He recordado este pasaje de "Una semana de lluvia", y creo que interesante leerlo y reflexionar sobre su planteamiento. En 1970, Francisco García Pavón, ya bajo la influencia del "Spain is different", ofrece un planteamiento de futuro muy pesimista pero que, desgraciadamente se ha cumplido y se sigue cumpliendo en gran parte. Tiene un nivel literario fuera de toda duda e incluso diría que tiene gran valor histórico.
—Desde luego es grande lo que está pasando en este pueblo, coño. —¿Se pué saber qué está pasando?, señor coñito Venegas —le preguntó la Rocío muy fina. —Coño, que anda por ahí un caballero que se las cablegrafía a todas. —Yo no creo que sea eso exactamente —dijo Braulio con gravedad—, pero la gente está muy necesitada. Que hay provincias españolas, como la de Ciudad Real, que están muy mal jodidas y claro, con cualquier pretexto se obsesionan con la coyunda. Porque antes, toda España era muy moral. Bastante moral, quiero decir, en las cuestiones de matriz, que en las de cuartos mejor es no tocarlo. Pero últimamente se ha producido un fenómeno muy impar que seguramente ustedes han reflexionado. Me refiero a lo del turismo. Desde que llegó la invasión extranjera, invasión con soldados y soldadas en bañador, se entiende, resulta que hay dos Españas. La España marítima y playera, y la España del interior: la del romero, la jara, la viña, el olivo y la paramera. En la España turística, como a la hora de la verdad ni moral ni leches, que lo que importa son los cuartos, se ha levantado la veda del conejo. Las costas españolas están preparadas para que medio mundo venga aquí a darle gusto al vientre. Y por el contrario, en esta otra España, la España quiñonera, sigue la moral antigua, y el que no fornica con su señora esposa o con algún planecillo subterráneo, pues ya lo sabe, a pasar hambre. ¿Y qué pasa? Que como las rastrojeras de aquí se enteran por los cines, los periódicos, la televisión y algún veraneo que otro, que por el Mediterráneo se pasa tan ricamente, tienen envidia y aspiran, es natural, a la liberación de sus partes. Porque es que aquí, por la naturaleza del terreno, siempre tiene que haber dos Españas. La rica y la pobre. La solanera y la sombraja. La marina y la agrícola, la industrial y la barbechera y ahora, además, la carnívora y la penitenciaria de siempre. Y la revolución va a venir. Fijaros si os lo digo. Va a llegar la sublevación general y la cosa es comprensible. Lo mismo que ahora se van a trabajar a Alemania porque pagan más; a vendimiar a Francia o hacer de camareros a Benidorm, en un futuro breve, la gente moza de estos pagos, si queda alguna, cogerá las maletas y se irá a las tierras con sol y turismo, a las de la buena vida. Y toda esta Castilla y Extremadura, la Rioja, Aragón y otros parajes sombríos y agrios, quedarán vacíos como una plaza de toros en lunes. Ruedos infelices, habitados si acaso por viejos y mastines. Y España será un cinturón de poblaciones grandísimas, ceñidas al mar, que de verdad es lo que vale y da trabajo fácil y gozo. Y todos estos secanos y somerales a hacer puñetas. Y si no, al tiempo. —Oye Braulio, esta mañana te encuentro un poco disparatao, ése no es tu tono —le dijo don Lotario verdaderamente preocupado. —Sí exagera un poco, sí —abundó Plinio. —No señores, nada de disparatao, lo que pasa es que sois unos seres terruñeros y os asusta la imaginación. Vivimos un mundo de cambios muy profundos y vuestras cabezas no están preparadas para ellos. No hace ni veinte años que en España, si alguien en la playa enseñaba el arranque de una teta, la metían en la cárcel… Y mira ahora. La meten en la cárcel si no enseña las dos. En ese mismo tiempo aquí to lo extranjero era pecao y demonial; y ahora nos ponemos contentísimos cuántos más millones de extranjeros llegan para quedarse con todo. El mundo cambia que da gusto, y nadie puede ir contra corriente por muy fanático que sea. Y yo os digo que esto de vivir en tierras pobres, habiendo cerca otras en las que se está muy ricamente, se acaba. La España del centro quedará para que investiguen los arqueólogos. La generación nueva quiere gozo y trabajo fácil, convivencia y libertad, y el riñón de España es lo más opuesto a esto. No se trata ya de injusticias sociales de ricos y pobres, sino de injusticias de vida total. De alegría y tristeza, de sol y sombra, de fornicativa y abstención, de ganárselo fácil o a agonías. España, de verdad de verdad, lo único que produce en abundancia es sol, y cachondeo. Y es lo que hay que explotar, es lo que estamos explotando ya. Y todo lo demás, leches. Y en el futuro no quedarán más españoles que los que hagan falta y puedan vivir en las zonas mayores. Los demás al extranjero, a por dineros suficientes para darse una vida más muelle y actual. —Desde luego, la mañana que viene Braulio retórico aquí no hay quien hable —dijo la Rocío. Braulio, bastante satisfecho de su predicación futurible, se bebió la copa de aguardiente que tenía sobre el mármol y quedó mirando a todos como diciendo: «¿A ver quién es capaz de quitarme la razón?». —Entonces, según tú —dijo Plinio con cierta preocupación—, España acabará como una plaza de toros, cuyos tendidos y palcos serán las provincias junteras al mar; y el ruedo las tierras centrales, las de secano. —Algo así. De verdad de verdad, nuestra verdadera riqueza no es la naranja, ni la uva ni los zapatos. Son cantidades pequeñísimas que cuesta mucho sudor sacarlas y fíjate el papel que hacemos en el mercado mundial. Nuestra industria de verdad, ¡oh España de la Inquisición!, es calentar a la gente, darle holganza y ponerla alegre… Que no es mal negocio. Bien mirao y explotao, la ricura del mundo. Y además muy de acuerdo con nuestro temperamento. Hoteles, saunas, piscinas, tablaos, fiestas y festivales, corridas a la orilla del mar. Lo nuestro de siempre, que hasta ahora no hubo oportunidad de explotarlo a lo grande, para el consumo de todo el mundo conocido. Menuda suerte. Quince millones de españoles al extranjero a ganar más. Los otros quince a las costas y escasas tierras fecundas, y el centro de España para pastos… incluido Tomelloso, Alcázar y los Arenales de la Moscarda, qué leche… Pa qué vamos nosotros a inventar coches, ni radios ni quirófanos. Que inventen ellos o nosotros, pero en sitios extranjeros, como ya ocurre. Nosotros daremos a Europa lo mejor, buena vida y vacación, toreros, futbolistas, artistas, teatro… Si es lo que está pasando ya, lo que ha pasao toa la vida, no seamos gilipollas. ¿Cuándo hemos competido nosotros industrialmente con nadie? ¿Cuándo hemos podido imponer masivamente en el mundo algún producto nuestro? Si no tenemos terreno para nada. Ni productos básicos suficientes. Sólo sol y cachondeo. Pues a ello. Si Europa va a ser una, cada país pondrá lo que tiene y nosotros el solarium y la piltra. Que no es mal papel. —Eres el mayor retrógrado del mundo. Con esas ideas te van a dar algún cargo importante. —Soy un retrógrado, ¡por aquí! Soy un realista, un filósofo realista, mientras vosotros os creíais de España eso que dicen los mentirosos: que puede ser un país competitivo. ¿De qué? Tos los autos que gastamos los inventaron otros, y las televisiones, y las máquinas de afeitar. Si aquí vivimos de fuera, coño. Y si hacemos un pinito de nacionalismo nos morimos de hambre y de tristeza… Desengañaros, camaradas, España por sus artes y sus playas debe quedar como el campo de recreo del mundo… Y no es mal negocio, digo, puñeto. Francisco García Pavón (1970)
El "que inventen otros" no es cosa de ayer, y el sistema económico español ha vivido durante todos estos años del sol y la playa (hostelería y construcción básicamente). En mi opinión, gran parte de los problemas de Castilla derivan de ese rumbo tomado por el país, dejándola morir en el olvido más absoluto. Me río de algunas regiones que dicen verse perjudicadas, o incluso "robadas" por el estado. Por no llorar, obviamente.
|