Poco ha transcendido que el año
1492 marca no sólo el descubrimiento del
Nuevo Mundo, sino también el acto anti-semita de los Reyes Católicos Isabela de Castilla y Fernando de Aragón: la expulsión de
España de todos los judíos no-conversos al cristianismo.
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De permanecer en España, los Judíos tendrían que renunciar a sus creencias y tradiciones, convertirse en cristianos a la fuerza y someterse a la supervisión de la monarquía e Inquisición Española. Aquellos que decidieron quedarse en España sufrirían en carne propia la denuncia, detención, tortura y muerte.--------------------------------------------------------------------------------
El término Sefardí proviene de Sefarad, nombre hebreo de referencia a la Península Ibérica. Con el establecimiento del Edicto de Expulsión de 1492,1 los sefardíes o judíos-españoles viven la disyuntiva de permanecer en España. De hacerlo, tendrán que renunciar a sus creencias y tradiciones, convertirse en cristianos a la fuerza y someterse a la supervisión de la monarquía e Inquisición Española. La otra opción, abandonar sus hogares portando sólo algunas pertenencias. El edicto de expulsión de los reyes católicos explícitamente dictaminaba la expropiación e incautación de todas las tierras y propiedades pertenecientes a los judíos. Aquellos que decidieron quedarse en España sufrirían en carne propia la denuncia, detención, tortura y muerte. Las banderas por las que muchos judíos lucharon, la idea de una España distinta, de mayor honestidad y bienestar para todos, de convivencia en tolerancia y libertad, dejaron de izarse.
Continuado, selectivo, masivo, repetitivo y consistente fue el proceso de persecución religiosa y estatal en la solución final de los judíos españoles. Los que finalmente pudieron dejar España fueron acogidos por países como Portugal, Marruecos y Turquía. La Corona Portuguesa (1496-1497) decreta “bautismo o expulsión” siguiendo el ejemplo impuesto por España de expulsar a todos los judíos renuentes a convertirse en cristianos. Los judíos españoles-portugueses dejan la Península Ibérica para ubicarse inicialmente en el norte de África, Egipto, Imperio Otomano, Israel y eventualmente partes de Europa.
En el entorno de la expulsión y expansión de la colonización, algunos sefardíes intentan huir del aparato inquisitorial llegando incluso alcanzar las costas del continente americano. Muchos de los que se embarcaron con Colón en sus viajes fueron realmente judíos “marranos” que tuvieron la oportunidad de salir de España. Con fanfarria hilarante la religión católica calificó con este término despectivo a los nuevos conversos cristianos. Al considerarlos “puercos”, se destaca el esquema antisemita entronizado de manera obscena y abyecta hasta el presente en la iglesia universal. Pero más que causarnos estupefacción, es el indignante e inexplicable torbellino de presunción y desenfado de la actuación de la iglesia española. Terrible aún es que, los sefardíes se hayan tenido que diseminar y ocultar por los rincones más remotos del planeta siempre asechados una y otra vez por la Inquisición,2 expresión aberrante y perversa de la iglesia institucional. Desde el siglo 15 la Inquisición mantuvo su poder persiguiendo “cripto-judios” por todo el mundo, no siendo sino hasta el siglo 19 cuando oficialmente cesa la persecución de judíos por medio de un decreto de fecha 15 de julio de 1834. Fraguado el proceso de asimilación, la mezcla de años y diversidad cultural hizo que muchos descendientes de los antiguos “sefardím” perdieran su memoria histórica desconectándose prontamente de sus raíces e identidad hebreas. No obstante, los rastros de la comunidad sefardí se hayan estampados indeleblemente por todo el mundo. Los archivos de la Magna Sociedad Histórica de Londres, la Biblioteca Nacional de España, los archivos de la Inquisición, los archivos de la nación, generales, histórico de muchos países y miles de documentos de índole público y privado del continente americano y Europa lo confirman. En Israel, el Diaspora Research Institute (Instituto de Investigación de la Diáspora) cuenta con extensas colecciones de material genealógico de países como España, Portugal, Gran Bretaña, Holanda, Grecia, Hungría, Rumania y América entre otros. Unos 20.000 apellidos hispanos de origen sefardí3 aparecen en los registros.
Hasta el presente se desconoce el número total de sefardíes dispersos, pero según datos suministrados por la prensa israelí, se considera que sólo en América Latina existen no menos de 35 millones de hispanos descendientes de judíos-españoles. Hoy, muchísimos de los descendientes de los Sefardíes han empezado a salir de su anonimato en busca de la herencia hebrea largamente perdida. En una visita histórica realizada en agosto del 2004 arribó a Israel una representación de las comunidades Anusim (Marranos) de España y Portugal en lo que se considera la primera visita de judíos sefarditas luego de más de 500 años de persecución. Dios nos habla del retorno del pueblo de Israel a la tierra de Israel antecediendo el reino Mesiánico. El profeta Abdías nos dice: “Entonces los del Neguev poseerán el monte de Esaú, y los de la Sefela la llanura de los filisteos; poseerán también el territorio de Efraín y el territorio de Samaria, y Benjamín poseerá Galaad. Y los desterrados de este ejército de los hijos de Israel que están entre los cananeos hasta Sarepta, y los desterrados de Jerusalén que están en Sefarad, poseerán las ciudades del Neguev. Y subirán libertadores al monte Sión para juzgar al monte de Esaú, y el reino será del SEÑOR”. (Abdías 1:19-21)
Los versos 19 y 20 de Abdías señalan la promesa especifica de recuperación de territorio por parte de los Israelíes. Zonas de Judea, Samaria y Gaza se encuentran hoy seriamente comprometidas por la acción del terrorismo y el inefable “proceso de paz”. Pero el profeta Abdías detalla de manera contundente la posesión de la tierra precediendo la venida del Mesías asegurando que los descendientes de los judíos de Iberia tendrán participación activa en el acontecimiento.--------------------------------------------------------------------------------
Judea, Samaria y Gaza se encuentran hoy seriamente comprometidas por la acción del terrorismo y el inefable “proceso de paz”. Pero el profeta Abdías detalla de manera contundente la posesión de la tierra precediendo la venida del Mesías asegurando que los descendientes de los judíos de Iberia tendrán participación activa en el acontecimiento.
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La historia nunca acaba. No es conveniente banalizar los sucesos históricos porque cada evento inicia el próximo en rápida sucesión de la realidad. Sin embargo, en el registro de lo ocurrido en la España católica de 1492 confrontamos una terrible y angustiante verdad de obligada reflexión, no sólo consecuencia del odio repulsivo de los reyes españoles, sino también por la creciente insensibilidad de un pueblo que, toleró y promovió por acción y omisión, los mecanismos del horror antisemita. La intención era cercenar y coartar, arrebatar derechos y destruir la noble alma de un pueblo. Más el odio no pudo con las esperanzas, sueños y compromiso del judío de Sefarad.
Desde luego, cada quien acentúa el tono que mejor armonice con su capacidad humana o motivación personal. Quizás resulte injusto decirlo, pero en la mayoría de los casos la responsabilidad recae en nosotros mismos. Se necesita lucidez para actuar y lo primero es no dejarse atrapar por la amnesia superficial y engañosa. Precisamente en estos tiempos de tantas angustias e interrogantes es que debemos manifestarnos en actitud firme y conducta propia destacando la verdad y la justicia.