No Gragam no, los fascistas nunca corrigen sus errores. No puedes creer q el autor de semejante atropello, se corrija y pida perdón pq su objetivo es precisamente lo q resulta. El autor se esta descojonando en estos momentos.
Aplastar al niño castellanohablante tiene hoy rango de ley orgánica, se llama estatuto, y es legal hacerlo. El método será todo lo fascistoide q queramos pero el objetivo es ya legal. Se lo debemos no solo a ERC, CIU o PSC, que lo ejecutan gustosos, sino a ZP. Si España ha de irse a tomar viento, Dios quiera q sea con un Gobierno socialista en Moncloa, pq por lo menos quedarán como culpables cómplices y se evitará un derramamiento de sangre. Yo no daré ni una gota de la mia por este pais que se deja insultar por Rubianes y otros golfos. España va a la deriva, lo digo con pesar, y nos salva nuestra pertenencia a Europa y nuestra relativa buena situación económica.
Del ABC:
Catalán por naricesPor IGNACIO CAMACHO
PERO qué pesados son los nacionalistas. Qué cargantes, qué insufribles, qué plastas. Nunca se cansan de dar la matraca, jamás se toman un respiro en su cantinela excluyente ni sienten desmayo en su insistente porfía. No conocen el sentido del ridículo ni del pudor; siempre tienen un demonio que agitar, un fantasma que perseguir, un agravio del que dolerse. Ahí radica su éxito, en esa inagotable constancia para percutir con su sectarismo en cualquier ámbito de la existencia, incluso allá donde los demás, por mucha conciencia política y cívica que poseamos, llega un momento en que sentimos la necesidad imperativa de cultivar una cierta privacidad alejada de dogmatismos y de bronca. Para el nacionalismo no hay espacios de tregua. Los nacionalistas ejercen de la mañana a la noche, veinticuatro horas sobre veinticuatro, dando la tabarra en el trabajo, en la escuela, en la calle, en el amor, en la familia, en los sentimientos, en el cine, en el ocio, en el deporte. Qué pesadilla.
Estos días, en la flamante Cataluña estatutaria, se ha visto cómo las gastan los tíos del ceño fruncido, eternamente cabreados con un mundo hostil que tiene el defecto incorregible de no ser catalán. Reforzados moralmente por la victoria política del Estatuto y su consagración del catalán como «lengua propia», se han lanzado con su habitual contumacia expansiva a la imposición práctica de un monolingüismo inverso. En los detalles, porque en lo esencial ya lo han logrado. Pero no se les escapa ni una brizna, por simbólica que sea. Con esa obstinación suya tan exhaustiva, se han inventado en un anuncio victimista la paranoia de que España coacciona y frustra a sus deportistas al impedirles el supuesto sueño de militar en una selección catalana, y simultáneamente han cargado contra la escritora Elvira Lindo por dar el pregón de la Mercé en castellano, y hasta contra los futbolistas extranjeros del Barça por no expresarse en la nueva lengua obligatoria. A hacer puñetas el cosmopolitismo, el seny, la apertura de miras. Fuera máscaras.
Esta vez ya no se trata de que los catalanes, o los que viven en Cataluña, hablen en catalán; la carga va también contra los que están de paso. El mensaje es nítido: el que vaya por allí tiene que hablar, por narices, como a ellos les dé la gana. Y si no, Puerta, Camino y Viti. Les da igual una escritora gaditana que un futbolista camerunés, un funcionario extremeño que un fontanero polaco, un profesor andaluz que un camarero argentino. Ya se pueden enterar todos de que, en la Barcelona que fuera la avanzadilla europeísta, el melting pot de la sociedad abierta, hay unos tíos muy hoscos que se suben por las paredes si oyen hablar en castellano, y están dispuestos a meter sin descanso toda la presión posible, que es mucha: coacción, boicot, desprestigio, extorsión y, si es menester, violencia escuadrista. Así las gastan, y sin cortarse un pelo.
Esto es lo que hay. Mejor dicho, esto es lo que hemos permitido. Y con rango de ley orgánica, por cierto.

