Son dos párrafos que he sacado de un libro que regalaron a un conocido la semana pasado sobre "Alcaldes de Guadalajara" de Salvador Toquero Cortés.
Una dificil solución
El proceso de incorporación de Guadalajara a Castilla-La Mancha resulto laborioso y complicado. Comunidad Castellana, un grupo reducido pero muy activo de alcarreños, había propiciado el envío de cartas al Ayuntamiento, propugnando que esta Corporación, cuyo pronunciamiento era decisivo, se opusiera a la integración propuesta. Se pensaba, aunque no se especificó claramente, que nuestra provincia debería estar, en el nuevo mapa autonómico, donde estuviera Madrid. Pasado el tiempo, se ha podido saber que, al parecer, la baza de Guadalajara se jugaba a más altura, y que la decisión de nuestro Ayuntamiento se resolvió a muy última hora y con llamadas telefónicas terminantes.
Sucedía que Alfonso Guerra por el PSOE y Perez Llorca por UCD, negociaban buena parte del ajuste del mapa autonómico. Perez Lorca conocia, y hasta toleraba, que Segovia se opusiera a la entrada de Castilla y León. Alfonso Guerra, por su parte, sabia la reticencia de Guadalajara a integrarse en Castilla-La Mancha. Al final hubo intercambio de "cromos" para ajustar el mapa. Perez Llorca conseguía que Segovia aceptara su nuevo encuadramiento castellano-leonés, y Alfonso Guerra hacia lo propio con Guadalajara, aceptando el de Castilla-La Mancha. La oportunidad de la incorporación de Guadalajara a Madrid, manteniendo la anterior Castilla-La Nueva, también mereció cierta consideración en su momento, en el seno de la izquierda. Mientras Tamames se inclinaba por el mantenimiento de Castilla la Nueva, Joaquin Leguina se oponía, defendiendo la baza de Madrid como autonomía uniprovincial.
Dos andaluces decidiendo el futuro de provincias castellanas, manda narices. Desde luego cuanto más conozco el engaño al fuimos sometidos los castellanos, con el beneplácito de políticos castellanos, más me hierve la sangre.
Esto era algo que se tenía que haber realizado con mucho más tiempo del que se hizo, preguntar al pueblo, como si hicieron en Cataluña, Andalucía o Galicia, e incluso que hubieran empezado a funcionar ciertas autonomías y que las castellanas lo hubieran hecho después, hasta que se hubieran alcanzado acuerdos. Esto no era algo efímero, que fuera a durar dos telediarios, llevamos ya casi treinta años y lo que nos queda, por desgracia.

