Os dejo un artículo interesante sobre Montenegro y su relación con la política de la UE, el derecho de autodeterminación y los nacionalismos.
Solania
Xabier Arzalluz
Así llamaban por tierras balcánicas al resto de la República Yugoslava que supervivió unida a la sucesiva separación de Eslovenia, Croacia etc., por el empeño personal del Sr. Solana por evitar lo inevitable, es decir, la independencia de Montenegro de Serbia.
Lo que hemos presenciado sería suficiente para que cualquier político digno abandonara las grandes responsabilidades comunitarias y se reintegrara a las de su propio país, si no fuera porque, como es bien conocido, el Sr. Zapatero no desea ver por España al Sr. Solana.
También al Sr. Solana se le atribuye la imposición de las duras e inéditas condiciones para aceptar un resultado independentista del referéndum de Montenegro: un mínimo del 50% de participación ciudadana mas el 55% de votos favorables. ¡Qué hubiera sucedido si se hubiera aplicado ese baremo de participación al referéndum de aprobación de la Constitución europea en España! O en el caso de la separación de Eslovaquia de Chequia, o de los países bálticos de Rusia...!
“Delirium tremens” aparte, no me cabe duda de que el Sr. Solana, digno nieto de Salvador de Madariaga y en su carácter de buen jacobino español tuvo siempre muy presentes en todos estos avatares a vascos y catalanes.
No hará más de un par de años que, al pasar por Bilbao camino de Madrid, sus Patxi López le dieron una cena en la que les dejó un mensaje a cuenta del proyectado referéndum de autodeterminación (y no de independencia) del Lendakari Ibarretxe: ¡Ojo con eso, porque si se lleva a cabo será el principio del fin!
De ahí la necesidad de poner precedentes de mayorías cualificadas si se considera que, del mismo modo que en Montenegro un tercio de la población es serbio, en Euskadi el 30% del censo vigente es nacido fuera de nuestra Comunidad.
Pero no necesita el Sr. Solana ponerse morado de Slivowitz para persuadirnos de que Montenegro es muy diferente de Euskadi. Aunque todos somos personas y europeos, Montenegro es más pequeño que Euskadi, tiene menos habitantes que Gipuzkoa, es mucho más pobre que nosotros, hasta el punto de que hay quienes ponen en duda su viabilidad de Estado, aparte de estar apenas políticamente estructurado.
Pero cómo persuadir al Sr. Solana.de que la cuestión es otra. Que no se trata de parecidos. Que el hecho básico que tanto jolgorio produce a vascos y catalanes es el de que por primera vez, en esta Europa de s. XXI se produce la aparición de un Estado soberano, desgajándose de otro Estado soberano por un acto de voluntad colectivo, desde el ejercicio del llamado derecho de autodeterminación de los pueblos, siendo así que Montenegro ¡no es ni ha sido una colonia!
Porque en los tiempos preparatorios de la Constitución española vigente, en nuestras conversaciones con gentes de la UCD y del PSOE (y entre éstos estaba el Sr. Solana con más predicamento que ahora), cuando suscitábamos, y lo hacíamos con frecuencia, el tema del Derecho de Autodeterminación, a los efectos de introducirlo en la constitución, la respuesta era siempre negativa y el argumento también siempre idéntico: “Es cierto que España firmó la Carta de las Naciones Unidas que incluye dicho principio. Pero está claro que se refería a los países colonizados, que evidentemente no era el caso de Euskadi “
Y seremos todo lo diferentes que quiera el Sr. Solana, pero ni Montenegro ni los demás países balcánicos, ni los bálticos, ni los checos han sido países colonizados, ni la formulación de la autodeterminación corresponde a los tiempos de la descolonización sino a los posteriores a la 1ª guerra mundial, y se aplicó, aunque mal, en el ámbito europeo y no en el del tercer mundo, al que llegó tras la segunda guerra.
Justo en 1978, cuando en el Congreso de los Diputados de Madrid nos decían esas cosas, me tocó asistir en Berlín a un Congreso Mundial de los partidos demócrata -cristianos . En él, la CDU/CSU alemana, entonces en el poder, presentó para su aprobación una propuesta que proclamaba el derecho de autodeterminación de todos los pueblos, INCLUIDOS LOS EUROPEOS” . La propuesta fue aprobada por unanimidad por alemanes, italianos, franceses, holandeses, belgas...por todos los europeos, que además gobernaban en todos los países europeos continentales.
Aquel texto se lo di en Madrid a Ortzi/Letamendía, diputado entonces de Euskadiko Ezkeerra, que defendía en solitario y denodadamente, igual que Heribert Barrera por ERC, la constitucionalización del derecho de autodeterminación. Por supuesto todo fue inútil. Era para países colonizados.
Y hablando de alemanes, recuerdo que cuando se produjo la independencia de Eslovenia, el primer pueblo que se independizó de Yugoslavia, en una entrevista que le hizo el semanario “Der Spiegel” a Walter Rühe, Secretario General de la CDU alemana, a la pregunta del periodista en el sentido de si su Partido iba a apoyar la independencia de Eslovenia, contestaba: “!Cómo voy a negar a otro pueblo lo que reclamo para Alemania”!
Cuando finalmente llegó el tiempo de la reunificación alemana, asistía, junto con Ardanza, a la reunión previa a la cumbre de Roma en Pisa. Allí estaban los jefes de Gobierno y de los Partidos democristianos europeos Helmut Kohl, Canciller de la Alemania en trance de unificación, en palabras muy emotivas y consciente de que ningún Estado europeo, ni siquiera sus gobernantes que tenía delante deseaban una Alemania reunificada, dijo con solemnidad: “La reunificación de Alemania no se deberá a la benevolencia de sus países sino que vendrá en virtud del Derecho de Autodeterminación del pueblo alemán”. Nadie dijo nada. Así lo oí y así lo cuento.
Pero en España las cosas seguían igual. Felipe González mi dijo un día que no creía en la existencia del derecho de autodeterminación. Pero le tocó, junto con los otros catorce jefes de Gobierno que componían la gobernación de La UE, proclamar la independencia de Eslovenia, tras la invasión armada de Milosevic, en virtud del derecho de autodeterminación del pueblo esloveno. Y en la rueda de prensa que tuvo que dar con esa ocasión, un periodista vasco le preguntó que podía significar ese acontecimiento para los vascos y catalanes. González se echó de encima la cuestión respondiendo con las misma palabras de Solana. “Aquello es diferente”. ¡Y en esas estamos!
Decía el otro día Zapatero en Bilbao que él era un hombre de palabra. Que creía en el uso de la palabra desterrando la violencia.
No se le habrá ocurrido nunca que su unidad de España y su unidad constitucional se basa en pura violencia armada, en las Fuerzas Armadas de tierra , mar y aire, ante las cuales la palabra no vale nada, sólo vale la fuerza, y que mientras esté vigente el Art.. 8º de su Constitución, la libertad, la palabra, la paz, la libertad no son ni siquiera palabras, son sólo palabrería.

