Buenas. Siendo consciente de lo complejo del tema, considero de interés introducir algunas reflexiones desde el máximo respeto hacia todas las posturas aquí vertidas para resituar el debate que está sobre la mesa, que desde mi punto de vista va mucho más allá de la legalización o no de Sortu o de la veracidad o no de las nuevas estrategias adoptadas por la izquierda abertzale.
La legalización o no de Sortu sin duda es una cuestión importante, así como la decisión adoptada de adoptar una nueva estrategia, pero hay una cuestión que es fundamental, porque sin tenerla en cuenta es difícil
contextualizar el resto.
En el País Vasco se está conformando una mayoría social que está a favor de dar una solución definitiva al conflicto en una clave democrática y pacífica. Esa es la novedad que desde mi punto de vista influye de una manera decisiva en las posiciones de unos y otros. Esta mayoría social la conforma una realidad social amplia, que va más allá de la izquierda abertzale. Me refiero a EA, Aralar, Alternatiba (escisión de IU), ELA (sindicato ligado al PNV), y otros sectores menos representativos. Esa mayoría social ha tomado las calles de forma unitaria en varias ocasiones (en movilizaciones a las que incluso se ha tenido que sumar el PNV por puro oportunismo), y está dando pasos firmes como la firma de algunos documentos o ponencias. Desde estos sectores, que como decía podrían llegar a conformar una verdadera mayoría social en el País Vasco, o al menos una fuerza que no podría ser obviada, se entiende que ha llegado la hora de
afrontar el futuro en un escenario libre de violencias, se entiende que
el modelo territorial surgido del estado de las autonomías está agotado, y que
es la hora de crear un nuevo escenario, que suponga el fin definitivo de la violencia, y que suponga el reconocimiento de los derechos negados.
Estamos ante un
conflicto de naturaleza política, que no es otro que la
cuestión nacional en el estado español. En el caso del País Vasco, ese conflicto incluye violencia, por parte de un sector del pueblo vasco, y por parte del estado también. No se trata de comparar la capacidad de ejercer violencia de cada cual, se trata de aceptar que la violencia existe de forma generalizada, y que está generando mucho sufrimiento. Las acciones de la organización armada y el sufrimiento y el dolor que han generado son bien conocidas por todxs, tal vez lo sean menos la violencia del estado (no tanto los asesinatos del GAL), como las formas de violencia de baja intensidad, en la que se pueden incluir los cientos de casos de tortura (incluida la tortura sexual y las violaciones denunciadas por jóvenes vascas en las últimas semanas) o las largas condenas (de 6 a 20 años la mayoría) a cientos de personas por hacer política de forma pacífica. Las cárceles están abarrotadas de presos, que en una proporción realmente elevada no tienen delitos de sangre imputables. No se trata de comparar, yo por mi parte no lo estoy haciendo, porque no creo que sea útil, ni es mi intención el motivar a hacerlo, ya que creo que las reflexiones deben ir por otros caminos si lo que queremos es colaborar para superar el conflicto y poner fin a una situación realmente insostenible.
Es evidente que estamos ante un conflicto de naturaleza política, por lo que la solución para su superación debe encauzarse políticamente. La solución pasa por reconocer la necesidad de la creación de una mesa de diálogo sin exclusiones, en una situación de ausencia de violencia por todas las partes, en la que se traten diferentes cuestiones, entre ellas, el reconocimiento del pueblo vasco de su derecho a decidir sobre su futuro. Esa es la cuestión. Si no hay reconocimiento de derechos, no habrá paz.
Y es ahí donde nos encontramos con la falta de voluntad política por parte del estado español, que hasta ahora podríamos cuestionar si se encuentra relativamente cómodo o no reduciendo el conflicto únicamente a su expresión violenta, y por otro lado negando la naturaleza política del mismo. Es el discurso de no caer en concesiones, etc. Es decir, desde sectores considerables del bloque dominante español se considera que el conflicto debe tratarse mediante vías exclusivamente policiales, militares y represivas. Y que no hay por qué reabrir el debate nacional en el estado, eso quedó cerrado en la transición, y punto.
Por lo que cabe hacerse las siguientes preguntas: ¿es la cuestión territorial para el estado español una cuestión estratégica?, ¿puede permitirse el estado español abrir la caja de Pandora? En ese sentido, es más que probable que el estado español no vaya a cambiar de estrategia, ya que aunque sea complicado de asumir, da la sensación de que se siente más cómodo en un escenario de violencia (siempre y cuando esta transcurra dentro de unos cauces asumibles) que en un escenario de ausencia de violencia y de reconocimiento de derechos democráticos y de reformulación de todo el entramado territorial, con lo que esto supondría. Es duro admitirlo, pero creo que tenemos que atrevernos a pensar en estos términos. La política de estado hace cálculos en frío, y al hacer política de estado, la gestión de las situaciones de violencia forma parte del día a día (sin ir más lejos podemos recordar los 100.000 asesinados civiles por la última guerra de Irak, que fue apoyada por el PP sin concesiones, ya que eran asumibles siempre y cuando se consiguieran ciertos objetivos en lo relacionado al control del petróleo)
En ese sentido, a pesar de las apariencias, hoy en día todos los indicadores apuntan a que el estado español no va a mover ficha, porque la violencia de ETA es un problema secundario, manejable, incluso del que se pueden obtener réditos electorales, que causa sufrimiento entre sus filas más directas, es cierto, y que causa sufrimiento y dolor, pero que da la sensación de que es algo secundario, o por lo menos que lo priorotario sigue siendo evitar una situación en la que se ponga sobre la mesa una cuestión de calado como es la cuestión nacional en el estado y el reconocimiento de derechos a los diferentes pueblos que lo componen.
¿Antes una España en conflicto que una España rota? La respuesta para el españolismo parece evidente.
Un saludo comunero.