Megaregiones y balanzas fiscales@S. McCoy - 15/04/2008 06:00h
Hay veces en que uno escribe sabiendo de partida que se mete en un jardín lleno de zarzas del que resulta cuando menos complicado salir indemne. Es el caso del debate que les presento hoy, un debate que se encuentra lejos, muy lejos, de los postulados que tradicionalmente defiende este Valor Añadido pero que, no obstante, entra de lleno en la polémica que actualmente se dirime en España a cuenta de la próxima publicación de las balanzas fiscales, -algo a lo que, lógicamente, se oponen las comunidades que más financiación reciben, que a nadie le gusta airear sus vergüenzas ni evidenciar públicamente la fatuidad de sus reivindicaciones “históricas”-, y, por ende, en la legitimidad económica que tiene Esperanza Aguirre, más allá de los compromisarios políticamente exigidos, para presentar su candidatura a liderar la oposición. La discusión que les propongo nace a raíz de un artículo firmado por un tal Richard Florida y publicado en el Wall Street Journal del pasado 12 de abril. ¿Su tesis? Hay que primar lo que él denomina como mega regiones por encima de las naciones tal y como se encuentran linealmente delimitadas en los mapas. Fin a la solidaridad interregional con sus pros de desarrollo y contras de creación de economías locales subsidiadas. Defensa a muerte del mercado y de la supervivencia de los más fuertes.
Florida define la mega region como “un área geográfica que aloja actividad empresarial y económica en escala masiva, genera una parte significativa de la actividad económica mundial y un porcentaje incluso superior de sus descubrimientos científicos e innovaciones tecnológicas”. Su tesis viene refrendada por cifras: hay 191 países en el mundo pero son 40 las mega regiones que impulsan la economía global. En ellas vive una quinta parte de la población total, se producen dos terceras partes de su output y se produce un 85% de toda la innovación planetaria. Y cita algunos ejemplos concretos como el Gran Tokio, los corredores Boston-Washington, Chicago-Pittsburgh, Atlanta a Charlotte o San Diego a Los Angeles en Estados Unidos o los ejes Frankfurt-Stuttgart o Milán-Turín en Europa. Pero no se trata de un fenómeno propio sólo de los países desarrollados. El 40% de la economía brasileña encuentra acomodo entre Río y Sao Paulo mientras que un porcentaje similar de la china descansa en Shangai y sus alrededores, Beijing y el corredor Hong Kong-Shenzen.
Una vez hecha la descripción inicial, Florida llega a una conclusión preliminar que es anticipo de los argumentos que desarrolla a continuación: “si queremos incrementar la competitividad y asegurar la prosperidad a largo plazo, debemos perseguir políticas que tengan en cuenta a las mega regiones” como parte esencial del entramado económico. Y señala, para su defensa, tres grandes principios argumentales: liberalización total del comercio, bienes y personas; fin de las transferencias de riqueza de las regiones ricas a las pobres dentro de un mismo país; favorecimiento de la densidad poblacional como germen de productividad e innovación. Una postura extrema, sin duda, en un momento en el que la amenaza proteccionista vuelve a tomar visos de realidad ante la escasez de materias primas minerales y agrícolas que parece asolar el planeta. Un brindis al Sol que, no obstante, encierra algún mensaje de calado que es preciso no obviar.
Más allá de la utópica pretensión de dar a los principios rectores de los espacios económicos únicos dimensión planetaria, sí que es verdad que, en muchas ocasiones, bajo la aparente forma de la solidaridad interregional, lo que finalmente se esconde es la incapacidad de las regiones subsidiadas de desarrollar políticas que vayan más allá del esfuerzo por hacer cautivo un voto que sirva a sus gobernantes para perpetuarse en el poder. Es momento de que el fomento de las áreas más deprimidas deje de convertirse en un gesto de gratuitad a fondo perdido que se consolida de forma recurrente en el tiempo para pasar a convertirse en una especie de préstamo social que exija al que lo recibe la devolución al prestamista (que no deja de ser toda la nación) de políticas concretas de mejora económica y social. Lo contrario, y en ese punto estoy de acuerdo con Florida, supone un enorme coste de oportunidad que el conjunto de la sociedad no tiene por qué asumir. De ahí la importancia de que se exponga el retrato regional que aporta las balanzas fiscales y de que se premie, a todos los efectos, a aquellos que suman frente a los que restan. Y ya lo dice la publicidad institucional: Comunidad de Madrid, la suma de todos. Pues eso.

