La Monarquía española, cada día más en entredicho: La abortadora Letizia no debe ser nunca reina de EspañaPor Enrique de Diego.-
Era un secreto a voces: Letizia Ortiz abortó. Sus declaraciones de joven periodista antes del viaje a México destacan por su implicación personal a favor del aborto. Lo sitúa como un derecho, fuera del contexto de las preguntas, como si fuera una cuestión que le condicionara en lo más íntimo. Me consta que uno de sus abundantes examantes había intentado vender la historia pero nadie se había querido hacer eco, en la dura omert existente durante décadas sobre la patética familia Borbón, hasta que abrí la veda con mi libro “La monarquía inútil”. Ahora lo confirma su primo David Rocasolano, cuya intimidad con su prima llegó hasta el punto de ser el abogado de su divorcio y de que Letizia y el pardillo inmaduro de Felipito de Borbón le pidieran que hiciera desaparecer las pruebas de haber matado el fruto de su vientre en la clínica Dator (crimen seguramente subvencionado por la Comunidad de Madrid). El primo, que con sorna y desprecio titula su ajuste de cuentas “Adiós, princesa”, facilita, al parecer, esos documentos que no debió destruir.
Letizia Ortiz no debe ser nunca reina de España. A los innumerables motivos que han convertido Zarzuela en una cloaca apestosa, en una casa de latrocinio con cargo al contribuyente, éste es ya el definitivo. No sólo es que Letizia es indigna, es que Felipito queda a la altura de los más mediocres payasos del circo patrio.
El padre del cazador de elefantes, del amante de Corinna solía decir que una reina de España no debía tener pasado. Letizia Ortiz no es que tenga pasado, es que parece retratarla el chiste de esa novia que lo había hecho con medio pueblo y el enamorado novio responde que el pueblo no es Nueva York. En Guadalajara causó estragos, porque lo de Méjico fue un viaje iniciático enloquecido tras el trauma del aborto. Ha habido que gastar un buen montante de dinero del contribuyente para borrar las numerosas huellas de un pasado de mujer liberada y de virtud frágil. De su viaje a Irak, el cortesano Federico Trillo –ese abogado de Gürtel que presuntamente cobra la minuta en negro- hubo de destruir el informe de la sargento “Paquita” sobre la noche de farra de Letizia con un mando de la Royal Navy. Su pose desnuda para el disco de “Maná” se convirtió en imaginación creativa del pintor.
Por de pronto, lo que destaca, lo que clama al cielo es lo que es norma en la letrina borbónica: todo es mentira. Todo es mentira en cada uno de los borbones, en su conjunto, pues no son una familia, ni comparada con la Monster. Y todo es mentira en Letizia y todo es mentira en ese pardillo de Felipito. Y le pidieron a David Rocasolano que participara en la mentira. Letizia es una mujer casquibana y republicana, atea y laica, paranoica y manipuladora, tal y como la describe su primo, harto de la presión a la que ha sometido a la familia. Y, frente a ello, se vendió a la sociedad española como una mujer tradicional, casi como una católica reconvertida pero coherente, enjuague y mentira a la que se prestó el infausto Rouco, ese personaje menor que tanto daño ha hecho y hace a la Iglesia en España.
Pero sobre la mentira se eleva el hedor del crimen execrable de quien es capaz de matar al fruto de su vientre. “¿Puede la mujer olvidarse del fruto de su vientre?”, se pregunta la Biblia como lo último, como la abominación de la desolación. La Iglesia establece la excomunión. Letizia no me parece digna. Nunca será mi reina, ni nada que se le parezca.
Ella y Felipito son una pareja de mentirosos, como lo son todos los borbones, empezando por el cazador de elefantes. No hacen más que intentar engañar. La princesa noruega es madre soltera. Hay en ello una cierta dignidad y no ha mentido. Aquí todo es mentira. Todo es cloaca. Todo es letrina. Todo es corrupción. Esta no es ni la corte de los milagros, es simplemente la corte de los desechos.
Los puristas de la monarquía, como Jaime Peñafiel, ya avisaron que la boda con una plebeya era un desastre sin paliativos, y aunque el argumento me trae al pairo, pues el mal está en la monarquía, es intrínseco, como he descrito en “La monarquía inútil”, esa extraña lógica ha tenido evidentes efectos perversos. Letizia es, desde luego, una insoportable, que no la soporta su familia, como deja claro su primo en lo que se ha adelantado de su libro. Pero la familia, en la medida en que se ha hartado y en que la crisis avanza y hace mella, está tirando de la manta y esto va camino de ser pasto de la telebasura y, nunca mejor dicho, porque ante basura, ante estiércol borbónico es ante lo que estamos.
La cuestión es que, ahora con ese rollo de la abdicación, de la que el Borbón no quiere hablar porque puede ir al trullo, con muchos más motivos que Urdangarín, es que aquello de que la ventaja de la ‘institución’ es que al heredero se le prepara es más falso que un Judas de plástico, porque es notorio que no sabe ni elegir esposa. Eso de la formación es otra mentira, porque nadie va a exigir nada a quien todo le viene dado por nacimiento: el puesto de funcionario número uno, vitalicio y hereditario, una antigüalla y una estupidez sólo apta para lacayos o para corruptos cortesanos. Felipe es un irresponsable contumaz, una personalidad débil, que hizo gestiones para borrar ese pasado infecto de la trepa que le había cazado a través de la caja tonta. Tampoco debe reinar. Debe ponerse, por primera vez en su vida, a trabajar en algo decente y honrado.
La realidad está pidiendo a gritos un referéndum monarquía-república y una marcha definitiva al exilio de los gorrones borbones o que vayan de tertulianos a la telebasura que es su medio ambiente.
O España acaba con los borbones o los borbones acaban con España. He ahí la cuestión.