Creo que a estas alturas ya se puede empezar a decir que la huelga es un fracaso. Tiene cierta incidencia como cabe suponer pero a nivel de PYMES y autónomos ha sido ignorada de forma aplastante. La incidencia puede ser mayor en empresas medianas o grandes, en el transporte y en el sector público pero poco más y aún así es necesario considerar que parte de ese seguimiento es forzoso a causa del bloqueo que algunos piquetes efectuan sobre centros de logística y distribución así como a causa de las dificultades de transporte, que pueden disuadir a algunos trabajadores de intentar incorporarse hoy a su puesto.
El balance para los sindicatos es muy pobre, lo que sin duda es una mala noticia, pues la desmovilización que solo es achacable al brutal descrédito de estos entre la sociedad va a ser capitalizada e interpretada por el gobierno como un respaldo a sus medidas antisociales. Lamentablemente UGT y CCOO recogen hoy y por segunda convocatoria consecutiva los resultados de dos legislaturas de bochornoso servilismo zapateril que les ha restado credibilidad ante una sociedad que está dejando de considerarlos un agente laboral al servicio de los trabajadores y los juzga cada vez más como un brazo militante del PSOE. La consecuencia de esta deriva es que media sociedad los considera un mero instrumento de la política partitocrática y buena parte de la otra media, conformada por la izquierda más crítica, ha dejado de sentirse representada por ellos.
Así las cosas, poca gente arriesga un día de sueldo o el puesto de trabajo para atender a la convocatoria de unos sindicatos carentes de credibilidad. Antes que convocar huelgas UGT y CCOO deberían acometer una profunda renovación, de ideas, de personas y de ética. Recuperar el discurso obrero, que ahora se reduce a meras coletillas de cara a la galería; sacar de cuajo de sus órganos directivos a las personas que han conducido al sindicalismo a esta debacle general y borrar con energía las malas prácticas (que van desde comilonas en hoteles de lujo hasta enchufismos diversos e irregularidades varias) que han conducido al sindicalismo a esta brutal degradación de imagen y capacidad de convocatoria.
Dicho lo cual digo ¡NO A LA REFORMA LABORAL Y NO A LOS RECORTES SOCIALES! pero también digo de forma clara que los sindicato hace muchos meses que dejaron de representarme y solo volverán a hacerlo cuando sean lo que deben ser, no lo que son, y actuen como deben actuar siempre y en toda situación, según la conveniencia de sus trabajadores, no la de sus grupúsculos directivos.