Bueno, me he animado a abrir un hilo sobre mi persona (o personaje
) foril empujado por la más triste de las realidades.
Bueno, lo cierto es que no es tan triste pero espero vuestros consejillos, o almenos vuestras palabras de apoyo para llevar el día a día.
Digo que no es tan grave porque, en realidad, cosas de estas las tenemos a la orden del día, pero no las tenemos encima durante las 24 horas del día como va a ser mi caso. Me explico:
dentro de poco empezaré un nuevo curro (que por cierto no se si me va a dejar mucho tiempo para zanganear por la red). Hasta aquí, todo genial, porque tal y como anda el patio, la verdad es que uno se siente afortunado (qué triste es esta frase!!
). No sólo eso, además el curro parece interesante, y aún más, creo que me puede ser útil para mis planes de futuro. Un chollo si pasamos por alto las `condiciones económicas, que serán peores que las que tengo, pero todo no se puede tener.
Ahora viene lo gordo (espero vuestra compasión y vuestros consejos, serios o no, para ir aguantando elpannuestrodecadadía). El personal con el que voy a trabajar es españolista militante: parafernalia banderil en mesa y llaveros (no le he visto las muñecas ni el cinturon pero apostaría un brazo a que lleva cintuón o pulseras rojigualderas). Cuando he entrado en el despacho sentí morir al ver este panorama
. La persona parece amable, cordial, aseada... (nunca lo habría imaginado de un ser con tales filias
). Creo que me concentré en estas cualidades mientras charlábamos para conocernos y saber a grandes rasgos cuál iba a ser mi tarea y así no hacer ver mi horror ante tanto españolerío. Pero creo que ha notado algo
, sobre todo cuando, en uno de esos momentos en el que baja tu atención y te pones a observar el despacho. Mi rostro debió adquirir un semblante macilento, ceroso al observar aquellos retratos montados sobre un cartón que estaban sobre una gaveta algo polvorienta con unos cuantos papeles desordenados que la cubrían apoyados en la pared: los infames Carlos V y su hijo Felipe II no me apartaban su mirada saltona mientras que un sudor frío me recoría la espalda y la sien.