Mi héroe castellano es el obispo Antonio de Acuña.
Fue un tipo estupendo que aún siendo religioso se sumó como dirigente al bando de los comuneros, arrastró tras de sí a todos los curas de la diócesis de Zamora, formando con ellos una compañía encargada de proteger en Tordesillas a la Reina Juana.
Como anécdota curiosa, Acuña advirtió a sus curas que "si sorprendía a alguno de ellos leyendo el Breviario durante las guardias, se iba a enterar"
Otra anécdota que se cuenta de este regimiento de curas de Acuña es que antes de disparar los trabuquillos contra sus enemigos, con el arma, los curas hacían la señal de la cruz.
Por último el intento de huída de Acuña demuestra que era un obispo con muchos cataplines.
¡Ay si los curas castellanos actuales fuesen como Acuña !

