Ahmed tiene 6 años, en cualquier otra parte del mundo se diría que está jugando a ser constructor, para convertirse en un hombre de provecho para el día de mañana...
Nabatiyeh, 11.09.2006
Ahmed tiene 6 años, en cualquier otra parte del mundo se diría que está jugando a ser constructor, para convertirse en un hombre de provecho para el día de mañana... un jueguecito muy varonil y apropiado para su clase... mientras su hermana colabora en las tareas de la cocina, o invierte su tiempo en rezar. Pero no. Esto es el mundo real, en pleno sur del Líbano, y en la prensa alternativa no necesitamos repetir lo que ya repiten en todas partes, porque no pedimos permiso a nadie para pensar, y porque razonamos a partir de lo que vemos por nosotros mismos, de primera mano.
Ahmed no está jugando, trabaja. Ayuda en la medida de sus posibilidades -superando incluso lo esperable y hasta lo sano, teniendo en cuenta su edad-, esforzándose en hacer añicos lo que hasta el mes pasado eran las paredes de su habitación.
La tarea parece sencilla: reducir, desescombrar, reconstruir. En este proceso no hay ninguna tarea menos importante que otra, y todos, absolutamente todos los miembros de la familia arriman el hombro para recuperar cuanto antes su amado hogar, quizá no vuelva a ser el de antes... quizá sea aún mejor... pero en cualquier caso, tenga la forma que tenga, sería el espacio que albergue la unidad de afecto más básica de la sociedad, y el auténtico pilar de cualquier pueblo: un pequeño grupo de personas que se aman y están dispuestas a cooperar y ayudarse para salir adelante como sea.
Algunos quizá opinen que la foto es un montaje, que está trucada o 'construida' para la ocasión... algunos, quizá se atrevan a decir que la instantánea no es actual, o que fue tomada en Cáceres... pero la verdad es que estampas como esta no son nada excepcional en el sur del Líbano.
El sur del Líbano... cualquiera diría que hablamos de otro planeta, cuando en realidad este maravilloso país, parecido a España por su clima, vegetación y orografía... más pequeño en espacio, pero idéntico en cultura e historia, se encuentra justo allí donde se pierde la vista en el horizonte, hacia el Este, cuando nos bañamos en cualquier playa de Torremolinos, Santa Pola, Benidorm, Valencia, Peñiscola, Sant Carles, Calafell o Empuries.
El Líbano, si tuviera que apuntar una diferencia, hablaría de la infinita hospitalidad de su gente; del temor en la mirada, que en tres segundos se torna alegría, gratitud y amistad.
No, la foto no está trucada, y no forma parte de ninguna maquinaria de propaganda islámica, ni nada parecido. Es la triste realidad. Es el efecto de las armas. El resultado del odio. Algo tan simple como un fenómeno de muerte en masa, concebido para saciar la sed de beneficios de la industria bélica americana, hebrea y capitalista global.
Junto a Ahmed -a menos de tres metros-, podemos ver un proyectil que no llegó a explosionar. Poco antes, otros dos niños de edades parecidas a la del propio Ahmed estaban jugando con ella. Insisto, la foto no está manipulada, no es preciso manipular la realidad, cuando es la realidad la que está manipulada, y nos manipula hasta el punto de creer que las cosas que nos rodean son reales o irreales en función de lo que diga el monigote televisivo de turno.
Algunos pensarían que es peligroso e inadecuado que no exista mayor separación entre los niños y las bombas. Otros, los más expertos, dirían que a su edad, el peso del mazo puede provocar malformaciones en el crecimiento de los huesos del chiquillo. Y otros, entre los que me incluyo, sentiremos vergüenza ajena cuando dentro de un mes, el próximo 12 de octubre, nuestro estúpido Estado, celebre el día de su Fiesta Nacional paseando por el centro de Madrid un gran conjunto de profesionales de matar, adornados con instrumentos que solo sirven para provocar odio, miseria, miedo y miles de nuevos Ahmeds.
Mientras tanto, la vida sigue en el otro lado del Mediterráneo. Desde hace más de 50 años, todo libanés de 10 años conoce perfectamente las sensaciones recorren la mente de Ahmed, saben lo que se siente cuando reduces, desescombras y reconstruyes tu casa, tu vida y tus sueños.
Salud y paz, por favor.
x Kaosenlared
http://www.kaosenlared.net/noticia.php?id_noticia=23321