A ver qué os parece este artículo de Pedro de Hoyos. Yo, como casi siempre, estoy bastante de acuerdo con sus opiniones.
CON PERMISO
Supernación superhistórica
«A mí me parece que esto del título que uno mismo se otorgue tiene un valor relativo, hay quien colecciona títulos nobiliarios comprados»
PEDRO DE HOYOS
Dice Don José Antonio de Santiago, portavoz popular en las Cortes de Castilla (y León), que Castilla (y León) está más cerca de ser una Nacionalidad Histórica que una Comunidad. Y añade que planteará esta posibilidad en la reforma del Estatuto de Autonomía. Si no fuera porque estamos en 2006 y porque esta gente popular se empeña en ir al rebufo de lo que ocurre en otras autonomías, la cosa me parecería bien, mire usté, pero a estas alturas, siendo un traje que aún está por cortar ya se nos queda corto. No nos vale, no llega ni pa taparnos las vergüenzas.
A mí me parece que esto del título que uno mismo se otorgue tiene un valor relativo, hay quien colecciona títulos nobiliarios comprados a tanto la docena en países de opereta, y hay quien colecciona títulos universitarios obtenidos en universidades que nadie conoce ni reconoce. Un título puede ser importante, pero lo mejor no es aparentar, sino ser de verdad. A mí me parece que es infinitamente mejor obtener un nuevo estatuto de verdad, un estatuto de autonomía de primera clase, un estatuto que nos dé posibilidades reales de progreso, un estatuto acompañado de la financiación suficiente, con las más altas posibilidades de gestión política de nuestros asuntos.
A mí me parece que es infinitamente mejor lograr que el nuevo estatuto nos permita gestionar las aguas de la cuenca del Duero y que nos facilite todas las posibilidades de conseguir las infraestructuras elementales que aún nos faltan. Deberían ocuparse nuestros representantes de que fuera un estatuto que garantizase la igualdad con otros españoles, poniendo en nuestras manos los mismos instrumentos políticos, financieros y culturales que existen en otras autonomías, evitando nuestra discriminación. Debe ser un estatuto que acepte la existencia de una sola Castilla, que reconozca los vínculos que existen con otras autonomías castellanas, estableciendo cauces para una unidad de acción que permita la defensa de los intereses castellanos frente a intereses ajenos. Modificando para ello cuantas actuales leyes inoperantes haya que modificar.
Y tras incrementar las competencias propias al máximo nivel pónganle una financiación suficiente, amplia y generosa, que sirva para cubrir todos los problemas anejos a la despoblación, a la dispersión y al envejecimiento, de modo que se garantice la calidad de vida en toda la región, pero de forma muy especial en el mundo rural.
Y ya que me he metido sin pretenderlo en asuntos financieros, que a nadie se le olvide que la pela es la pela ni la deuda que España tiene con los castellanos, que todavía nadie nos ha pagado ni pedido perdón por los cientos de miles de ciudadanos que se vieron obligados a emigrar, esos cientos de miles de ciudadanos que contribuyen con su trabajo y sus impuestos a hacer más grandes otras autonomías, en vez de engrandecer aquélla en la que vinieron a nacer. Ni nadie nos ha compensado todavía por ese histórico y continuo desangrarse castellano en pro de una España que ahora otros deploran. La historia española de los últimos quinientos años está llena de ejemplos.
Y luego sí, luego llamémonos lo que queramos, es un debate importante pero secundario. Nadie es más que nadie, nadie tiene más derechos que nadie, nadie puede sacar más pecho o más cabeza que nadie, pero hay títulos hueros que se pueden comprar en el rastro. Ya digo que lo de «Nacionalidad Histórica» se me queda corto, yo voto porque en el futuro Estatuto de Autonomía que ahora se empieza a discutir nos llamemos Supernación superhistórica, a ver quién da más. Eso sí, que nadie se olvide de que estamos hablando de Castilla y de ciudadanos castellanos, que nadie se olvide de que estamos hablando de ciudadanos que se sienten españoles, sin medias tintas. Eso sí, muy históricos, a Historia sí que somos los primeros, oiga.
Lo contrario sería errar el tiro, el voto y el futuro de quien lo intentara.