¿Y cambia eso algo la realidad de las cosas, comunero morado?, ¿sirve eso para desacreditar los contenidos de las propuestas?.
En Castilla hay un bipartidismo puro de dos partidos y un residuo institucional (IU, y desgraciadamente en retroceso). Además hay una veintena de partidillos, algunos de ellos castellanistas de alguna u otra manera (UDCA, IZCA, TC, regionalistas, provincialistas, comarcalistas...). Salvo el fantoche de la UPL, en los últimos veinte años solo TC logró romper el bipartidismo cuasiperfecto que ahora tenemos y que tiende a extenderse, pero fue algo pasajero, éramos demasiado débiles para lo que teníamos encima (fuera y dentro).
Nuestro reto, es construir una alternativa castellanista al bipartidismo donde podamos integrar a muchos ciudadanos y sectores sociales de nuestra tierra, y castellanizar a otros muchos. Tiene que ser un proyecto amplio, sino nunca podrá aspirar a romper el frente institucional. Eso no quiere decir que no tenga sus líneas rojas: debe seguir siendo un proyecto progresista, participativo y defensor de la unidad de toda Castilla, es decir las piezas básicas que fueron establecidas por los "padres fundadores" en 1988.
Mi reflexión final, comunero morado, es que no lo conseguiremos, no por que nuestras ideas no sean firmes y serias, nuestras propuestas razonables, nuestra gente convencida y entregada, nuestras herramientas para llegar a la ciudadanía posibles, nuestra capacidad de conseguir recursos económicos y militantes probada,... No, el problema no está en lo que habitualmente cree la gente.
Nuestro problema estructural está en el cainismo castellano, sobre todo entre aquellos que hemos militado, teorizado o practicado el castellanismo. No entendemos que la batalla al frente PP-PSOE hay que darla desde una organización fuerte, fortísima diría yo, que asuma los principales principios básicos del castellanismo, aunque en algún aspecto parcial, o incluso importante tengamos una o muchas discrepancias (el mapa, el programa, los líderes, la estrategia, etc...¡que sé yo!). Al final no seremos capaces de ser maduros y apostar por algo fuerte que por lo menos cumpla el 50% de nuestras pretensiones, preferiremos la explosión de tres o trescientos nuevos partidillos "castellanistas", o irnos a casa a lamernos las heridas en el sofá., eso sí con el 100% de nuestros principos íntegros. Preferiremos, como bien sabe transmitir Delibes en sus novelas sobre el alma del castellano, quedarnos tuertos si nuestro vecino queda cegado, no conseguir nada, si para ello tenemos que aceptar alguna renuncia.
Al final el PP y el PSOE no tendrán que dar la gran batalla al castellanismo; nos la daremos nosotros mismos, nosotros solos. Aún así algunos volveremos a mancharnos la cara con las pinturas de guerra, y volveremos al frente electoral en 2011: las derrotas no nos harán ni mejores ni más felices, pero alguien algún día las conocerá, y quizás le sirva para aprender a ganar las batallas que otros no supimos vencer. Al fin y al cabo, algunos sacamos nuestras fuerzas para esta lucha de una derrota que tuvo lugar hace ya casi 500 años.