Los encierros de Cuéllar esperan tener en 2016 el sello internacional
La Junta ya ha remitido al Gobierno la solicitud para optar a la declaración, que podría llegar en seis meses
DANIEL MARTÍN ARRANZ | CUÉLLAR
31 mayo 2015
11:56
Hablar de Cuéllar es hablar de sus encierros. También está el histórico Castillo, pero todos los cuellaranos empiezan a sentir cosquillas según llegan los primeros rayos de sol del verano, se acrecientan cuando van pasando una tras otra las fiestas de los pueblos limítrofes. Y ya ese cosquilleo se convierte en un desvelo las noches previas al último domingo del mes de agosto. Porque así, desde hace casi 100 años, se vienen celebrando en esas fechas las Fiestas de Nuestra Señora del Rosario, las Fiestas de los Toros. Aunque su historia abarca más de cinco siglos.
El reto actual de elevar estas fiestas a la categoría de Fiesta de Interés Turístico Internacional es algo mayúsculo. Solo hay dos fiestas en España que hayan conseguido el preciado galardón, una los Sanfermines de Pamplona y la otra, la entrada de toros y caballos en Segorbe en Castellón. Quizás sea esta la más parecida a las fiestas por excelencia de la villa cuellarana. Parecida, porque más de 500 años de historia avalan a una celebración única y exclusiva de esta Tierra de Pinares.
Fue el 30 de junio de 2008 cuando la Secretaría de Estado de Turismo concedió el título de Fiesta de Interés Turístico Nacional a Nuestra Señora del Rosario Los Encierros de Cuéllar. Los festejos, que han ido evolucionando y creciendo, pican ahora más alto para conseguir la declaración internacional. Ello, si prospera la solicitud, que ha pasado de manos de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta al Ministerio, y después será elevada a organismos internacionales, siempre que cuente con informe favorable.
Siete años han pasado de la anterior declaración, lo que permite cumplir una de las premisas preestablecidas, que no es otra que la obligación de que hayan transcurrido cinco años de la anterior. Otras condiciones que esta solicitud cumple, a la espera de que sea ratificada en un plazo no inferior a seis meses, son la antigüedad de la celebración y continuidad en el tiempo; el arraigo popular y participación ciudadana, especialmente se valora la existencia de asociaciones que la respalden; originalidad, diversidad, que sea relevante en cuanto a la promoción turística de España en el exterior; repercusión en medios de comunicación internacionales, al menos diez actuaciones en uno o varios medios extranjeros; que en su desarrollo no se maltraten personas ni animales y se cuide el entorno urbano, monumental y paisajístico; la existencia en la localidad o a menos de 50 kilómetros de alojamientos y servicios turísticos adecuados; y por último, un acuerdo de pleno del Ayuntamiento e informe favorable de la comunidad autónoma.
Todo esto se reúne en una memoria compuesta por más de 40 hojas, que se complementa con un tomo de anexos documentales de 462 folios. Si en la memoria se acerca Cuéllar, su historia, sus encierros y recursos turísticos, en este último bloque se recogen los registros históricos que avalan la antigüedad y tradición de los encierros, así como toda la documentación en papel y multimedia que requiere la Orden ITC/1763/2006 de 3 de mayo, por la que se regula la declaración de fiestas de Interés Turístico Nacional e Internacional.
La memoria arranca con una referencia clave para aspirar a esta solicitud como es este texto: «Acaeció allí luego un terrible caso, que el día de Corpus Christi siguiente, que es cuarto día después del domingo de la Santísima Trinidad, lidiaron un toro o toros, y entre otros estaban los españoles», siendo éstos los cuellaranos. Este texto recoge la introducción de la tauromaquia en América, y está publicado en la Historia de las Indias en su libro tercero capítulo LXXXI, de Fray Bartolomé de las Casas.
Evolución
A partir de ahí comienza su evolución, recogiendo en esta memoria algunas de las fechas más destacadas de estas fiestas. Ya en el siglo XIV la reina Leonor, esposa de Juan I de Castilla, infanta aragonesa por su nacimiento, es señora de Cuéllar y a ella se quejan los hidalgos y pecheros de la villa, y dando respuesta a estas quejas habla de que es costumbre inmemorial encerrar toros en Cuéllar. En aquellos años no solo se corrían toros en San Juan, también en el Corpus y en Nuestra Señora del Rosario.
En 1405, con ocasión del nacimiento del príncipe Juan, futuro Juan II –padre de Isabel la Católica– se corrieron toros en Cuéllar; en 1464 el cabildo eclesiástico alquilaba balcones de una casa que tenía en la Plaza Mayor para ver los toros. En el siglo XVIII la cofradía que organizaba los festejos sufre un descenso en cuanto a sus ingresos y el Ayuntamiento, con el fin de que no desaparezca la fiesta, aporta los toros para que no tengan gastos.
En 1728 desde el Ayuntamiento se advierte de que se abastezca a las panaderías de trigo por estar próximas las fiestas, en las que concurría mucha gente para que no faltase género tanto a los vecinos como a los foráneos. En el último tercio del siglo XIX se va ampliando el programa festivo, se incluyen fuegos artificiales y actividades musicales. En 1922 el alcalde propuso el cambio de fecha de la celebración, que históricamente tenía lugar el primer domingo de julio, el más próximo al día de la Visitación de la Virgen , el 2, y los dos días siguientes, lo que hacía que las faenas agrícolas y ganaderas se detuvieran durante unos días. Por ello se propuso el último domingo de agosto y los dos días consecutivos, cuando ya habían terminado las labores del campo. A pesar de la oposición de parte de la población, la fecha se trasladó a la actual aquel mismo año. Ya desde mediados del siglo pasado la fiesta ha ido evolucionando adaptándose a su crecimiento. En 1961 se modifica el recorrido urbano a consecuencia de la inauguración de la Plaza de Toros recién construida, y también en esa década se crean las figuras del pregonero, corregidora y damas.
Y hasta llegar a los cinco encierros que tenemos en la actualidad, hay que situarse primero en 1970, cuando se añade el cuarto, y en 1999, cuando se crea el quinto con motivo del quinto centenario de la ordenanza reguladora. Ese año se celebraba esta efeméride, que aborda la primera regulación escrita que se conserva hasta el momento, y es la ley XVII de las ordenanzas dadas a la Villa de Cuéllar y su Tierra en 1499 por Francisco Fernández de la Cueva, II Duque de Alburquerque. Entre otras cosas rubrica: «Que por el daño que se hizieren con los toros quando se encierra non aya manquadras ni otra pena. Muchas veces acaefce quando fe encierran toros enfta villa que fin culpa delos que traen fe face daño en panes o viñas: o otras cofas por los dichos toros o por los ganados que conellos vienen. Hordenamos que cuando lo tal acaefciere non fe fagan manquadras alos dichos toros ni alos ganados que conellos vinieren ni fe lieve otra pena alguna alos que truxeren».
Regulaba una situación bastante habitual y es que durante el traslado del ganado hasta la villa, a los pastores y ganaderos que lo conducían se les escapaba y entraba en los sembrados. Lo que la ley contempla es que estas personas no son culpables de los destrozos, por lo cual no tienen que pagar ninguna multa y que los dueños de las tierras no tienen derecho a percibir ni reclamar ninguna compensación económica.
De costumbre inmemorial era el hecho de que los encargados de hacer llegar los toros eran los caballeros guardas del Concejo y de la Comunidad de Villa y Tierra, quienes eran enviados a las dehesas para conducir el ganado hasta los prados comunales de la Vega y del Camadal, desde donde eran conducidos hasta la villa. Este hecho lo recuerda la letra de la tradicional jota cuellarana ‘A por ellos’.