a la mitad el salario del capellán destinado en este centro sanitario.
Paralelamente a su labor como Alcalde, continuó realizando su labor de propaganda en defensa de la República, advirtiendo del peligro que el fin de la misma supondría, no sólo para los republicanos, sino para todos los liberales: "[...] no nos lanzaremos a la defensa de la libertad con la bandera republicana federal, todos caeremos envueltos en el sudario liberal. Nuestra falta de decisión la pagaremos en los patíbulos, en los presidios o en la emigración. El clero no olvida ni perdona. Hoy como en tiempo de Felipe II, bajo la influencia del obispo de Urgel como en la dominación de Torquemada, los compradores de bienes nacionales, los defensores de la idea liberal y los republicanos federales seremos tratados sin piedad".
Y estando así las cosas, tuvo lugar el levantamiento del general Pavía contra el Gobierno de Castelar (3 de enero de 1874), que pone fin a la inestable I República. En líneas generales podemos decir que la resistencia de las autoridades republicanas al golpe de Estado fue mínima en Castilla y León, a excepción de Valladolid. En esta ciudad, durante el domingo 4 y el lunes 5 de aquel mes, se viven dos jornadas de auténtica guerra civil, ya que los milicianos republicanos ofrecen una tenaz resistencia. Benito Pérez Galdós menciona la oposición de los republicanos de Valladolid algolpe de Pavía:

"Pasados unos días me enteré de que las únicas poblaciones que protestaron decorosamente contra el golpe de Estado fueron Valladolid, Zaragoza y Barcelona. En la capital castellana pusieron sobre las armas los Voluntarios de la República. El famoso General don Eulogio González Iscar, familiarmente llamado Gonzalón por su extremada corpulencia, salió a calmar los ánimos. El gentío le acosó, rechazándole con ultrajes; mas aunque amenazaba con fusilar a los revoltosos nada hizo. El ruidoso motín, con sus incipientes barricadas, fue derivando hacia la tibieza y por fin hacia la paz, convencidos los republicanos de que la cosa no tenía remedio."


El balance, según cifras oficiales, es de nueve muertos y 32 heridos, cifras que las fuentes oficiosas elevan considerablemente. El aspecto que presenta Valladolid el 6 de enero es el de una ciudad devastada, y en sus calles céntricas (donde tuvieron lugar los principales combates) quedan aún barricadas. La resistencia del republicanismo local fue realmente importante: nadie, ni siquiera el propio Partido Federal, esperaba tanto ardor en defensa del ideal federalista. Desarmar a los milicianos costará cierto tiempo y esfuerzo, todo ello en un clima de temor y represión.
Manuel Pérez Terán es expulsado de la Alcaldía por las nuevas autoridades, que ponen en su lugar al ya conocido Mariano Barrasa para restablecer el orden. El Sexenio Democrático había terminado, y una nueva etapa se abría ahora en nuestra Historia...

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« Respuesta #3 : Noviembre 13, 2010, 05:41:11 »


-Pero los liberales no son unos fascistas?.

-La rojigualda bandera de republicanos???.

Vaya hilo facha has abierto, maelstrom  icon_twisted
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« Respuesta #4 : Noviembre 13, 2010, 08:38:51 »



Emiliano Tarazona Barragán
(Santo Domingo de la Calzada, La Rioja; 19/12/1826- Valladolid, 5/3/1882). Alcalde entre el 2/1/1869 y el 6/10/1869.

Hijo de Melitón Tarazona Aguirre, natural de Dicastillo (Navarra) y María Dolores Barragán, oriunda de Navarrete (La Rioja).



¡Vaya!, una paisana mía doña María Dolores xD
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« Respuesta #5 : Noviembre 13, 2010, 10:50:30 »


jajajaj yo he pensado lo mismo Navarrete icon_smile
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« Respuesta #6 : Noviembre 13, 2010, 15:04:39 »


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-Pero los liberales no son unos fascistas?.

-La rojigualda bandera de republicanos???.

Vaya hilo facha has abierto, maelstrom


Joe, vaya unas tontadas que dices...
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« Respuesta #7 : Noviembre 13, 2010, 15:08:40 »


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-Pero los liberales no son unos fascistas?.

-La rojigualda bandera de republicanos???.

Vaya hilo facha has abierto, maelstrom


Joe, vaya unas tontadas que dices...


Has visto la hora en la que ha escrito?  icon_twisted
Mira que la semana pasada le aconsejé que se acostara, durmiera y dejara que el sueño y el tiempo fueran los mejores aliados con los vapores etílicos. Pero, nada, ni puto caso, así luego le salen esos desvaríos "noctualcohólicos" que no hay por donde cogerlos. 16
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« Respuesta #8 : Noviembre 13, 2010, 15:52:53 »


Jajajaja, lo siento Leka, pero CE tiene toda la razón. Te suplico que me expliques que haces a esas horas en el foro  icon_lol icon_lol
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Leka Diaz de Vivar
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« Respuesta #9 : Noviembre 13, 2010, 18:19:30 »


Dar por culo, y eso no cambia con el ron y la fiesta  icon_lol

Por otra parte y al igual que la semana pasada, no me retracto en nada, entre los frentepopulistas se ha escrito muchas veces que la bandera rojigualda es de la monarquia y la derecha.

Y se equipara liberalismo y fascismo con bastante asiduidad en ciertos ilustrados y progresistas ambientes.  icon_twisted
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